“1489. El mapa vasco del Nuevo Mundo”

Reflexiones implícitamente contenidas en la novela histórica “1489. El mapa vasco del Nuevo Mundo”

En general, durante los primeros sesenta años que cada uno de nosotros desarrolla en su vida, los dedicamos a aprender. Si, además, durante este largo viaje iniciático, algunos logran desarrollar un profundo pensamiento crítico y asientan sus dotes de librepensador, es cuando a los setenta años realmente pueden comenzar a comprender y, entonces, lo que observan con gran nitidez y clarividencia no es algo que les gusta, sino algo que más bien representa todo lo contrario.

Sin embargo, ello nos les echa atrás. Comprenden que no hay milagros para aquel que no hace nada, sino para el que trabaja. Saben que, debido a una nuestra estupidez, nos espera un futuro difícil. No ignoran que habrá que padecer mucho por ello —en lo referente al cambio climático lo estamos haciendo muy mal— pero que, si nos preparamos a tiempo, este esfuerzo compartido nos hará merecedores de un mañana duro pero cargado de esperanza.

Entre aquello que ya comprenden con entera claridad, es que la historia no es como la cuentan. Es obvio que se miente, se oculta o se manipula mucho con ella. La historia la escriben los ganadores y así es como la han convertido en una narrativa manipulada al servicio del Imperio para así consolidarse a lo largo de los tiempos, manteniendo un relato burdo, incoherente e inverosímil.

Un relato que unificara y supeditara las historias del resto de las naciones subyugadas como Baskonia o Euskal Herria. Eso es precisamente lo que nos ha ocurrido a los vascos, que, entre otras cosas, nos han robado la historia donde el relato castellano acerca de episodio del descubrimiento de América es la prueba palpable de una manipulación más de la historia.

Por suerte, durante las edades que representan los setenta, los dos hemisferios cerebrales comienzan a funcionar a pleno rendimiento y ello nos empodera. Nos vuelve más humildes y consigue que la duda cartesiana nos acompañe siempre para esclarecer lo que antes era tan oscuro para nosotros. Entonces, es cuando descubrimos que lo nuestro ya no es cuestión de brillar ante la gente, sino de iluminarles el camino de la verdad a las generaciones más jóvenes,.

Desde otro enfoque más político, se percibe con intensidad que si uno se mantiene viviendo como piensa y no pensando como vive, lo primero que se desarrolla dentro él es un sentido terriblemente consciente de que la realidad acerca del pasado que le han contado, se basa en una sarta de mentiras fuertemente interesadas en hacer prevalecer las falsas verdades del Estado-nación. Por encima de todo, se trata de ocultar el protagonismo que a lo largo de la historia tuvieron las diferentes naciones conquistadas y subyugadas por el imperio.

Al fin y al cabo, la historia de los estados actuales que más nos atañen a los vascos no son más que los hechos y sucesos que son los antecedentes y consiguientes a la fundación de los Reinos de Castilla y de Francia, respectivamente. Unos reinos que con el uso de la fuerza conquistaron, diezmaron, saquearon y se hicieron con el botín de guerra que representaban los demás reinos imponiendo, no sólo la narrativa de la historia, sino también sus leyes, su cultura y sus idiomas: francés y castellano.

Lenguas del imperio, lenguas dominantes por imposición de limitaciones abusivas al uso de las demás lenguas nacionales como el euskera, al objeto de que el francés y el castellano se convirtieran en las hegemónicas lenguas de sus respectivos imperios. Lo mismo ha ocurrido con nuestra historia. La han escrito ellos tal como les ha interesado hacer y ahora estamos rescatándola.

Una evidencia siempre silenciada: el papel decisivo de los vascos en el descubrimiento de América

¿Por qué no se cuenta que Cristóbal Colón navegó con muchos navegantes y marineros vascos que conocían previamente la existencia del Nuevo Mundo? Muchas leyendas y mitos se han convertido en una realidad contrastada por sus evidencias lógicas al plantear escenarios retrospectivos. Los balleneros vascos cazaban ballenas en las costas de Canadá desde tiempos inmemoriales y sin dichas vivencias guardadas como un gran secreto, es obvio Cristóbal Colón nunca hubiera conseguido descubrir América.

