Parte de Occidente asiste sorprendido desde hace siglos a que las distintas regiones africanas tengan sus propias dinámicas y características políticas y sociales. Pero no deberían intentarse explicar los cambios en África —como el que está ocurriendo ahora en el triángulo Mali-Burkina-Níger— sin tenerlas en cuenta de forma autónoma.
El golpe de estado en Níger del pasado 26 de julio ha dejado a África occidental dividida entre los países que apoyan a la junta militar golpista -Mali, Burkina Faso y Guinea- y los que han dicho públicamente que asistirían a una intervención militar al país para devolver al poder al presidente electo en 2021, Mohamed Bazoum, que son: Nigeria, Costa de Marfil, Benín y Senegal. El resto de países que conforman la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO): Gambia, Cabo Verde, Ghana, Guinea-Bissau, Liberia, Sierra Leona y Togo, no se han pronunciado al respecto.
Los países del bloque solidarizado con Níger también están liderados por juntas militares que llegaron al poder a través de un golpe de estado. En 2021, tanto Assimi Goïta en Malí como Mamadi Doumbouya en Guinea asumieron la presidencia de su país y, en 2022, Ibrahim Traoré lo hizo en Burkina Faso. Los tres, militares de carrera, organizaron el motín bajo diferentes organizaciones de las que se han convertido en presidentes: en Guinea, el Comité National du Rassemblement pour le Développement (CNRD); en Malí, el Comité National pour le Salut du Peuple (CNSP), y en Burkina Faso, Mouvement Patriotique por la Sauvegarde et la Restauration (MPSR). Ahora, en Níger, la junta militar se ha organizado bajo el nombre de Conseil National Pour Sauvegarde de la Patrie (CNSP).
Los cuatro golpes de estado, además, han tenido un carácter anticolonial, que alejan a los países de la antigua metrópoli, Francia, y de la llamada “Francafrique”: la influencia cultural, política y económica que ésta ha mantenido sobre éstos países africanos después de su independencia a inicios de la década de 1960. Así, este nuevo bloque, situado en el Sahel central, se erige en un cambio histórico de países soberanos que se abren al mundo más allá de su vínculo colonial. Tal y como explica el historiador Idrissa Rahmane (1), “los observadores occidentales quedaron atónitos por la noticia que hacía escalar el estatus del país [Níger] como ‘último hombre en pie del Sahel’, un modelo de estabilidad y democracia en el imaginario de los diplomáticos occidentales”.
De hecho, el propio historiador apunta en este artículo (2) que el Sahel siempre se ha descrito y visto desde Occidente como “una tierra en algún lugar del continente que Hegel desterró de la historia”. El Sahel es una franja semidesértica que atraviesa el continente africano desde el Atlántico hasta el mar Rojo. Pero no puede ser que aquí no haya habido nada; y menos, historia.
Mapa con los países de África Occidental Autor/a: David Fornés/ Nationalia: https://www.racocatala.cat/imatges/images/mapa-sahel.png
Pueblos hermanos
Tras un consejo de ministros celebrado en Uagadugú, capital de Burkina Faso, en febrero de este año, el primer ministro maliense, Choguel Kokalla Maïga, y su homólogo burkinabé (*), Apollinaire Kyelem de Tambèla, hicieron pública la idea de crear una federación entre ambos países para luchar contra el terrorismo y hacer frente a las cuestiones humanitarias. “Los pueblos ya están federados; es la artificiosidad administrativa y las políticas las que nos separan”, decía Kyelem de Tambèla.
Desde el siglo XV hasta finales del siglo XVI una parte de los actuales Mali, Burkina Faso y Níger formaban parte del Imperio Songhai, uno de los grandes imperios islámicos, que seguía el curso del río Níger y tenía su capital en Gao, en el actual Malí. Songhai había sido el sucesor del Imperio de Malí, liderado por uno de los hombres más ricos de la historia, el emperador Mansa Musa. Ni el pueblo songhai ni el mandinga (del imperio de Malí), de religión musulmana, pudieron conquistar más territorio, ya que el reino Mossi (en el actual Burkina Faso) se enfrentó a él. Esta historia de vinculaciones y separaciones ayuda a contar que, hoy, dentro de un mismo país como Burkina Faso haya personas que hablan dyula —una variedad mandinga— o moore —idioma del pueblo mossi— que entre ellas no se entienden y que, en cambio, algunos burkinabeses sí que puedan entenderse con una persona de Mali que hable bambara porque esta lengua forma parte de la familia mandinga.
Para ambos ministros, pues, recuperar la memoria histórica también forma parte del discurso anticolonial y de reclamar la posición de África en la historia que Occidente se ha dedicado a desencajar. Porque entender que el imperio de Mali ha sido uno de los más ricos y poderosos del mundo derrumba la idea según la cual en África siempre han sido pobres: es en este tipo de discursos que tanto Burkina Faso como Mali han puesto más énfasis en estos últimos tiempos.
Frente militar
La necesidad de traspasar fronteras coloniales también se debe al fracaso de los programas de seguridad de Naciones Unidas, de la Unión Europea y del liderazgo de Francia para detener el avance del terrorismo yihadista en el Sahel. Desde el despliegue de la Operación Barkhane en Malí en 2015 —donde Francia envió a 5.000 soldados— o la fuerza de coordinación militar G5-Sahel, que se inició en 2014, los soldados de la MINUSMA y todas las operaciones, programas de seguridad y de mantenimiento de la paz en la región no han tenido resultados positivos, sino todo lo contrario. Desde 2015 hasta la actualidad las muertes y ataques a causa del terrorismo sólo han aumentado. Además, los grupos terroristas han logrado ganar territorio y establecerse en las sociedades. La zona más afectada y fuera de control de cualquier estado es, precisamente, la que se sitúa en torno a la triple frontera que conecta Mali, Burkina Faso y Níger.
