El «sentimiento» totalitario de García Albiol

Si hay algo que es bastante sabido en Cataluña es que el PP es el heredero ideológico del franquismo y la versión española del Frente Nacional francés. Ambos son partidos de extrema derecha que comparten una misma ideología supremacista y nacionalimperialista, que mantienen comportamientos totalitarios, racistas, xenófobos y homófobos y que fueron fundados en los años setenta del siglo XX por fascistas como Jean-Marie Le Pen y Manuel Fraga Iribarne. Este último, además, no renegó nunca de su pasado como ministro de un régimen que cometió miles de crímenes contra la humanidad. De hecho, cuarenta años después de la muerte de Franco, el PP sigue sin renegar de estas raíces y negándose a condenar el franquismo. No es extraño que en las últimas elecciones municipales no encontraran candidatos y se vieran obligados a elaborar listas fantasma en ciento cuarenta municipios de Cataluña.

Llegados aquí, la elección de Xavier García Albiol como candidato del partido a las elecciones plebiscitarias del 27-S es absolutamente coherente. García Albiol ya fue reafirmado por su partido en 2010 a pesar del carácter xenófobo de los panfletos que repartía en Badalona diciendo: “No queremos rumanos”. No era, por tanto, una acción individual, sino de partido. Y la prueba es que todo el mundo puede ver las imágenes de Alicia Sánchez-Camacho a su lado repartiendo esa inmundicia. La misma inmundicia que nutría la frase “Limpiando Badalona”, con la que Albiol, reconvertido en una especie de Mister Proper, se presentó a las municipales de 2015 y que fue denunciada a la Comisión Europea. El término “limpiar”, referido a colectivos humanos, provoca bascas en toda persona con principios democráticos, porque evoca las trágicas “limpiezas” de carácter étnico que el supremacismo ha hecho a lo largo de la historia, pero todavía me provoca más el hecho de oír esta expresión en labios de alguien que se atreve a dar lecciones de democracia mientras pide “guerrilleros” para hacer “callar para siempre” a los independentistas.

Dice García Albiol que por más mayoría absoluta que obtenga el independentismo el 27-S no servirá de nada, porque Cataluña debe seguir siendo España hasta el fin del mundo. Es decir, que sea cual sea el veredicto de las urnas, la España totalitaria no hará caso por la sencilla razón de que el dueño nunca hace caso de la opinión del esclavo. Entre otras cosas, porque la única potestad reconocida al esclavo es la de la resignación, no la de la libertad. Y para remachar el clavo del esclavo, Albiol concluye: “Yo me siento profundamente catalán [como un vallisoletano se siente castellano], pero no quiero que nadie me obligue a renunciar a mi sentimiento de ser español”. ¿Y quién obliga al señor Albiol a renunciar a ningún sentimiento? ¿Es que no tienen sentimientos, también, el resto de catalanes? ¿Es que no es porque tienen sentimientos divergentes, por lo que los pueblos civilizados dirimen sus conflictos en las urnas? Los que llevan un dictador en el cuerpo son alérgicos a las soluciones democráticas e imponen, además de un pensamiento único, un sentimiento único: el suyo. Y todo el mundo se debe subordinar a él.

En una Cataluña independiente, el señor Albiol podrá continuar sintiéndose español, del mismo modo que no dejaría de sentirse así si viviera en Francia, en Italia o Dinamarca, y de igual también que muchos ciudadanos que viven aquí se sienten alemanes, ingleses u holandeses sin exigir que, de acuerdo con este sentimiento, Cataluña pertenezca a Alemania, a Inglaterra o a los Países Bajos. Es la diferencia que hay entre un sentimiento democrático y un sentimiento totalitario, como el del señor Albiol.

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