Quien esto firma es un profesor bilingüe (euskara-castellano) de una universidad pública, la Universidad del País Vasco-Euskalerriko Unibertsitatea. No he podido por menos que sentirme insultado por las palabras que he leído pronunció el presidente del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz; el pasado día cuatro en el Parlamento foral navarro y en las que, entre otros despropósitos, decía que “una universidad pública bilingüe sería una mala universidad”.
Es cierto lo que reza aquel viejo aforismo que indica que “la ignorancia es muy atrevida”. Este señor parece ignorar que la Universidad monolingüe, en latín, obviamente, es algo que fue desapareciendo desde hace unos doscientos o trescientos años, según los países, dando paso a una universidad en la que según los temas, se explicaba en el idioma vernáculo o se seguía en latín. En las más prestigiosas universidades centro europeas, por supuesto muy por encima de la mayoría de las universidades monolingües españolas, esta situación seguía siendo una realidad incluso a comienzos del siglo XX.
La introducción del idioma vernáculo en las universidades supuso, entre otras cosas, la democratización de las mismas, en el sentido de posibilitar el acceso a ellas de capas de población más amplias, rompiendo con el elitismo y el clasismo. Yo entiendo que personas que deseen que el euskara sea un idioma que o bien desaparezca de un determinado territorio o bien quede limitado en él a ser vehículo exclusivo de expresión de pastores y labradores, no desee que el mismo entre en la universidad y posibilite el acceso a ella de personas que puedan exigir se les atienda en su propio idioma.
Los idiomas, todos los idiomas vivos, y el euskara, aunque le pese al Sr. Sanz, es un idioma vivo en Navarra, se van haciendo día a día. Día a día aparecen nuevos aparatos, nuevos conceptos, nuevas ideas que necesitan ser expresadas y así cada idioma, bien desde su propia cantera bien adaptando a su ser los términos provenientes de otras canteras, va creciendo, desarrollándose y actualizándose. Y todo esto se hace, en gran parte, en la Universidad. Así, tomando un ejemplo que el mismo Sr. Sanz cita al mencionar que “lo importante no es saber cómo se dice hipotenusa o cateto en vascuence, sino tener claros los conceptos de la geometría”, este señor parece ignorar que Pitágoras, siglo VI antes de Cristo, cuando, al estudiar el triángulo rectángulo, tuvo necesidad de denominar los lados de dicha figura los expresó con esas palabras, pronunciadas en griego, obviamente, y que posteriormente en los centros de estudio, primero y en la calle, después, todos los idiomas las han adoptado a su propia idiosincrasia y grafía, así si en euskara decimos “hipotenusa” y “katetu” tenemos igual derecho que el que en castellano, tomándolo también del griego, dice “hipotenusa” o “cateto”.
Estoy de acuerdo con el Sr Sanz en que para el estudiante “lo importante es tener claros los conceptos de la geometría”, pero para ello un navarro euskaldun tiene mucha mayor facilidad si ese concepto se le explica en su propio idioma, en euskara, que si a la posible dificultad de comprensión del concepto se le añade, en algún grado, la dificultad idiomática, a esto se le llama ni más ni menos que discriminación. De todos modos es comprensible el posicionamiento del monolingüe Sr. Sanz, no es, otra cosa que una manifestación de lo que se puede denominar “complejo de monsieur Jourdan”. Nos relata el dramaturgo francés Moliere en su obra “El burgués gentilhombre” la historia del comerciante nuevo rico, monsieur Jourdan, que aspirando a ser considerado persona culta y ser recibido en la Corte contrató a un profesor para que le diera clase de literatura, quedando maravillado de su innata sapiencia cuando se enteró que él hablaba en prosa, sin necesidad de ninguna preparación previa. Algo así les ocurre a muchos monolingües hispanoparlantes, incluso navarros, que no se dan cuenta de que hablan en castellano, les parece tan natural como el respirar o como a Mr. Jourdan hablar en prosa, pero, esto no deja de ser una manifestación de ignorancia el no darse cuenta que es una opción como puede haber otras. Es claro que el castellano es un maravilloso idioma, que hoy día en nuestro entorno es necesario conocerlo, pero, que no es ni mejor ni peor que otros para expresar sentimientos, aprender conceptos, relacionarse, es decir, para vivir y que durante muchos siglos la mayor parte de los navarros no han tenido necesidad de él.
Volviendo al tema de la universidad y el idioma no estará de más el recordar que, perdido el latín y tras un periodo no muy largo de monolingüismo, hoy día en nuestros lares nadie medianamente enterado, defiende una universidad monolingüe. Por razones que no hacen al caso, el inglés es un idioma que también y cada vez más, tiene cabida en nuestras aulas, laboratorios y publicaciones; nuestras universidades, sin considerar el euskara, ya son, pues, en cierta medida plurilingües. Por otro lado, todos los expertos del mundo nos señalan cómo el conocimiento de idiomas tiene un efecto positivo en la conformación de la mente de la persona, cómo abre la misma a otras perspectivas, a otros matices que el monolingüe difícilmente puede llegar a percibir o comprender.
Actualmente nadie pone en duda que todo idioma es un monumento cultural que se debe cuidar tanto o más que otros monumentos culturales, sobre todo cuando están en peligro. Pues bien, el euskara, la lengua más antigua del occidente europeo, que únicamente tiene asiento natural en Euskal Herria (véase al respecto la definición de este concepto hecha por el navarro Axular) como monumento cultural que es, como “lingua navarrorum” que es, como idioma que ha sido perseguido hasta llegar a estar en trance de desaparición debe, en mi opinión, ser mimado desde las administraciones que actúan en Euskal Herria, lo demás, aparte de ser un crimen desde el punto de vista de la cultura, sería la manifestación del bajísimo nivel cultural de quienes rigen esas administraciones.
P.D: Recordemos que el profesor universitario de mayor nivel internacional que tiene Navarra en la actualidad, Pedro Miguel Etxenike es un profesor euskaldun que trabaja en una universidad pública que por ser bilingüe según la afirmación del Sr. Sanz antes recordada debe ser “una mala universidad”.