Son unas cuantas las narraciones históricas que nos informan acerca de que los balleneros vascos fueron los mejores cazadores de ballenas desde el siglo VIII hasta casi el siglo XIX. Se sostiene que siguiendo la pista de las ballenas, salieron de las aguas del Golfo de Bizkaia para navegar hacia la desembocadura del rio San Lorenzo.

Hay numerosas historias trasmitidas de generación en generación que nos cuentan que los balleneros vascos, siguiendo la ruta de los vikingos, llegaron unas tierras situadas al oeste de Islandia a finales del siglo XIV. Una de ellas concreta que fue en el año 1375. Exactamente arribaron a la isla de Vinland, la isla de Terranova, unos 100 años antes de la llegada a las Indias occidentales de almirante genovés Cristóbal Colón. Sin embargo otras leyendas más próximas a la realidad, posponen esas fechas a los años comprendidos entre las fechas que van de 1475 a 1485.

Otras fuentes históricas señalan que, en 1412, desde el puerto de Baiona partieron, en una embarcación vasca, una veintena de hombres para arribar a los territorios de Labrador, Nueva Escocia, las islas de Saint Pierre y Miquelón y la isla de Terranova. Otros sitúan está fecha para el año 1375. Lo hicieron siguiendo las barbas de las ballenas a través de las Islas Feroe, Islandia Groenlandia, Labrador y Terranova.

Se sabe que antes del siglo VIII los balleneros vascos ya pescaban ballenas en el Golfo de Bizkaia y que un siglo más tarde ya se hacían ver en las islas Feroe situadas a unas mil millas náuticas de los puertos vascos. La tecnología que utilizaban para la construcción de estos barcos se asocia con el estilo de la construcción naval de los vikingos. También se admite que fueron los múltiples asentamientos de los vikingos en las costas de Baskonia o Euskal Herria los que impulsaron sus construcciones navales.

Sin embargo, fue el timón de codaste que se inventó en Baskonia y, que se desarrolló en sus múltiples astilleros vascos, el que propició una mejor maniobrabilidad de las naves, en especial de la embarcación conocida como la coca bayonesa, tan conocida tanto en el Océano Atlántico como en Mar Mediterráneo y que se construía en los astilleros vascos y se vendía a los tres años de su uso por la importante flota comercial de la que siempre hicieron gala los vascos. Un pueblo que dio audaces navegantes y que según los siglos algunas veces todos los vascos eran conocidos como navarros (hasta el siglo XIII) y otras veces como bizkaínos (hasta finales del siglo XVIII).

La novela y la versión más verosímil del descubrimiento de América

En lo referente al descubrimiento de América, existen diferentes puntos que, tal como se explican, condicionan la propia verosimilitud de la historia tal como la conocemos, lo que, a su vez, empobrece fuertemente la credibilidad del relato oficial. Entre ellos destacaremos los siguientes puntos:

Se desconoce el origen de Colón. Se trata algo que, de por sí, ya es bastante sospechoso que ello nos quiere ocultar algo que debe ser muy significativo. Oficiosamente se admite su origen genovés pero diversos testigos (entre ellos uno de sus hijos) sostiene que Colón no sabía ni latín, ni el dialecto que se hablaba en Génova, ni ningún otro dialecto italiano.

Se han atribuido otros orígenes de Colón, tanto en el Reino de Castilla (Galicia) como en el Reino de Aragón (Cataluña y Baleares), así como en algunos territorios diferentes de Baskonia. Dada su estrecha relación que mantuvo con los vascos debía conocer perfectamente la existencia de unas tierras situadas al oeste del Océano Atlántico, donde cazaban las ballenas, alternando con la pesca del bacalao. Lo más lógico y verosímil sería pensar que Colón ocultaba sus orígenes porque él pertenecía a un reino hostil a los reinos de Castilla y Aragón, como así ocurría con el reino de Navarra que también era vasco y sus barcos navegaban con el pabellón de Bizkaia.

Los vascos controlaban más del 80% del comercio del aceite de ballena utilizado para la iluminación de las ciudades, comercios, talleres artesanales y hogares de la Europa occidental. La existencia del caladero de Terranova donde se extraía la mitad del “sain” (aceite de ballena en euskera). Este aceite al quemar no desprendía humo, ni producía mal olor porque que era muy valorado para la iluminación. El aceite de ballena que comercializaban los vascos era un negocio muy provechoso y, a su vez, un gran secreto comercial tan escrupulosamente guardado por los pescadores de entonces y de ahora.

