Una motivación en el recuerdo
A la vista de diferentes relatos sobre el contrabando, que no cubrían la realidad como yo consideraba, en mayo del pasado año de 2011 me decidí a escribir sobre el contrabando, y hacerlo sobre mis experiencias. Pero cuando lo comenté con otros amigos, también ex contrabandistas, surgió la posibilidad de ampliar el relato y hacerlo más extenso e integrador.
A partir de mi intención de escribir contando datos y hechos del contrabando, incluyendo familiares y otras personas relacionadas con el mismo, me propuse hacerlo sin tapujos y con un desnudo moral, ético y reivindicativo. Así he tratado de hacerlo en su conjunto tratando de seguir una norma consecuente. Las felicitaciones públicas y el contento visto en partícipes del libro y sus lectores, además de ver que la edición sólo duró unos días, me ha llenado de satisfacción.
Al realizarlo, me he guiado siguiendo los recovecos, para dar luz a un historial en el que se vio inmerso todo el Pirineo vasco, partido en dos por las fronteras que interesaron a dos administraciones enfrentadas en sus ambiciones de dominio. Mis conocimientos sobre la frontera pirenaica (además de la experiencia personal en sus hechos), proceden de los expolios estatales realizados, no solo de la propiedad de términos, sino de las formas sociales en que vivía y se administraba una sociedad en la posesión del uso y disfrute total de términos, incluidas sus fórmulas jurídicas. Lo tenía ya escrito en Alduides corazón de Navarra, a través de 6 siglos historiados (1982), y El ferrocarril europeo de Navarra, del que se impidió su construcción por diferentes razones incluida la militar y fronteriza (1983), con los hechos ocurridos en ambas historias, afectadas por la formación de jurisdicciones estatales.
Los contrastes y la actuación propia con sus dificultades
No es fácil formar criterio sobre la forma describir un libro en que se han de compaginar la memoria y el respeto. Mi comprensión ha tenido que ir pareja, a lo que había de ser veraz, sin contradicciones y con los testimonios de unos y otros; lo que resulte publicable y lo que no; lo que afecta a terceros, con nombres o seudónimos, etc., y luego coordinarlo todo. Quizá fuera el relato demasiado reciente para no herir sensibilidades y eso que, como lo digo repetidamente en el libro y lo analizo con datos: quienes anduvimos en el contrabando, no tenemos de qué avergonzarnos.
Portada del libro Contrabando en Baztan contado por sus protagonistas.
Pero he de confesar, que si en el principio de mis entrevistas, lo hice con la alegría con que abordo la publicación de un libro en que cuento mis experiencias, las entrevistas fueron pasando a ser un trabajo gravoso, en cuanto a captar la percepción del que habla. Es diferente de unos a otros; unos quieren destacar, otros ocultarse, y unos y otros aportan material para ampliar datos y hechos sin escatimarlos.
Por tanto se impone una reflexión; por encima de intereses propios a la edición, ¿Qué es lo que se debe contar y que es lo que no? El contrasentido propio, lo puede ver el lector en lo antagónico que puede resultar emitir un juicio positivo sobre un guardia que disparó contra un porteador, por las razones que fue dando casi públicamente, y en cambio critico a otro que sin llegar a disparar, alardeaba de poder hacerlo. Y en el relato (lo haya conseguido o no), he procurado (y el lector será quien diga si lo he conseguido) primar la anécdota sobre el hecho.
Resulta difícil discernir lo correcto de lo incorrecto. Oculto el nombre de quien tenía en la carretera media docena de camiones vendidos circulando a su nombre, pero cuento los nombres de los personajes públicos que otorgaron los favores. El libro tiene por otra parte, unas críticas ácidas hacia dos autores anteriores y uno de los entrevistados por el primero, pero son parte de la realidad ocurrida de lo que fue el contrabando y al deseo propio de que se conozcan los hechos de la forma más cercana y veraz a la realidad social que supuso lo ocurrido.
