El Newspeak de ERC

1984 vino y se fue sin pena ni gloria. Los diarios publicaron los artículos de rigor sobre Orwell y su libro ya pudo ser arrinconado, junto con la fecha, en el desván de la historia, en este caso literaria. En España hacía un año y medio que el PSOE gobernaba con la complacencia de los diez millones de votos, la promesa incumplida de crear ochocientos mil puestos de trabajo y la pretensión de personificar la democracia y ser el agente legítimo del cambio. Pero aquel PSOE de Felipe González y de su gemelo en corruptelas Alfonso Guerra, el vicepresidente que viajaba con Mystère para ir a la Maestranza, instaló un sistema de gobierno que en muchos aspectos se acercaba a la predicción de Orwell. La fecha en que renacían el totalitarismo de partido y el culto a la personalidad en la política española era pues congruente con la del libro de Orwell.

Si Franco había sido el “padre” de “todos los españoles”, el PSOE se convirtió rápidamente en el “gran hermano”. La política de blanquear las instituciones del régimen anterior para aprovecharlas en beneficio propio le llevó a borrar el pasado y a inducir la amnesia colectiva, de modo que los recuerdos se volvían tan sutiles que se podía debatir si se correspondían con la realidad. Muy pronto aquel PSOE introdujo el ‘Newspeak’, un lenguaje en el que las palabras significan lo contrario de lo que siempre habían significado. En el que democracia significaba verticalidad dentro del partido y exclusión del pensamiento independiente, legalidad significaba Intxaurrondo, las herramientas de la ley eran los GAL, salir de la OTAN era entrar, autonomía significaba centralización, descentralización significaba subordinación, solidaridad, incautación y plurinacionalidad un café para todos distribuido desde la cafetera de Madrid. Impulsando la LOAPA en los años ochenta el PSOE había convertido España en el país más descentralizado de Europa, al igual que ahora, con la represión a niveles de dictadura, Pedro Sánchez preside el gobierno más progresista de la historia.

El ‘Newspeak’ fue la gran operación de la transición, la verdadera maniobra transformadora con la difusión de palabras que cercaban y reducían cualquier crítica a la impotencia. Palabras como “consenso” en la base de una constitución diseñada por los franquistas y fiscalizada por el poder militar. Con la ayuda de la prensa del régimen, que como la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma, el nuevo régimen implantó en las masas un lenguaje tan corrupto y enflaquecido que impedía hacerse una idea clara de las cosas, pensar ideas complejas, relacionar lo que habían dicho ayer con lo que decían hoy, retener el sentido de los hechos y las acciones el tiempo que dura una legislatura o estructurar cualquier idea subversiva, empezando por la identidad de la persona, origen del rechazo y de la rebeldía como enseña Orwell.

La identidad era la principal idea subversiva para el socialismo totalitario que Orwell situaba en Oceanía, a una distancia geográfica complementaria de la distancia en el tiempo. Es decir, a una distancia no tan remota como la utopía y en un tiempo separado del presente del autor por poco más de tres décadas. Una realidad al alcance, pues.

Como tantos otros efectos de la dominación española, el ‘Newspeak’ acabó impregnando la realidad catalana. La estudiada ambigüedad de Jordi Pujol ya era un ‘Newspeak’ debutante. Aquel decir algo, insinuando a la vez algo más atrevido, era una manera casera de confundir los objetivos y de liarla. Un ‘doublespeak’ incipiente. Pero Pujol nunca criminalizó la identidad. Bastante sabía que era el punto de apoyo arquimédico con que la escasa fuerza de un catalán podía mover la inercia española. Y en Cataluña de puertas adentro, el respeto de la identidad individual le ayudó durante años a ganar elección tras elección. Cuesta mucho abatir un político que recuerda los nombres de las personas de los pueblos y ciudades que ha visitado.

Pero llegado en un punto, el ‘Newspeak’ se convierte en una segunda naturaleza. Si los socialistas de ayer podían convertirse en monárquicos ardientes y parasitar empresas de protección oficial, no había ninguna razón para impedir que los independentistas de ayer se convirtieran en los garantes del Estado hoy. Al ‘Newspeak’ le basta con evacuar los conceptos para resolver las contradicciones. Y se puede hacer gradualmente, casi sin que se note. Primero se expulsaba el concepto de nación y uno se convertía en ciudadano anticipado de una república sin atributos culturales ni sujeto histórico. A continuación se saldaba el catalanismo, tirando a la basura el elemento central de su tradición, la lengua catalana. El ‘Newspeak’ provocaba un síntoma inequívoco de totalitarismo, la prueba definitiva del fascismo latente en la identidad, que el gran hermano velaría por excluir de la vida pública mediante un cordón sanitario impenetrable.

