El régimen del 78 y Pujol

Gracias a los medios de comunicación que colaboraron activamente, es decir, delictivamente- en la denominada ‘operación Cataluña’, hoy Jordi Pujol es un curioso condenado sobre quien no pesa ninguna condena. Conviene recordar que la red criminal de corrupción, extorsión, falsedad documental, malversación y amenazas de la ‘operación Cataluña’ es la que obtuvo ilegalmente la información sobre el dinero de la familia Pujol en Andorra. Esta red, dicho sea de paso, es la misma que se inventó el número de la cuenta corriente de Xavier Trias en Suiza, por ejemplo. Con la complicidad directa del PP, el PSOE y Cs, de la iniciativa patriótica perpetrada desde las cloacas del Estado no se sabrá nunca nada, como tampoco nunca sacaremos agua clara sobre la presunta complicidad de estas mismas cloacas en el atentado terrorista de agosto de 2017, organizado por un delincuente que estaba protegido por los servicios secretos españoles. Hago esta introducción porque pienso que ni en el caso de Pujol ni en el del sursumcorda podemos permitirnos el lujo de chuparnos el dedito con tanta alegría.

 

Pujol cometió un error que no resultaría exagerado calificar de histórico, y hace cinco años, el 25 de julio, lo agravó explicando una historia sin pies ni cabeza. El camino hacia el referéndum de autodeterminación que se acabaría celebrando el 1 de octubre de 2017 se vio seriamente afectado. Jordi Pujol, el político catalán más importante desde Prat de la Riba -que siempre ha sido su referente político-, perdía toda su credibilidad de una manera repentina, y con ese punto de dramatismo truculento y anticuado de los sainetes decimonónicos. Pero quien quedaba gravemente tocado era, en realidad, el nacionalismo catalán en su conjunto. Porque aquello no cuestionaba sólo la figura de Pujol, ni la de CiU, ni la de determinadas personas y organizaciones de su entorno. No: la figura de Pujol es muy anterior a la Transición. Muchísimo. Por eso discrepo de Josep Ramoneda cuando, el domingo pasado, afirmaba que “la victoria [en las primeras elecciones autonómicas] lo convirtió [a Pujol] en un personaje clave de la Transición: el encargado de encuadrar a Cataluña, el gran enigma, en el nuevo régimen”. Pues no: en 1975, Pujol ya llevaba más de un cuarto de siglo luchando por la reconstrucción nacional de Cataluña, con prisión incluida.

 

Hace unos años, dirigí la tesina de la periodista Anna Roig sobre la revista Forja, editada por la escuela Virtèlia (1) desde 1945. El que durante casi 24 años fue presidente de la Generalitat de Cataluña no fue nunca alumno del centro, pero estuvo vinculado al mismo a través de la Cofradía de la Virgen de Montserrat de Virtèlia como cofrade mayor. En ese trabajo académico, Roig recuperaba los primeros artículos del político catalán en la revista. Tienen un interés histórico extraordinario, porque dejan entrever con una claridad desconcertante el talante del futuro presidente de la Generalitat. Siendo casi un adolescente, Pujol defiende lo mismo que defendió ostentando el poder, que es lo mismo que afirma hoy, ya fuera de la vida pública.

 

Desde el oportunismo sórdido de quienes, en los años 70, fueron dando saltitos del falangismo a la extrema izquierda de feria, y de allí a la socialdemocracia de moqueta en los años 80, la coherencia de Pujol resultó siempre imperdonable. Actuaba como un espejo dolorosamente incómodo. Dirigido por un ex alto cargo franquista como Cebrián, ‘El País’ logró reunir en su sección de opinión la colección más vistosa de nietos, hijos o sobrinos de falangistas. Por lo menos en Cataluña, su trabajo era pontificar contra Pujol. Sus padres clamaron por la ‘lengua del imperio’ y ellos, con el lenguaje amanerado del cosmopolitismo progre, defendieron que el catalán fuera relegado a las caramelles (2). Decían, pues, exactamente lo mismo, pero con otro registro.

 

No, Pujol no es un personaje de la Transición. Cebrián, en cambio, sí: representa la esencia de aquella aceitosa impostura -una impostura de clase, por decirlo en términos marxistas, que aún dura-. Pujol tampoco fue el encargado “de encuadrar a Cataluña en el nuevo régimen”. Esto lo hicieron, precisamente, los colaboradores de dicho Cebrián, que era una especie de ministro plenipotenciario de Felipe González, sobre todo en la época de la Gran Corrupción. Conviene recordar que el caso GAL, por ejemplo, no lo denunció ‘El País’, sino ‘El Mundo’. En definitiva: el quinto aniversario de la confesión de Pujol debería servir para conmemorar también las docenas de silencios hipócritas que han caracterizado la putrefacción estructural del régimen del 78.

 

(1) https://ca.wikipedia.org/wiki/Escola_Virt%C3%A8lia

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Caramellas

ARA