La existencia del pidgin vasco-algonquino, lenguaje por el que se comunicaban los vascos y la tribu de los algonquinos asentada en la región este americana nos indica que su elaboración tuvo que iniciarse con anterioridad a 1480. El famoso yacimiento arqueológico de Red Bay, situado en la Provincia de Labrador, Canadá, donde se encuentran los restos de la estación ballenera vasca, fue un asentamiento vasco que debió de empezar a construirse hacia el año 1530. Sin embargo mucho antes de la creación de grandes factorías permanentes de procesamiento del aceite de ballena o “sain”, hubieron de existir asentamientos. más pequeños. Ello nos traslada forzosamente al siglo XV como la época en la que los vascos arribaron a las costas canadienses de Terranova y Labrador.

Abundando en todo ello, tal como recogería en navegante francés Jacques Colbert, los indígenas de aquellas tierras se expresaban ya utilizando dicho pidgin, lo que establece un recorrido temporal previo para su elaboración y expansión de su conocimiento como vehículo de comunicación social entre vascos y algonquinos. Este hecho nos remonta hasta el año 1480.

Sinopsis de la novela “1489: El mapa vasco del Nuevo Mundo”

Se trata de una novela histórica que recoge la vida y vicisitudes del cartógrafo y navegante vasco, Ochoa de Andraka y de su esposa, en una época esencial para comprender un hito de tanta transcendencia para la humanidad como fue el que se produjo a finales del siglo XV. Tal evento no fue otro que el descubrimiento de América en 1492 por Cristóbal Colón.

Esta novela titulada: “1489: el mapa vasco del Nuevo Mundo”, combina la ficción con la realidad histórica en base a un esmerado rigor con los Principios de Coherencia, Congruencia, Transparencia y Verosimilitud, tan utilizados en la Ciencia de la Prospectiva Estratégica.

Por ello, tras una esmerada investigación de los hechos —sus contradicciones y sus constantes lagunas de conocimiento— el autor, en base a los principios anteriormente citados, ha sabido ajustar muchas veces, cuando no corregir y añadir, los hechos que faltaban para comprender mejor la historia y hacerla más comprensible, coherente, posible y realizable.

La historia de cómo se forjó y se hizo posible el descubrimiento de América nunca fue bien contada e, incluso, se ocultó o se mintió mucho en la narración de muchos hechos. Todo ello fue debido a la gran manipulación que, a lo largo de los siglos han realizado supuestos historiadores y escritores, en su afán de adecuar el pasado de sus países —que en realidad no ha sido más que la suma de conquistas cruentas y violentas de otras naciones libres— a los valores “patrios” del momento; lo que se conoce como el “presentismo”.

Hay pruebas de la presencia de marinos vascos en las Islas Feroe ya en el año 875. Eso conllevaría un viaje de unas mil millas náuticas, lo que supone una distancia notable para la época. Durante los seis siglos siguientes, los vascos navegaron en la zona norte del Atlántico, donde la distancia entre Europa y América es menor. Sabiendo la existencia de expediciones vikingas, los vascos se aventuraron también a surcar la relativamente corta distancia hasta América del Norte en busca de la ballena para cazarla. Un comercio en el que los vascos eran líderes indiscutibles en todo el mundo.

Una prueba de ello es que, en 1412, los archivos islandeses ya recogieron que unos veinte barcos balleneros vascos pasaron frente a la costa más occidental de la isla, a tan sólo 375 millas náuticas de Groenlandia. Desde allí, el viaje a Terranova sería de algo menos de mil millas náuticas.

La mayoría de los marinos no tendrían razones para cruzar el Atlántico sin saber si había algo al otro lado, pero los pescadores vascos perseguían ballenas que a menudo subían hasta las aguas subárticas para luego bajar en dirección sur a lo largo de ambas costas atlánticas.

Esta novela desvela lo que hace razonablemente más comprensible cómo se produjo el descubrimiento de América. Unas tierras y unos mares que los vascos ya habían descubierto antes y que supieron guardar celosamente en secreto. Lo hicieron debido a que necesitaron proteger la riqueza que ello representaba para su provechoso comercio de la grasa de la ballena, en toda Europa. Un hecho encomiable que aplaudimos ahora porque lo comprendemos y lo vemos como lo más verosímil.