No es un secreto para nadie que el PSOE contemporáneo se ha caracterizado por constantes giros copernicanos en su discurso, reformulándolo en función de los intereses del Estado, de la monarquía actualmente existente y de determinados grupos oligárquicos. Así, un partido gatopardesco que durante la Transición reivindicó la causa del pueblo saharaui, el derecho de autodeterminación de los pueblos ibéricos o la República como forma de Estado; en la actualidad se ha convertido no solamente en el principal valedor de los intereses de Marruecos en la política española, sino también en el principal muro de contención del Estado, del Régimen y de la monarquía frente a los movimientos republicanos y soberanistas que cuestionan el orden constitucional vigente. Por ejemplo, recientemente el PSOE votó, junto con el PP y con Vox, en contra de que un retrato y un busto de Manuel Fraga, responsable político de la masacre de Vitoria 76, fuesen retirados de las Cortes Generales.
Además, en estos últimos meses, con motivo del descubrimiento de nuevos documentos referentes a Montejurra 76 que demuestran la responsabilidad de Manuel Fraga y de otros cargos del Gobierno Arias Navarro, hemos asistido a un nuevo giro del PSOE que tal vez no ha recibido la atención debida.
El 24 de enero, con motivo de la participación del Partido Carlista en una sesión de la Comisión de Relaciones Ciudadanas del Parlamento de Navarra, María Inmaculada Jurío Macaya, portavoz del PSOE, intervino únicamente para insistir en la supuesta división del Carlismo de la época en diversas tendencias enfrentadas entre ellas, al mismo tiempo que manifestaba una defensa explícita de la Transición española y del Régimen del 78.
Pero en otros tiempos, cuando el 10 de mayo de 1976, un día después de los hechos de Montejurra 76, se reunieron en Pamplona las fuerzas políticas y sindicales de la izquierda, todas ellas, incluidos el PSOE y la UGT, acordaron difundir un comunicado conjunto donde exponían que lo ocurrido “en ningún momento se trató de enfrentamientos entre grupos rivales sino de una agresión organizada y conocida desde hacía tiempo por las autoridades”.
El 28 de febrero, con motivo de la aprobación por la Comisión de Relaciones Ciudadanas del Parlamento de Navarra de una resolución por la que se reconocía que el Partido Carlista fue la “víctima política principal” de una agresión realizada “con apoyo desde instancias gubernamentales”, la única oposición frontal que encontró esta resolución fue precisamente la de Jurío Macaya y el grupo parlamentario del PSOE. Esta postura, tan extremadamente contradictoria con los principios de la llamada Memoria Democrática, fue justificada por Jurío Macaya con la afirmación absurda de que el Partido Carlista agredido en Montejurra no era un partido democrático.
La realidad histórica es que el 26 de marzo de 1976, cuando las diversas organizaciones de la oposición antifranquista, incluidos el PSOE y la UGT, se unieron constituyendo Coordinación Democrática, popularmente conocida como la Platajunta, la portavoz que anunció la noticia en una rueda de prensa unitaria celebrada en París fue una dirigente del Partido Carlista, María Teresa de Borbón-Parma. De hecho, la firma del PSOE al lado de la del Partido Carlista era muy habitual en los manifiestos unitarios de aquella época.
Las causas de este cambio del PSOE, formulado claramente por Jurío Macaya y secundado por diversos satélites, pueden explicarse por las conexiones de la trama preparatoria de Montejurra 76 con Juan Carlos de Borbón y con los GAL.
Ya en el Informe Montejurra 76, impreso en 1977, se afirmó que en abril de 1976 Sixto Enrique de Borbón-Parma y su primo Juan Carlos almorzaron juntos, y que fue entonces cuando el jefe del Estado le prometió al activista ultraderechista la sección de la Legión Española que actuó como su escolta personal durante Montejurra 76. También se afirma en este libro que durante una visita a La Zarzuela de Alfredo Les Floristán, exdirector de Renfe, Juan Carlos lo invitó a participar en la Operación Reconquista de Montejurra. “Hay que apoyar como sea a Sixto” fueron algunas de las palabras del jefe del Estado según el llamado popularmente Libro Negro de Montejurra (pp. 33, 35, 57 y 91).
