El escándalo Villarejo ha vuelto a sacar a relucir las carencias de nuestros políticos que se han limitado a gesticular y a la simple queja formal. Y sin embargo todo el mundo sabe, por la historia, que el Estado español se ha construido sobre el abuso y el crimen; y es necesario denunciarlo sin tapujos. Perdió Cuba y el Rif practicando el asesinato. Y para mantener los privilegios de las oligarquías, es capaz de todo tipo de infracciones. Sólo una actitud de alerta crítica permanente puede frenar ese delirio violento. Y, sin embargo, todavía hay políticos que se llaman independentistas que no son coherentes con los objetivos. Lo expongo en un artículo reciente: ‘El qué y el cómo del junquerismo’ (Llibertat.cat). Hoy me centraré en los males del partidismo.
ERC y Junts, hoy en el govern, deberían estar interesados en evitar unas maneras de hacer que envenenan el debate. La CUP ha podido alejarse con dos medidas drásticas: exigiendo a sus electos una clara limitación de sueldos y mandatos. Todas las candidaturas independentistas deberían aplicarlo a fondo por coherencia con los objetivos y no tendrían tantos colaboradores interesados. Y el debate político sería más transparente. Por su parte, la CUP podría escuchar la demanda repetida de comprometerse más, colectivamente, en un momento difícil como el actual. Las listas cerradas no ayudan a combatir los abusos como son los sueldos exagerados de políticos y funcionarios (todavía acentuados por el último escándalo de cobros sin trabajar).
Poner fin a estas y otras perversiones de la política puede ayudarle a escapar de una dinámica que lo ha llevado todo a un simple duelo de propagandas. El pueblo no debería dar por buenas consignas vacías, como “ensanchar la base”, “la vía amplia”, “jugada maestra”, etc. que no quieren decir nada. Sólo así las organizaciones pueden verse obligadas a expresar sus propuestas en términos claros y operativos, abandonando los simples golpes de efecto. Y, por encima de todo, es necesario un esfuerzo de reflexión y de análisis, superando el simple insulto visceral. Toda la militancia debe ponerse a ejercer el debate y la crítica de una forma firme y argumentada; es estúpido tratar la crítica interna como si fuera una traición porque todo el mundo sabe que es la única manera de abordar, de cara, unas debilidades y errores que son negativos para el conjunto del movimiento.
Actuaciones equivocadas. En estos momentos, debemos estar muy atentos a las actuaciones del gobierno autonómico de Cataluña. Hay que acabar de raíz con la implicación del govern ‘independentista’ en la represión de las movilizaciones. Las instituciones, partidos y responsables políticos deben ponerse de forma inequívoca a proteger nuestro movimiento y a defenderlo a través de sus instrumentos mediáticos. Hay que poner fin también al desenfreno de radios y televisiones de instituciones de mayoría teóricamente independentista en las que se permite atacar a nuestro movimiento, la lengua y el país, contradiciendo los principios de coherencia más elementales.
La principal presión desmovilizadora proviene y provendrá de los partidos que sostienen el régimen monárquico español (desde Vox hasta el PSOE y Podemos). Tienen como objetivo primordial ablandar a los sectores independentistas de ideología débil hacia posiciones que ayudan, de hecho, a mantener un poder oligárquico y despótico, capaz de esconder y proteger incluso el crimen de estado.
Sólo el debate y la crítica serias nos fortalecerán. La militancia (de los partidos y de fuera) debe asumir esta responsabilidad como una obligación imperiosa. Exigir rectificación o abandonar el apoyo al partido, en cada caso, manteniendo el voto independentista depurado de abusos, corrupciones y falsos mensajes. El voto global debe mantenerse. Los partidos no: deben cambiar o desaparecer. Y es necesario reforzar a la vez las organizaciones populares y republicanas libres del ahogo autonomista. Tan sólo así podremos rebasar este triste horizonte en el que muchos se han querido encerrar. Ninguna concesión a los amigos de nuestros enemigos. Porque, después de haber conocido de forma descarnada las acciones e intenciones del ocupante, somos conscientes más que nunca de que sólo la independencia puede abrir paso a una sociedad libre y justa.
ELL PUNT-AVUI