Roger Buch
Hacia la independencia con liderazgo plural y acento social
Las elecciones de ayer domingo han hecho una fotografía de Cataluña. Guste más o menos, parece ser una imagen que representa bastante bien muchas de las complejidades del país:
1) Un Parlamento plural con siete fuerzas políticas. Desde hace tres legislaturas que están entrando nuevas fuerzas en el Parlamento, hecho muy poco habitual anteriormente. La sociedad cambia, nuevas formas de hacer política y el Parlamento lo refleja.
2) El soberanismo es contundente. Nunca antes había habido tanto diputados independentistas y soberanistas en el Parlamento de Cataluña. Tanto en votos como en diputados existe una mayoría clara.
3) El proceso independentista no se liderará por CiU en solitario. O hay liderazgo plural o no hay proceso.
4) Ha habido una recomposición histórica a la izquierda catalana. Hasta hoy el PSC superaba siempre la suma de ICV y ERC. Desde hoy la suma de estas dos fuerzas más la CUP, casi dobla los resultados de los socialistas y ya roza el millón de votos. El mandato del pueblo es claro: un proceso independentista más plural y con más acento social “
5) El españolismo crece y se consolida bajo diversas formas. El alza de la participación ha engrosado directamente al electorado de C ‘s y PP en las zonas de voto más españolista. El federalismo como opción intermedia pierde fuelle.
6) Todo parece indicar que una parte del electorado de CiU de las zonas donde tenía menos voto y de electorado nacionalista ha desertado del partido. En cambio, en las zonas de votante soberanista del electorado ha premiado la apuesta de CiU.
Tenemos un país una poco más dual. Habrá que analizar con detalle hasta qué punto los inputs mediáticos de las televisiones españolas pueden haber condicionado las actitudes frente al proceso. En definitiva, muchos expertos decían que de cara al exterior era muy bueno personalizar el envite independentista en un líder, y que Artur Mas, por sus características, era la persona idónea. Pero lo que podría ser lo más “adecuado” para el “proceso perfecto” quizás desdibujaba la fotografía real del país. Un país enfangado con la crisis, en huelga general contra los recortes, con una tradición independentista que viene de lejos y que el once de septiembre no se manifestó a favor de Mas, sino a favor de la independencia. El mandato del pueblo es claro: un proceso independentista más plural y con más acento social.
Salvador Cardús
Más complejo, más largo, más seguro
Hace unas semanas había establecido, con el punto de ironía que pide cualquier deseo político, una proporción áurea para el nuevo Parlamento que saliera de estas elecciones. Era un dibujo pensado para un escenario soberanista sólido. Es decir, el que más convenía para dar respuesta a la gran manifestación del Once de Septiembre pasado. ¿Me acerqué mucho?
Por un lado, decía, hacía falta una participación alta, que se situaba en un mínimo de dos tercios. Pues bien: con un 70 por ciento, esta condición se ha cumplido. Esto es muy buena noticia. La segunda condición era el apoyo parlamentario al Estado propio de los dos tercios, es decir, más de 90 diputados. En este caso, la suma de votos claramente soberanistas suman 87, y nos quedamos a las puertas de conseguirlo. La tercera condición general era tener tres cuartas partes de votos de partidos favorables a consultar a los catalanes su voluntad política. Esto serían 101 diputados, e incluiría tanto a los que creen que se debe decidir a toda costa, como los que creen que debemos hacerlo con permiso. También hemos llegado. La suma de CiU, ERC, ICV, CUP y PSC son 107.
Pacto estable
También sugería dos condiciones más. Una, que ERC fuera la segunda fuerza en el Parlamento. El caso es que ERC ha superado el desafío, y con sus 21 diputados, que más que doblan los anteriores, hay que decir que el trabajo de renovación de Oriol Junqueras ha sido reconocido por el electorado. Es la segunda oportunidad que el país da a ERC para administrar unos buenos resultados, cercanos a los de los 2003. Finalmente, establecía la necesidad de una gran mayoría que reforzara el liderazgo del presidente Artur Mas. Y aquí, no hay duda de que si bien la mayoría es grande, dos veces y media más de diputados respecto de la segunda fuerza, en ningún caso es la mayoría prevista.
De este escenario parlamentario, ¿qué podemos esperar? Por un lado, la aspiración soberanista mayoritaria se confirma, pero el camino será más largo. En segundo lugar, queda claro que la gobernación del día a día no será cómoda para CiU, que debería establecer un pacto estable con ERC. Será más complicado, sí, pero nadie puede decir que no tenga también algunas ventajas, añadiendo más sensibilidad social dentro de los estrechos márgenes disponibles. Finalmente, los independentistas, estos resultados nos hacen tener los pies en el suelo y, por tanto, nos permitirán hacer mucho mejor todo el proceso político que queda hacia la independencia.