Y consecuente con esta veleidad de vigilancia, el gran hermano “despersonaliza” a quien alimente opiniones y creencias contrarias. Esto requiere la acción de la Thinkpol, un cuerpo de seguridad encargado de detectar y perseguir formas de pensar e incluso simples dudas que amenacen la imagen cohesionada del partido. En el libro de Orwell una de las herramientas de esta policía es vigilar por las pantallas y terminales, actuando rápidamente para neutralizar a los sospechosos caracterizándolos como enemigos de la situación. Ahora y aquí, la pretensión de Sergi Sabrià de liquidar políticamente a Josep Costa por haber participado en una conferencia virtual con personas de grupos políticos que ERC considera ilegítimos es un ejemplo de “despersonalización”. Es otro ejemplo la vaporización del president Torra un poco por parte de todos.

Yo no sé si los grupúsculos que sirvieron de excusa a Sabrià para profundizar la guerra sucia anunciada por su partido tienen miembros o simpatizantes neonazis o son también víctimas de la “despersonalización” amañada por ERC. Porque no tengo claro que defender la oficialidad única del catalán en una república catalana convertida en quimérica por las decisiones desmovilizadoras de ERC sea constitutivo de fascismo. Con esta manga ideológica tan ancha, casi ningún país escaparía del fascismo: ni el Quebec autónomo ni el minúsculo Liechtenstein ni la vecina Andorra. Tampoco creo que sea marca notoria de fascismo promover la idea, compartida por la Unión Europea y muchos otros países, sobre la conveniencia de regular la inmigración. Digo que no lo tengo claro, pero sí, por coherencia con estos criterios de legitimidad política, que ERC debería presentarse a las elecciones con un programa que incluyera explícitamente la inmigración incontrolada y el rechazo de la prioridad del catalán en la actividad oficial. Pero me parece que el ‘Newspeak’ volverá a estar en la agenda.

Buscando de esta manera la destrucción política de Costa, ERC practica la criminalización por contagio que la derecha y la izquierda españolas ya habían empleado contra los republicanos. Hace cuatro días, el consistorio más progresista de la historia de Barcelona “despersonalizó” a Heribert Barrera, vaporizando su pasado antifascista. Hay pocas formas más definitivas de suprimir la existencia de una persona que ensuciar su memoria para revocarla. Es como matar un muerto. Otro secretario general de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, también sufrió fuertes intentos de “despersonalizarlo” a raíz de reunirse con ETA, sin que a los españoles les importara la intención ni el contenido del encuentro. Como por casualidad, la imputación de racismo y fascismo estaba en el centro de ambas “despersonalizaciones”.

He aquí la fuerza creativa del ‘Newspeak’. Casi nadie tenía noticia de unos partidos supuestamente fascistas dentro del independentismo hasta que Sabrià los ha publicitado. Esto quiere decir o que no tienen seguidores -cosa bastante ilógica, porque el fascismo es por definición un movimiento de masas- o que tienen competidores mucho más fuertes sobre el terreno, o ambas cosas a la vez. En cualquier caso, la insignificancia de este fascismo catalanista, si es que realmente existe, revela que el escándalo propiciado por ERC no viene del peligro que implica para las instituciones, sino de la posibilidad de adherir a los mismos la imagen de Juntos mediante la de Costa. Con el cebo del contagio ideológico, Sabrià no quería conseguir caza menor sino llevarse una pieza más grande.

La pregunta pertinente no es qué pretendía ERC, algo perfectamente claro, sino qué significa “fascismo” en ‘Newspeak’. Sin prejuzgar la ideología y composición del Frente Nacional Catalán, pues a priori no es posible situarlo en la escala de relevancias de una política catalana extremadamente irrelevante, hay que hacer la pregunta y pedir precisiones. Porque, carentes de más elementos definidores, todo el mundo se ha confabulado en tachar como fascista a la identidad. Y con esta denuncia volvemos al crimen más grave en la distopía de Orwell. ¿Cómo se ha podido llegar a este consenso sobre la malignidad de la identidad? ¿Cómo un partido con la historia de ERC ha acabado criminalizándola? ¿Cómo reniega de ella como aglutinante de valores, referente intergeneracional y garantía de conservación de una sociedad empujada a ser asimilada por la españolidad? Responder a estas preguntas es un tema complejo que requiere otro artículo.

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