El PSOE no es parte de la solución: el PSOE es el problema

En la nueva época que está a punto de comenzar para el independentismo, tras la sentencia del Supremo y las elecciones a las instituciones de la Comunidad Autónoma de Cataluña, será importante no perder más tiempo y delimitar líneas claras que puedan servir para identificar el autonomismo de fraseología independentista, porque parece difícil creer que desaparecerá el uso del doble lenguaje. La actitud respecto del PSOE me parece que es candidata de ser una de las líneas más transparentes y comprobables.

El PSOE no sólo no es parte de la solución sino que es el problema. Con énfasis en el verbo: es el problema. Así que, cuanto más cerca se sitúe cualquiera del PSOE -del PSC, si lo desean- más lejos estará de la ruptura con el Estado español y de cualquier política de confrontación.

Y no lo digo únicamente por motivos coyunturales y pasajeros. No es una cuestión de declaraciones o actuaciones concretas, sino de entender el papel de este partido en la consolidación del régimen post-franquista y su supervivencia. Claro y simple: sin que se acabe el partido del régimen, el régimen no se puede acabar (1). Y la independencia sólo puede llegar si es el final del régimen.

El error de distinguir entre los proyectos del PP y el PSOE como si fueran antagónicos es uno de los más fundamentales a corregir. Respecto de cualquier cosa que tenga que ver con el trato de las minorías nacionales y lingüísticas del Estado español, es evidente que el PSOE y el PP no son antagónicos. Pero también lo son cada vez menos, si me lo permiten, respecto del fondo mismo del régimen. En los negocios, en la gestión de la España S.A. de Florentino y los bancos, son los mismos. En la corrupción son los mismos. En la concepción autoritaria del Estado y el adelgazamiento de la democracia bajo cualquier excusa son los mismos. La derecha española bebe todavía del franquismo sociológico, como se ha evidenciado claramente después del referéndum del Primero de Octubre, y esto la hace más impresentable aún. Pero el PSOE es el pilar imprescindible sobre el que el post-franquismo puede sostenerse. Sin él todo caería y ésta es su enorme responsabilidad histórica.

Sin el acuerdo del PSOE, el 155 no se habría podido hacer, Rajoy no habría tenido suficiente fuerza ni capacidad política. El PSC y sus ruidosos satélites parlamentarios fueron la pieza clave para atacar y violentar la legitimidad del parlamento el 6 y el 7 de septiembre de 2017. Durante septiembre y octubre de hace dos años el PP y PSOE fueron de la mano en las manifestaciones con la rojigualda, acudieron juntos a los tribunales a presentar querellas contra todos e hicieron lo imposible para frenar la independencia como fuera. Ahora, dicho esto, el PSOE es quien hoy hace el gasto en noticias falsas para combatir por toda Europa el derecho de autodeterminación. El PSOE es quien da órdenes a la fiscalía. Y, abran los ojos, el PSOE es quien rehúsa gobernar con Podemos, seguramente porque acata y asume las dos reglas básicas impuestas por los generales durante la transición y que se mantienen vivas hoy: la unidad de España es sagrada y el Partido Comunista no puede gobernar. Y basta.

Que un gobierno del PSOE sea mejor, más llevadero, que un gobierno del PP, lo siento mucho, pero a estas alturas ya es un mito discutible. Que tienen, aunque ahora y de momento otras maneras, menos primitivas, es cierto. Pero esto es tan cierto como que hace cuatro años defendían que era necesario un referéndum en Cataluña o que hace treinta o cuarenta defendían el derecho de autodeterminación y la república. ¿Y qué? Hoy ya hemos oído que Miquel Iceta dijo que no hay represión en Cataluña cuando gente que estaba sentado a su lado y comía con él está en la cárcel y ya han escuchado a Eva Granados decir que las cuestiones importantes, entre las cuales la autodeterminación, no deberían ser dirimidas por la población precisamente porque son demasiado importantes. Hace demasiados años advertí de la deriva del PSOE hacia el autoritarismo en unos artículos -primero (2) y segundo (3)- que me costaron un buen puñado de discusiones. Hoy creo que vamos llegando al punto en que se confundirán ambos en una sola cosa. Y de hecho, Feijóo, listo entre los listos, ya ha apuntado que la solución ideal para España sería un gobierno de coalición entre PP y PSOE. Tiempo al tiempo…

El PSOE es el régimen y no entender esto es errar en el punto principal del análisis de la situación y, por tanto, condenarnos al fracaso. Es verdad que el PSOE era -esto no lo discutiré yo nunca- una parte del bloque de tradición democrática, por decirlo al modo de Josep Lluís Carod-Rovira. Y es evidente que tuvo un papel fundamental en la modernización del Estado español. Pero el movimiento independentista y el 15-M, los indignados, lo han cambiado todo en el Estado español, la correlación de fuerzas y el marco político y mental, y el PSOE ha elegido permanecer al lado de quienes quieren mantener el negocio dirigido por el rey. Disimularán, claro. Utilizarán sin vergüenza la cosmética nacional, federal, feminista, climática, de la memoria histórica o de lo que sea. Pero sólo a su favor y con la intención de legitimar y mantener en pie la monarquía española, el régimen post-franquista, que los catalanes hicimos temblar hasta los cimientos el 3 de octubre de 2017.

