Navarra 1512-1530: diario de la conquista
4 de febrero de 1516
COMO pudimos ver la semana pasada, el día 23 de enero de 1516 había fallecido Fernando el Católico. El explosivo cóctel afrodisíaco de lytta vesicatoria, mezclado con grandes cantidades de testículos de toro, no solo no produjo el efecto deseado sino que, literalmente, reventó el corazón del Falsario. Y la noticia, cuando se supo, produjo esperanza y alegría en Navarra, puesto que se planteaba una sucesión previsiblemente difícil, y creían que podía ser un buen momento para intentar otro ataque. El mariscal Pedro, la persona militarmente mejor preparada de todo el reino, se encontraba por aquellos días en Italia, combatiendo a los españoles junto a sus aliados franceses. Al recibir la noticia, no obstante, emprendió el regreso a Navarra a todo galope, para ponerse a disposición de Juan III y Catalina y hacerse cargo de la situación. Venían con él sus mejores capitanes, aunque algunos navarros, como el bravo señor de Olloki, habían quedado muertos en los campos de batalla italianos.
La marcha de la guerra en Italia pintaba mal para los franceses, y consecuentemente tampoco iba bien para los intereses legitimistas navarros. El día 4 de febrero de 1516 el mismísimo rey de Francia, Francisco I, escribió una carta a los monarcas navarros. En ella les animaba a atacar, pero les avisaba de que no podría enviarles tropas de apoyo, y consecuentemente tendrían que intentar recuperar el reino con sus propios medios. En Navarra, mientras tanto, la población estaba ya muy cansada de los desmanes de la soldadesca ocupante. Un informe encargado por el cardenal Cisneros al condestable de Castilla le avisaba de que “los navarros comenzaban a llevar mal la dominación española”, y de que hasta los beaumonteses deseaban ya la vuelta de Juan de Albret. Y un legitimista navarro, Francés de Ezpeleta, declararía meses después, desde su presidio en el castillo de Atienza, que por aquellos días sabían que “por el tratamiento que se hacía a los navarros, estos se alzarían y rebelarían”. Con esa esperanza se puso al mando del ejército navarro el mariscal don Pedro, tomando rumbo al sur, hacia el valle de Roncal, para ir al encuentro de su destino, es decir las penalidades, la derrota, el cautiverio y la muerte. Pero esa es otra historia…