Un año más tarde, el 25 de junio de 1977, la Comunión Tradicionalista de Sixto Enrique organizó un funeral en la madrileña iglesia de San Jerónimo el Real, celebración que fue presidida conjuntamente por Sixto Enrique y por Carlos de Borbón-Dos Sicilias, el primero como líder político de la extrema derecha, el segundo como representante oficial de Juan Carlos. En relación a esta peculiar y significativa escena, de la cual se hizo eco la prensa de la época, conviene recordar que Carlos de Borbón-Dos Sicilias, duque de Calabria e infante de España, no era un Borbón cualquiera, formaba parte del círculo de confianza de Juan Carlos y ocupaba el puesto nº 4 en la sucesión a la Corona, únicamente por detrás de los tres hijos de Juan Carlos.
Respecto a las conexiones existentes entre Montejurra 76 y los GAL, en el libro Interior. Los hechos clave de la seguridad del Estado en el último cuarto de siglo, publicado en 1998 por Santiago Belloch, se recoge un importante testimonio del general José Antonio Sáenz de Santamaría, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil en 1976. Tras abordar desde su peculiar punto de vista la preparación, el desarrollo y las consecuencias de la Operación Reconquista de Montejurra, Sáenz de Santamaría no solamente confirmaba la responsabilidad de Manuel Fraga, por entonces ministro de la Gobernación, sino que manifestaba que “La conjunción de los distintos elementos que formaron la trama de esta operación es el primer paso de lo que durante la Transición constituyó el núcleo de las operaciones de la llamada guerra sucia contraterrorista», insistiendo en que “Todo este entramado operó de alguna forma apoyado, directa o indirectamente, por los aparatos del Estado en todas las acciones de lucha antiterrorista durante los años setenta y ochenta, en lo que fue el precedente de las acciones que constituyeron lo que vino a llamarse Grupos Antiterroristas de Liberación” (p. 49).
Significativamente destacados mercenarios presentes en Montejurra 76, como fueron el francés Jean-Pierre Cherid o el argentino Rodolfo Almirón, no mucho después tuvieron relación con los GAL, esa organización terrorista tan ligada a los primeros gobiernos del PSOE en la década de 1980. El caso de Almirón, dirigente de la Triple A, es especialmente sangrante, no solamente formó a los guardaespaldas de Felipe González sino que, según el periódico argentino Prensa Obrera, asesoró a los GAL.
De todo esto es de lo que María Inmaculada Jurío Macaya, el PSOE y sus diferentes satélites no quieren que se hable. Por eso, a pesar de las nuevas pruebas documentales que demuestran que la Operación Reconquista fue organizada desde el primer momento por el Estado, se ha insistido por parte de algunos en que lo “que culminó en Montejurra 76” fue “la división del Carlismo”, mientras que se silencia cualquier referencia a la figura de Juan Carlos y a las conexiones con los GAL, al mismo tiempo que otros han recurrido a la mentira afirmando que el Partido Carlista nunca manifestó ninguna actitud crítica sobre el papel del Carlismo en el 18 de julio de 1936, mentira difundida con el único fin de generar un clima de insolidaridad con el Partido Carlista y de desinterés por lo sucedido en Montejurra 76. Lamentable, mientras tanto, la resolución del Parlamento de Navarra del 28 de febrero continúa sin materializarse y en la exposición permanente del Museo del Carlismo se sigue blanqueando la responsabilidad del Estado en el crimen de Montejurra 76. En la Zarzuela y en las cloacas del Estado deben de estar satisfechos con el siempre gatopardesco PSOE…
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