El Plan A es el Plan B

Juntos por el Sí y la CUP ya han registrado la solicitud de creación de las ponencias parlamentarias para aprobar las llamadas leyes de desconexión previstas en la declaración del 9N. Como la declaración está suspendida por el TC, han cambiado el nombre previsto de las normativas para tratar de driblar la impugnación del Estado. La trampilla es tan ingenua que incluso resulta tierna. A estas alturas ya deberíamos saber que el TC se pasa la nomenclatura por el forro de los ‘daixonses’. Referéndum, consulta o proceso participativo, da igual. Le hubiéramos llamado encuesta y la habrían suspendido igualmente.

La hoja de ruta del gobierno, tan complicada que no la entienden ni ellos, peca de la misma ingenuidad. Si es tan enrevesada es precisamente por su afán extremo de ser legalmente impecable, cuando de hecho, en un sistema corrupto no importa si haces bien o no las cosas. La máxima ‘masista’ del “carguémonos de razones” es entrañable sobre el papel, pero que nadie piense que podremos hacer la independencia como quien monta un mueble de Ikea, siguiendo paso a paso las instrucciones con dibujitos. El Estado actuará mucho antes de que podamos hacer todo esto que decimos que queremos hacer.

Cuando dentro de cuatro días veamos nuestro camino de rosas literalmente taponado por las fuerzas de la naturaleza española, entenderemos que nuestro plan B es, en realidad, nuestro plan A. Tirar por la directa. Es decir, dejar de mirar a ellos tanto con la buena letra y activar el choque de trenes. Algunos apuestan por el referéndum unilateral. Yo ya me apunto, pero me parece que no le sacaríamos mucho jugo. Corremos el riesgo de que nadie nos haga ni caso.

Además, si ganamos, que ganaríamos porque los del ‘No’ se quedarían todos en casa, volveríamos a estar como antes, sin herramientas para poder ejercer la independencia votada. Siempre he pensado que el momento de la verdad llegará cuando la pasta esté en juego. Sólo así tendremos poder, y por tanto sólo así se nos hará caso en Europa. Casi puedo ver la gota en la frente de Merkel. Habrá que tener una mínima estructura y que el gobierno, eso sí, imponga a los catalanes que paguen a la agencia catalana. El follón que necesitamos estaría garantizado. No es que quiera tomar el atajo. Sencillamente, creo que el camino largo que hemos trazado no lleva a ninguna parte.

EL MÓN