Se celebra en Madrid una cumbre sobre terrorismo, seguridad y democracia. Es profunda la desconfianza que a mucha gente, entre las que me incluyo, suscita esta profusión de conferencias, cumbres, simposios internacionales… Y la razón de esta desconfianza es concluyente y la diré sin ambages. Tanta ceremonia y tanta parafernalia, es como un ritual donde los grandes líderes políticos, los que tienen las claves de la gobernabilidad del mundo, escenifican cínicamente su farsa y su ineficacia. Eso sí, todos los dispendios de estos grandes montajes a costa del erario público.
¿Acaso en alguno de estos «complots», se ha aterrizado en las auténticas causas del terrorismo, de la inseguridad o de la corrupción de las democracias? No, porque no interesa y porque precisamente se organizan para que nadie se salga de los actuales parámetros. Aquí, hoy, el robo y la injusticia, el intervensionismo y el colonialismo se revisten de convenios, alianzas impuestas, guerras preventivas… cuando no de sospechosas resoluciones de la O.N.U .
Estos días el Kremlin se ha cargado al líder checheno Aslan Masjadov. Justamente alguien que pensaba que bastarían unos minutos cara a cara con Putin para encaminar la paz. Los pocos chechenos que han sobrevivido al espantoso genocidio, engrosarán la lista del terrorismo por el hecho de sobrevivir como pueblo. Y como consecuencia todo el Cáucaso se convertirá en un volcán.
¿Qué decir de los yanquis? Día a día estamos viendo su criminal política en oriente medio. ¡Buena «sementera de terroristas» están ofertando al mundo!. Y no olvidemos lo que durante tantos lustros han hecho con América latina hasta dejarla mísera y hecha unos zorros.
Mediante la Cía y el apoyo de grandes trust como la United Fruit Company, la I.T.T., Union Carbide, por citar algunas, han desestabilizado y desestabilizan, han conspirado y conspiran, han asesinado a presidentes como Arbenz en Guatemala, Allende… líderes sociales e incluso religiosos, no olvidemos al Che…
Inglaterra, Francia, España… Quisiera saber cuál es su contribución a la justicia, no sólo en el mundo, sino dentro de sus propias fronteras. Nosotros, los que nos sentimos bascos, sabemos mucho sobre el respeto que estos estados ejercen, sobre la cultura y la voluntad de los pueblos de sus enclaves respectivos…
¿Alguno piensa que estos prohombres que nos gobiernan, van a resolver democráticamente alguno de los conflictos actuales? ¿Cómo, si el único argumento que han manejado a lo largo de la historia es el ruido y la prepotencia de sus armas?
Son estos, como escribía Benedetti, los que «…Para matar al hombre de paz/ tuvieron que desatar la guerra turbia/ para matar al hombre de la paz/ y acallar su voz molesta y taladrante/ tuvieron que empujar el terror hasta el abismo/ y matar más para seguir matando…»
Geoestrategia, un mundo para explotar sin franquicias y a su antojo, un buen reparto de la tarta de la energía, de las riquezas y del trabajo asalariado o esclavizado… Es lo único que se plantea en las recámaras de estos cónclaves de los grandes del mundo.
¿Qué nos queda…? Tal vez la esperanza de quien, como Salvador Allende, a las puertas de su muerte animaba al pueblo: «Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos».
El día que los pueblos sean libres para escribir y vivir su propia historia, sin la opresión e ingerencia de los grandes imperios, existirá seguridad y democracia. Es entonces cuando la palabra terrorismo se caerá de las hojas de los diccionarios.