La conmemoración del 500 aniversario de la llegada de la nao Victoria capitaneada por Juan Sebastián Elkano a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 y que culminaba la extraordinaria gesta del primer viaje de la historia alrededor del mundo debe ser motivo para poner en valor tanto la proeza protagonizada por el marino de Getaria y su tripulación, su manera de ver y entender la vida y las relaciones humanas como, en general, la contribución de los vascos a las aventuras y exploraciones marítimas y al descubrimiento de nuevas rutas y el encuentro con “nuevos mundos”.
La hazaña de Elkano ha sido frecuente y mayoritariamente silenciada, olvidada, ignorada y manipulada por la historiografía oficial. Fue él quien, tras muchas vicisitudes durante el viaje que había comenzado en 1519 comandado por Fernando de Magallanes, tomó la decisión –junto con su tripulación, que le eligió como su capitán– de abordar el desconocido y peligroso trayecto que les llevaría de nuevo a casa después de dar una vuelta completa a la Tierra. Una hazaña a la altura de los grandes “descubrimientos” de los siglos XV y XVI. Sin embargo, hasta ahora la figura de Elkano no ha tenido el obligado reconocimiento de la historia. Tampoco entre nosotros. La tergiversación respecto a las motivaciones de su viaje, su personalidad y carisma y, sobre todo, su actitud y propósitos reales respecto a las tierras y riquezas encontradas y a quienes en ellas habitaban han llegado a presentarle –de manera especialmente burda durante el franquismo– como el Elkano Imperial que, según toda la documentación histórica, nunca fue ni quiso ser, en contraste con la abundancia de otro tipo de “descubridores” o “conquistadores” dispuestos a evangelizar, esquilmar y “civilizar” a los nativos por la fuerza de las armas. Por contra, Elkano, comerciante y hombre de fuertes convicciones humanistas e igualitarias, practicaba el respeto de los semejantes, algo poco habitual desde los parámetros de la época. De ahí que el quinto centenario de esta primera vuelta al mundo –para la que incluso llegó a contravenir las órdenes expresas del rey de Castilla– que se conmemora hoy en Getaria, su pueblo natal, deba servir de reconocimiento pleno a su protagonismo, liderazgo y personalidad. Elkano, su gesta histórica y su tripulación –otros tres vascos completaron con él la ruta– son parte de nuestra memoria colectiva.
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