Situar, por tanto, al PSOE en el lugar donde realmente está hoy, y no donde estaba en nuestro pasado sentimental, creo que será una de las tareas imprescindibles del nuevo independentismo si es que queremos retomar el rumbo después de estos dos años de desconcierto. Se puede entender que los presos políticos tengan miedo del trato, peor, que recibirían de la derecha ultra. Pero en nombre de eso no se puede justificar un error político monumental que hace descarrilar el independentismo. Ayudar a investir a Pedro Sánchez, en la moción de censura contra Rajoy, fue un error inmenso de ERC y JxCat que sólo ha servido para reforzar internacionalmente a España, debilitarse a ellos mismos y a su defensa y desconcertar al independentismo civil con tanta llamada a la moderación y tantas declaraciones contradictorias con todo lo que se había dicho y hecho entre 2014 y 2017. Pactar en la Diputación de Barcelona con el PSC, como hizo Juntos por Cataluña, es una tontería indigna que emblanquece y vuelve honorable el partido que mantiene presos algunos de los dirigentes principales de JxCat. Insistir ahora, como Esquerra de manera obsesiva, en la investidura del presidente socialista español es simplemente incomprensible, sobre todo cuando se compara el esfuerzo de ahora para investir a Sánchez con el esfuerzo nulo que hicieron para investir a Puigdemont o la obsesión de evitar elecciones en España con la obsesión de que las haya en Cataluña. Los mismos argumentos valen para una cosa y para la contraria, pero al final todo lo que refuerza España -y la presidencia de Sánchez refuerza España- sólo puede debilitar el independentismo. Y eso no lo cambiará la demagogia.

Los presuntuosos nacionalistas españolas suelen bromear con eso de que hay que viajar y ver mundo para aprender. Pues hoy les recomiendo muy especialmente un artículo, ‘Il Paese dei trasformismi’ (4), que Ernesto Galli della Loggia publicaba el once de septiembre en el ‘Corriere della Sera’ y que no ha pasado por alto a Antoni Soy. El texto es excepcional y describe cómo el viejo Partido Comunista Italiano, hoy Partido Democrático, se ha convertido en ‘el auténtico partido de las élites de la península’. Galli lo describe como ‘il partito dello Stato’ (¿Y habría alguna definición mejor para hablar del PSOE?) Y explica a la perfección de qué manera el PD ha enfatizado en la imagen de ser el defensor de la constitución y el antifascismo sólo para tener la posibilidad de utilizarla en beneficio propio. Sobre todo para crear lo que define como un clima perenne de emergencia democrática que le permite situarse él mismo en la posición de deslegitimar cualquier fuerza política cuándo y cómo le convenga. O a la inversa, para legitimar en un minuto cualquier fuerza que le convenga legitimar como acaba de hacer, sin vergüenza alguna, con el Movimiento 5 Estrellas. El mismo 5 Estrellas hace cuatro días, cuando gobernaba con la Liga, era el fascismo que estaba a punto de arruinar la democracia italiana y hoy, que ha pasado a gobernar con el PD, sólo por eso, ya es uno de los valedores de las libertades y los derechos de los italianos. ¿Les suena?

Y entonces la pregunta del viajero, que siempre procura aprender de lo que pasa fuera porque es mucho menos nacionalista que los nacionalistas españoles, es inevitable: si en Italia el pensamiento crítico es capaz de poner ante el espejo las trampas innobles de los herederos acomodaticios del impresionante comunismo cisalpino, ¿no sería hora de que nosotros empezáramos a poner ante el espejo las trampas, mucho peores aún, de los herederos del modesto socialismo español?

(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/transicio-psoe-editorial-vicent-partal/

(2) https://www.vilaweb.cat/editorial/4139543/psc-bascula-cap-feixisme-1.html

(3) https://www.vilaweb.cat/editorial/4139707/psc-bascula-cap-feixisme-2.html

(4) https://www.corriere.it/opinioni/19_settembre_11/paese-trasformismi-1b1dea8a-d4bf-11e9-8dcf-5bb1c565a76e.shtml

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