El rol de la Guardia Civil en Cataluña

“La Guardia Civil es el Estado, es Madrid, en cualquier punto del país”

Diego López Garrido

Una de las mejores cosas que han dejado los hechos de Octubre de 2017 es sin duda el despertar general dentro del independentismo sobre el hecho de que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional española son en Cataluña poco más que fuerzas de ocupación. Están, no para salvaguardar el cumplimiento de nuestras leyes, sino, por el contrario para violarlas en su caso en su deber casi religioso de proteger la unidad de España.

Los incidentes catalanófobos son recurrentes por parte de sus agentes con tricornio, que se dan ahora, como se daban en los años 80. Por suerte, sin embargo, ahora las redes sociales hacen más fácil la denuncia aunque no sean una sorpresa. Una de las patrióticas tareas de la Guardia Civil durante el franquismo era dedicarse a denunciar parroquias catalanas por hacer las prédicas en catalán o retirar banderas de Montserrat. Como dijo Vicens Vives, nada sospechoso de ser un exaltado separatista: “La Guardia Civil fue en Cataluña un elemento de castellanización, un camino oculto pero deliberadamente querido, para cambiar la mentalidad de la tierra”.

Sobre todo en los últimos años, todo el mundo con un poco de memoria puede recordar los infaustos informes del ‘teniente’ Baena, siempre dispuesto a desfigurar los hechos con el fin de hacerlos encajar en algún delito o violar los derechos más fundamentales para poder demostrar que alguien trabaja para conseguir la independencia. Del mismo modo, los informes de la Guardia Civil sobre los CDR encarcelados durante tres meses (!) por terrorismo sin ninguna prueba y sin que ningún indicio, con acrónimos inventados y explosivos imaginarios algún día pasarán a la historia de la literatura represiva. Ahora le ha tocado a Josep Lluís Alay, a quien quitaron el móvil durante la detención de la Volhov para encontrar los indicios de delito que seguro que estaba cometiendo. Como no encuentran delito, han decidido airear sus mensajes con la correspondiente manipulación habitual con la suerte que el The New York Times han decidido publicarlas para compensar los reportajes anteriores denunciando la represión del Estado. Ya no sorprende, pero nos hemos pasado durante tres días hablando de unos textos conseguidos mediante la violación del derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones y la correspondencia, un derecho que incluso era protegido en las constituciones catalanas de 1705-1706 pero que el Estado español viola sin pudor si lo que hace falta es combatir el independentismo.

Está claro que todo ello no es ninguna novedad, y es que deberíamos recordar que ya en su momento la Guardia Civil mintió por activa y por pasiva para conseguir y justificar los fusilamientos del president Companys o del escritor Carles Rahola a principios del franquismo entre muchos otros. Las torturas y asesinatos cometidos en las postrimerías del régimen nunca fueron investigadas ni las responsabilidades depuradas (Martín Villa personalmente se ocupó de protegerlos), y así es como de la noche a la mañana nos quisieron hacer creer que los fascistas y ultranacionalistas españoles que poblaban el cuerpo de repente se habían vuelto demócratas y amantes del plurilingüismo.

En todo caso, y a la espera de que el ‘teniente’ Baena y sus acólitos con tricornio ganen algún premio de ciencia ficción y literatura creativa, es triste ver algunos silencios ante esta nueva violación de derechos contra Alay y Boye, como ya ocurrió durante la prisión preventiva a los CDR. No tener claro que la Guardia Civil tiene la intención de destruir el movimiento independentista, si es necesario físicamente, es no haber entendido nada de lo que nos ha pasado en los últimos años. Esto no va de tener razón, sino de que el bando de los que defienden la unidad de España han decidido que los derechos fundamentales no se aplican cuando hay que reprimir el independentismo por democrático que sea. En este sentido, los corros plenos de risas de Baena con los dos Zaragozas (el fiscal y el político del PSC-PSOE) son un buen recordatorio de la imbricación de la Guardia Civil con el poder político y judicial.

Acabemos. Personalmente no tengo fe alguna en la mesa de diálogo, pero si se quiere pactar algo pueden empezar por la retirada de la Guardia Civil y la Policía Nacional de Cataluña. Han actuado, actúan y tienen la intención de actuar como fuerzas de ocupación, con la voluntad de violar tantos derechos como sea necesario para mantener la unidad de España. Sus propias instrucciones de 1943 para evitar una invasión aliada explican mejor que nada su mentalidad colonial: “Detener o destruir a los paracaidistas y sus cómplices indígenas, dedicando preferente atención a estos últimos”. Sí, “indígenas” amigo lector. Y por “preferente atención” ya sabemos todos a que se referían. ¿No?

  1. Para confeccionar el artículo y las citas históricas he partido del trabajo de Josep Clara “La Guardia Civil: Espina dorsal del Estado español en Cataluña” (1844-2018), publicado por Editorial Base, a quien agradezco el trabajo y espero que tenga difusión para mejorar el conocimiento que tenemos de este desgraciado cuerpo de agentes tricórnicos.

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