Salvador Cardús
Primer asalto
Los resultados de las elecciones de este 25-N tendrán que ser estudiados con mucha atención para poder interpretarlos correctamente y sacar conclusiones útiles sin quedar atrapados en argumentaciones autojustificadoras o autocomplacientes. En esta mirada de urgencia, por lo tanto, con las urnas aún calientes, los ¿por qué? todavía son imposibles de establecer. Sin embargo, hay que admitir que hay muchos qué destacables. Veamos algunos.
En primer lugar, ha habido una muy buena participación. Y este dato, que es democráticamente muy positivo, puede explicar algunas de las sorpresas de la noche. Más participación indica una captación de voto nuevo para el Parlament, tanto entre los que nunca participaban en elecciones que no fueran españolas como entre los que desde posiciones más radicales no encontraban una fuerza política que los representara. Más participación, en todo caso, ha dado lugar a más pluralidad. Y el incremento de complejidad, hay que reconocerlo, dificulta la gobernabilidad y al mismo tiempo mejora la representatividad.
En segundo lugar, es cierto que los resultados no se pueden interpretar con la clave de la manifestación del Onze de Setembre en la cabeza, sino que hay que añadir una variable determinante como son las políticas de dramática austeridad que se han tenido que aplicar en los últimos dos años. Sin embargo, y por encima de todo, lo que no se puede dejar de lado es el juego sucio mediático que ha ocupado la segunda parte de la campaña electoral, ni la lógica del miedo en la que se han abonado los partidos estatales y sus líderes. Ciertamente, es difícil medir el impacto, pero la presión ha tenido unas dimensiones bárbaras. Ahora bien, contribuye a pensar que el juego sucio ha pesado mucho en los resultados el hecho de que las encuestas previas a las falsas denuncias de El Mundo apuntaban unos resultados completamente distintos. Escribí que tendríamos una campaña “intervenida”, y ahora sería absurdo negar que esta intervención española no ha tenido graves consecuencias.
Finalmente, hay que reconocer que, a pesar de la gran movilización soberanista que el país ha vivido estos últimos años, la capacidad de la sociedad civil para establecer una mayoría social soberanista queda muy lejos de las previsiones. Y, en este caso, no se puede apelar al juego sucio ni a la política del miedo, que no debería haber tenido un impacto tan grande en esta parte de sociedad. El Parlament conserva la mayoría soberanista con 87 diputados, y la misma minoría unionista de 48. El soberanismo, pues, no ha perdido el primer asalto. Sólo ha comprobado la dureza del combate. Y lo reconozco: el combate será más largo de lo que uno se había podido imaginar.
Maite Soroa
Pierden y creen que ganan por goleada
Los periódicos del día después de las elecciones de Catalunya estuvieron llenos de exabruptos, coinciden- cias sospechosas y frases apocalípticas. Y cada uno leyó los resultados para acomodarlos a las opiniones prefabricadas. Miren, miren ustedes y valoren por sí mismos.
Servidora comenzó su repaso por la prensa internacional que muy unánimemente considera que Catalunya ha iniciado el camino hacia la independencia, que el veredicto de las urnas deja un hemiciclo con dos terceras partes favorables al derecho a decidir, y que la realidad catalana refleja una mayoría sólida partidaria de ese derecho. Cuestiones que a mí me parecen de rigor intelectual, de análisis equilibrado y de sentido común.
Pero la prensa del infraebro vive en otro planeta y ve los números con otros anteojos. «Abc» titulaba en primera «Cataluña rechaza la independencia» y su editorial, «Cataluña no sucumbe al separatismo». «La Razón», «Adéu Mas, a Cataluña le gusta España» y «El Mundo», tras defender que Mas protagonizó el mayor ridículo electoral, titulaba «Mas entra en la Historia». O sea, que para los diarios del facherío mediático los números le dan la victoria -y de unas proporciones históricas- al proyecto español. Y leyendo la letra pequeña, encima, en su versión más casposa. Ver para creer. Sin comentarios.
Que el president Artur Mas ha perdido voto popular y 12 escaños es incuestionable. Y que el proceso soberanista tendrá unos tiempos y una gestión compartida es algo saludable que a servidora no le disgusta. Cierto es que «La Vanguardia» y «El Periódico de Catalunya», titulaban en primera «Duro castigo a Mas» y «Batacazo» respectivamente, pero lo que me pone la mosca detrás de la oreja es que « El Diario Vasco» y «Correo» por un parte, y «Deia»por otra, en teoría tan diferentes, titulen tan igual. «Fracasó el plan de Mas», «Fracaso de Mas» y «La apuesta de Mas fracasa». A mí me parece una sospechosa coincidencia, muy reveladora.
La gravedad del momento ha movilizado a los catalanes como nunca antes y el camino al referéndum de autodeterminación está despejado. Ese proceso no lo conducirá CiU en solitario, pero está en marcha y encauzado. Mal que le pese a la administración colonial española.