El recrecimiento de Yesa, un pozo sin fondo de dinero público y de riesgo

El recrecimiento del pantano de Yesa sigue adelante con las obras para convertirlo en el mayor embalse del Pirineo a pesar de que ya se han dicho muchísimas cosas, muchas de ellas muy preocupantes e inquietantes, como que la presa se asienta sobre una falla, tal y como reveló el estudio de impacto ambiental; que su presupuesto ha pasado de 113 millones de euros por el que se adjudicó la obra a un presupuesto para 2023 que plantea llegar hasta los 500 millones en 2025; que sus laderas son inestables y que esa inestabilidad es la causa principal del encarecimiento y el retraso de una obra que ha pasado por un baile incesante de fechas de finalización; y que un eventual colapso provocaría una catástrofe que arrasaría la ribera del Aragón y del Ebro engullendo pueblo enteros.

Más de 21 años han pasado desde que Jaume Matas, entonces ministro de Medio Ambiente, y que actualmente cumple varias condenas por corrupción, pusiera la primera piedra el 18 de mayo de 2001 y con ella se inauguraba las obras de recrecimiento de Yesa. Desde entonces se han sucedido la redacción de diversos informes técnicos que han señalado que existe una enorme incertidumbre sobre cómo se comportarían esas laderas al añadir el peso de miles de millones de litros adicionales, al pasar de un embalse de 447 hectómetros cúbicos a otro de 1.079.

La inestabilidad de la ladera derecha, por la que hace unos años se desalojaron e indemnizaron por expropiación forzosa a 102 familias propietarias de viviendas en las urbanizaciones del Mirador de Yesa y Lasaitasuna al agrietarse el suelo sobre el que se asentaban como consecuencia de las obras, fue ratificada por un informe del área de Seguridad de Infraestructuras y Geotecnología de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) que aportó a los trabajos de seguimiento iniciados en 2013 dos datos llamativos: la ladera derecha lleva moviéndose desde finales de 2012 y un deslizamiento de marzo de 2014 sigue provocando desprendimientos y agrietamientos en esos suelos más de un lustro después y tras haber acometido varias actuaciones de saneamiento.

Más adelante, y con varios estudios realizados de por medio, en septiembre de 2022, salió a la luz un informe encargado al Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de España por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que ha confirmado que la ladera está rota y que la obra está plagada de interrogantes. El informe, que ha sido ocultado por el Ministerio durante más de un año, afirma literalmente que «resulta muy difícil demostrar que las condiciones actuales quedan por encima de un factor de seguridad aceptable».

Pese a ello, se recomienda seguir con las obras con un método de ensayo y error, sin saber cómo se comportarán las laderas del embalse, sometiendo a la población a un riesgo intolerable.

Sobre el ocultamiento del informe por parte del Ministerio, lo que sí se sabe es que, gracias a las preguntas de un senador de Compromís, Carles Mulet, el Ministerio de Teresa Ribera entregó hace un año el informe definitivo del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos a la empresa pública CHE y al Gobierno de Navarra.

Con la pregunta del parlamentario Adolfo Araiz al Gobierno de Navarra sobre su paradero y conclusiones, el pasado mes de abril llegó la sorpresa. La respuesta literal del Ejecutivo, firmada por el consejero de Interior y vicepresidente Javier Remírez, decía: «A la espera de su conclusión, el Gobierno de Navarra no ha recibido ninguna información referente al estado del dictamen final del informe encomendado al Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (ICCCP) al que hace referencia…».

Una vez más se ve el ocultamiento, el oscurantismo y no sé cuántas cosas más, que indican que las obras de recrecimiento de Yesa desde su inicio han estado presididas por la falta total de transparencia y control.

Pero, a pesar del riesgo innegable de que se produzca un gran deslizamiento por el llenado del nuevo embalse, que supondría una inundación descomunal y que arrasaría los pueblos aguas abajo, se «tira para adelante», lo cual no tiene más objetivo que seguir engordando las arcas de las grandes constructoras.

El recrecimiento de Yesa cabe calificarlo como la antítesis de la adaptación al cambio climático, pues va asociado al incremento de la oferta de un recurso escaso, que cada vez lo será más atendiendo a la situación de emergencia climática en que vivimos.

El recrecimiento de Yesa es absolutamente ineficiente por las sequías cada vez más frecuentes, prolongadas y extremas, como ha ocurrido el pasado verano y este otoño, en que los niveles de agua han sido de mínimos históricos. Las estimaciones científicas apuntan a que no habrá agua suficiente para llenar el embalse recrecido. Las estimaciones de reducción son de cerca del 30% en las entradas de caudales de aquí a 2050, por lo que quedaría sobredimensionado, según un estudio del Instituto Pirenaico de Ecología.

Se trata, en definitiva, de un proyecto nacido en los años ochenta bajo una política agraria que alimentaba una demanda de agua sin límites y que hoy no tiene cabida en la transición ecológica de la política de aguas.

El pleno del Ayuntamiento de Sangüesa, el pueblo situado justo debajo de Yesa, ya pidió hace dos años abandonar la idea del recrecimiento. «Todos los ciudadanos que vivimos aguas abajo de las presas, tenemos derecho a vivir en unas condiciones de seguridad y tranquilidad que no se dan en la situación actual del embalse de Yesa y su llenado no haría sino incrementar los riesgos para la población».

Por tanto, ya es hora de enterrar el recrecimiento, no seguir despilfarrando más dinero público y poner en riesgo miles de vidas.

Naiz