Todavía era yo muy crío en los primeros tiempos de la carnicería, cuando frente a ella, se formó un gran escándalo. Unos cuantos vecinos sujetaban a un hombre, que agarraba a una mujer queriéndole quitar sus joyas, al tiempo que le reclamaba la deuda de su marido.
El hombre era un avecindado francés que no podía venir a España porque había sido procesado, al haberse encontrado un paquete que contenía un arma y llevaba su etiqueta. Cuando recibió el indulto de Franco, vino a Elizondo a reclamar su deuda a la persona que no le pagaba, y sospechaba que fue el depositante del paquete para que se encontrara y fuera acusado. Al pasar frente a la carnicería la señora del deudor toda enjoyada, el acreedor de su marido se lanzó sobre ella agrediéndola. Quería quitarle las joyas, que clamaba le pertenecían. Los vecinos lo separaron y ya no se habló más del asunto. ¿No se debe ocultar los nombres, ya que decirlos estigmatizaría a descendientes que seguramente, ni siquiera conocieron estos hechos?
Así que el libro no toca todos los casos de contrabando y autores que conozco y aporta varios seudónimos. Ha sido otra labor que se tiene que imponer uno a sí mismo, procurando que la redacción no desmerezca. Por mis contrastes en materia política (fui alcalde del pueblo en los años 77-78 y 91-92 y concejal del Valle en los años 83-87), he dejado de referirme a mis opositores políticos (en algunos casos contrabandistas y políticos, podían formar en el mismo equipo al estilo futbolístico), porque no se juzgarán mis notas como revanchistas y parciales en razón de posturas ideológicas diferentes. Se puede acertar o errar, pero el peso es decidir.
Del estraperlo al contrabando
Para aclarar causas y efectos, no podemos comenzar por el contrabando propiamente dicho, sino que las causas fueron pretéritas. Si toda entrada o salida de géneros de una región o país ilegalmente, es efecto de necesidades y prohibiciones, el responsable de todos estos efectos, no puede ser otro que quien hace las leyes con costos e impedimentos entre sociedades relacionadas, y más en el presente caso, cuando se partió y enfrentó una misma sociedad.
Pero el relato debemos limitarlo a la capacidad del artículo, y lo reducimos al historial de una parte del siglo XX, encuadrando el relato dentro de las consecuencias del golpe de Estado de 1936. Se comienza con un Estado donde las personas incursas en los efectos de la guerra no pueden atender la tierra, el ganado y/o las fuentes de producción. Y yendo en aumento las necesidades, se producen las intervenciones de alimentos por ley y su reparto por racionamiento.
Entonces se produjo lo que se dio en llamar estraperlo de géneros, como medio de suministro, cuando el racionamiento no alcanzaba el necesario abastecimiento del consumo. Materias como el pan, azúcar, carne, pieles del ganado o café, fueron materias de compra-venta de necesidad, debidas a la cortedad de las cartillas de racionamiento, y que al mismo tiempo eran sancionables.
Materias como el pan, azúcar, carne, pieles del ganado o café, fueron materias de compra-venta de necesidad, debidas a la cortedad de las cartillas de racionamiento.
La más rápida recuperación de la guerra europea que la peninsular, hizo que se empezara a comerciar con género de contrabando a través de la frontera. En principio cubriendo las necesidades orgánicas de alimentación y después dando paso a complementos para vivir, como lo fueron nuevas formas del vestir, aseo, utensilios, etc. Sin olvidar que las primeras colonias que se importaron, fueron para dejar de quitarnos los piojos en base a lavarnos la cabeza con alcohol.
Se pasó pues, de comer el pan, abriendo por dentro para ver si tenía excrementos de ratas o cucarachas, a comprar pan blanco (en principio de arroz) del “otro lado”. Y como las necesidades en la vecina Gipuzkoa no eran menores, se pasó a traficar con toda clase de géneros. El paso siguiente fue el de comercializar ese tráfico, hecho que vino a consecuencia del espíritu humano y la sociedad contemplada.