Malí y Burkina Faso ya han lanzado operaciones militares conjuntas en territorios fronterizos y varios medios apuntan a que el antiguo jefe del ejército nigerino, Salif Mody, había viajado a Bamako para negociar medidas de seguridad. Una aventura que Bazoum, aliado del bloque occidental, no toleró: decidió enviar a Mody de embajador a los Emiratos Árabes Unidos en abril de 2023. También corre el rumor de que Bazoum habría querido destituir al jefe de su propia guardia presidencial, Abdourahamane Tchiani, el general que ha liderado el golpe de estado en Níger y que ahora encabeza el país. Aún es demasiado pronto para saber cuáles han sido exactamente los motivos. Lo que sí es evidente es que Tchiani ha seguido, en un tiempo muy corto, los mismos pasos de Uagadugú y Bamako. Un ejemplo es el comunicado que afirma la suspensión de los acuerdos militares con Francia. Tchiani ha dado entre uno y tres meses a las tropas francesas desplegadas en el territorio nigerino para marcharse del país.
Los PIB de Mali, Burkina Faso y Níger suman juntos un total de 53,8 miles de millones de dólares. Muy por debajo del PIB de Nigeria, la mayor potencia de África occidental, que suma 440,8 miles de millones de dólares. Los tres países sahelianos tienen una densidad de población muy baja, pero sin embargo viven 68 millones de personas. Estos países ocupan las posiciones más bajas en el Índice de Desarrollo Humano y, a pesar de haber recibido millones de euros en ayudas al desarrollo desde su independencia, no han visto mejorar las condiciones de vida de sus gentes.
Si bien las juntas militares de Mali y Burkina Faso buscan romper todos los lazos con la antigua metrópoli, en el plano económico todavía tienen mucho trabajo por hacer. Por un lado, los tres países dependen del franco CFA –que en un inicio significaba “Colonias Francesas de África”–, una moneda colonial ligada al euro y que obliga a los países a inyectar la mitad de sus divisas en el Banco de Francia. Por otra, grandes multinacionales y empresas como las de telecomunicaciones (Orange) son de capital francés. Sin tener una solución a corto plazo cabe destacar iniciativas como la creación de un programa de emprendimiento comunitario a través del accionariado popular que se ha llevado a cabo en Burkina Faso para generar industria alimentaria propia y así depender menos de las importaciones extranjeras. Un proyecto que el presidente de la transición en Burkina Faso, el capitán Ibrahim Traoré, presentó este mes de junio: “Consiste en hacer del pueblo el propietario del capital y del trabajo”, aseguraba.
Conflictos intercomunitarios
Más allá de la lucha terrorista y las políticas de las juntas militares, cada país tiene tensiones intercomunitarias, pero hay una concreta que recorre todo el Sahel. El pueblo peul (también conocido como fulani, o fulbe), presente en todo el Sahel central, y de tradición nómada o seminómada, se ha dedicado a lo largo de los siglos a la ganadería y fue de los primeros en practicar el islam en África occidental. Durante una época controlaban el comercio del Sahel, ya que se conocían las rutas por esta zona semidesértica e implantaron imperios, emiratos y califatos. Sin embargo, con la llegada de los colonos europeos se potenciaron los pueblos agrícolas y sedentarios. Por eso, las capitales de estos tres estados —Bamako, Niamey y Uagadugú— se encuentran un poco por debajo de la franja propiamente saheliana. La creación de estados centralistas privilegió a unos pueblos, que son los que consiguieron más poder, por delante de otros que quedaron despreciados, como los peules. Actualmente, son un pueblo estigmatizado, puesto que se le relaciona directamente como colaborador del terrorismo. Según publicaba El País, 10.000 miembros de la comunidad peul han desaparecido o han sido asesinados desde 2015 en Mali y Burkina Faso.
El golpe de estado en Níger no sólo ha demostrado que el Sahel no es una región sin historia, sino que la está escribiendo de nuevo.
(*) Alto Volta fue el nombre que la colonia francesa dio a la actual Burkina Faso. El líder revolucionario Thomas Sankara cambió su nombre al país en 1984. Burkina, en lengua moore, significa ‘íntegro’. Faso, en lengua dyula, significa ‘patria’. La terminación proviene de la lengua peul, que no distingue el plural del singular. Rompiendo con la lengua colonial, Sankara unió a los pueblos predominantes en el país para darle un nuevo nombre. Aunque no está aceptado en la mayoría de los medios de comunicación, yo utilizo el gentilicio burkinabé, puesto que explica mucho mejor la amalgama de pueblos del continente.
Nationalia
Nationalia es el diario de las naciones y pueblos sin estado. Editado por el CIEMEN desde 2007, es una forma diferente de mirar al mundo y alejada de una visión hegemónica centrada en los estados como actores principales de la escena internacional.
www.nationalia.cat
(1) https://newleftreview.org/sidecar/posts/rule-by-junta
(2) https://newleftreview.org/issues/ii132/articles/rahmane-idrissa-the-sahel-a-cognitive-mapping
RACÓ CATALÀ