Desde el tráfico de la miseria para saciar el hambre, se pasó a acabar con ella, y después medrar para crearnos un porvenir, como se enseñaba oficialmente. La medida de lo alcanzado con el tráfico del contrabando, se situó en los límites del riesgo corrido o la ambición de cada uno, pero la situación social fue esa, como moral que se impuso partiendo del hambre. Hambre compartida por los guardias, cuyos sueldos se vieron completados acogiéndose a los sobornos. Y lo digo con conocimiento de las necesidades que se sufrieron, pues desde los 13 años en la carnicería, tuve un escaparate de lujo para darme cuenta, viendo lo que se compraba y cómo se hacía. Ante ello, la necesidad hizo norma.
El extenso anecdotario y la incapacidad de detallarlo
La repercusión del libro y su lectura, ha sido totalmente positiva y rememoradora de recuerdos en la gente. La mayor parte se abren a relatarte sus propias experiencias; los hay que sufrieron y hoy no tienen reparo en contar sus angustias: El dato de la persona que recuerda como su padre, al ver los guardias en el tren, tiró la sacarina que llevaba por la ventana, se cuenta sin el menor complejo de un acto entre la ingenuidad y la cobardía. Pero no nos engañemos, el miedo se hacía presente, aunque la costumbre disminuía la necesidad de adrenalina.
Me recuerda actualmente mi prima Puri Boj, nacida el año 1922, hija de la hermana mayor de mi madre (que fue la 16-17 gemelos, de los 18 hermanos), los recuerdos que guarda en su memoria. Y me cuenta cómo hacia el año 1946 (con una claridad envidiable), cómo mi madre, en uno de sus viajes a Sangüesa, le regaló unas medias de nailon de las llamadas de cristal, que le hicieron una gran ilusión.
Y puestas con dicha ilusión para un viaje a Pamplona con su padre, viajó en el Ford que poseían. Llegados a Diputación para hacer sus gestiones, se dio cuenta de que se le habían corrido las medias y abierto agujeros. Sorprendida y disgustada, recibió la explicación de su padre: La batería del coche despedía gotas de ácido, y éste le había quemado las medias.
Los objetos de contrabando obtuvieron fama de calidad, valoración de lo extranjero. Desde el coñac y el champán, hasta los puros voltigeurs fueron exhibidos y exaltados como objetos de regalo muy apreciados.
Posteriormente recuerda también cómo acudió donde mí para pasar una estufa de gas hacia el año 1956, cuando residiendo en Sabiñánigo vieron cómo era la solución más factible para calentar las habitaciones. Recuerda que era de un precioso color verde, y que problemas de agenda de los servidores de la aduana, tuvimos que dejar en una Venta de la frontera hasta que hubiera facilidades para pasarla, y cómo se la llevé yo mismo días después. Yo ya no me acordaba de nada.
El dilema del paso por las aduanas fue cuando el porcentaje de estufas en Navarra llegó a límites insospechados, y en las Aduanas no tuvieron otro remedio que dejar pasar el gas contenido en botellas para abastecerlas, ya que en esta parte no había abastecimientos de gas para las estufas. El trastorno de la frontera se solucionó sin multas ni expedientes.
Por lo demás, el contrabando no fue mi profesión ni acogió a nadie por afición, aunque parezcan contradictorias estas dos afirmaciones. En principio fue necesidad y a partir de ella y la sociedad pergeñada desde el poder, involucró el afán del lucro y medro.
Y si algo quedó de este ocurrir, tan cercano o lejano como el prisma que pongamos, fue un regusto amable de recuerdos evocantes. Los objetos de contrabando obtuvieron fama de calidad, valoración de lo extranjero, excepcionalidad, distinción a destacar casi exótica de los objetos por su procedencia, el gusto de exhibirlo como rareza difícil de obtener… Y sin entrar en materias de costo elevado, desde el coñac y el champán, hasta los puros voltigeurs fueron exhibidos y exaltados como objetos de regalo muy apreciados.
* Autor de El contrabando en Baztan contado por sus protagonistas