Entrevista a Pedro Casermeiro, director del Museo Virtual del Pueblo Gitano en Cataluña y profesor de este idioma de origen indoiránico.
Con ocasión del Día Internacional del Pueblo Gitano, hoy queremos fijarnos en su lengua propia. Con raíces indoirànicas e influencias lingüísticas de las lenguas de los territorios por donde han pasado históricamente los gitanos, desde la India hasta la Europa occidental, el ‘romaní’ está muy vivo en la mayoría de comunidades gitanas europeas, cada una con sus variantes. En la Península Ibérica, con todo, la lengua se perdió en el siglo XVIII, a raíz de las redadas antigitanas y la represión de las autoridades contra este pueblo llegado al nuestro hace seiscientos años.
Tres siglos después de la desaparición, y con el caló como único y último testigo lingüístico, hay tímidos intentos de recuperar -a pesar de la complejidad del reto- esta lengua milenaria como un elemento más de la identidad gitana. Hablamos con el formador Pedro Casermeiro, miembro de la asociación ‘Rromane Siklovne’ del Buen Pastor de Barcelona y coordinador del Museo Virtual del Pueblo Gitano en Cataluña.
-Caló, romaní, romanò, rromanes…?
-Son cosas diferentes, sobre todo entre caló y los demás términos que has mencionado. ‘Rromano’ es la palabra para designar la lengua gitana en idioma rumano. ‘Romanó’ y ‘romaní’ son el masculino y el femenino, es decir, hablamos de la lengua romaní y del idioma romanó. Los tres términos se refieren, pues, a la lengua que deriva del sánscrito y que proviene de la India. El romanó ha mantenido una morfología y una gramática bastante similar en todos los países de Europa con presencia gitana, y sólo presenta algunos cambios léxicos entre dialectos. Como el romanó no se ha escrito hasta hace muy poco, en cada país donde se han establecido los gitanos han recibido la influencia léxica de las lenguas locales. Pero las variantes continúan manteniendo una misma base gramatical.
-¿Y el caló?
-El caló de la Península Ibérica en vez de conservar la gramática y la morfología de la lengua, ha conservado una parte de su léxico. Las raíces de las palabras del caló son de la romanó, y los morfemas de las lenguas peninsulares, sobre todo el castellano, el catalán y el euskera. El caló, como ha ocurrido con la lengua romaní, se ha encontrado influido en cada territorio por el idioma que se habla. El caló de Cataluña se ha encontrado influido por el catalán; el caló de Castilla, por el castellano; y el caló del País Vasco, por el euskera. Y en realidad están muy diferenciados entre sí. Por ejemplo, la fonética del caló de Cataluña es mucho más parecida a la del romanó original, y el caló de Castilla sigue mucho la fonética castellana. Es algo incomprensible para los gitanos de otros países, que han hecho justo al revés: conservar la gramática y la morfología, y añadir en cambio algún elemento léxico de otros idiomas.
-Pero ahora hay intentos en la Península Ibérica de recuperar la lengua gitana, ¿verdad?
-En Cataluña, el Plan Integral del Pueblo Gitano comenzó hace varios años a tratar de recuperar el romanó en la versión estándar. Se parte de un intento de estandarización del idioma que se hizo en los años 1990 y que poco a poco no sé si ha ganado mucha fuerza, pero por lo menos en los países donde la lengua se perdió se recurre a este estándar impulsado por Marcel Courthiade, profesor del Instituto de Lenguas y Culturas Orientales de París. Hizo con ello una norma común y un alfabeto, pero no es muy reconocido porque en cada país hay su dialecto y sus hablantes, y ven esta estandarización como algo artificial, como realmente lo es. A nosotros, que no tenemos la lengua viva, ya nos parece bien. Intentamos recuperar el romanó en la versión estandarizada.
-¿A partir del caló?
-No exactamente. De hecho, hay posiciones diversas: hay gente que quiere promover el caló y hay gente que queremos promover el romanó. Cada uno con sus argumentos. En mi caso y el de un grupo de chicos que hacemos formación a niños, queremos enseñar la lengua romaní, pero partimos de las palabras que los niños ya saben del caló, que han podido escuchar los abuelos, para que vean sentido a aprender el idioma. Queremos que vean que el romanó sí tiene que ver con los gitanos, a pesar de la gran distancia gramatical.
-¿De qué manera se enseña la lengua, en nuestro país?
-Ahora mismo en nuestra asociación, Rromane Siklovne, funcionamos con pequeños cursos de iniciación. Yo, personalmente, suelo hacer cursos para escuelas. Primero lo intenté con adultos, pero les cuesta mucho más. Porque se trata de empezar un nuevo idioma que gramaticalmente es más complicado que el alemán, por ejemplo, con un montón de declinaciones. Por eso los adultos, normalmente gente no acostumbrada a estudiar, cuando llegan a un determinado momento que ya exige una cierta complicación, se desaniman y lo dejan. Con los niños hay otro tipo de facilidad y de voluntad. Como son pocos los recursos que hay ahora mismo para la enseñanza, gente como yo hemos decidido centrar todos los esfuerzos en los niños y que sean ellos los que ayuden a cambiar la situación.
-¿Hay más iniciativas?
-Hasta ahora te hablaba de las entidades que trabajamos con el plan integral, pero hay asociaciones y personas que también hacen formación por su parte y con sus criterios. Por ejemplo, sé que también hay grupos en WhatsApp donde se van dando algunas lecciones y se intercambian cosas. Digamos que de momento está poco organizada y estructurada la enseñanza de la lengua gitana, y cada uno intenta hacer lo que puede. Los hay que trabajamos en torno al plan integral y los hay que no, pero que han aprendido el romanó por motivación personal e intentan enseñarlo de alguna manera.
-¿Cómo os formáis los profesores actuales?
-Eso comenzó hace unos ocho años con una formación de formadores. Venía hasta Barcelona un chico de Madrid, Carlos Muñoz, uno de los gitanos españoles que habla mejor la lengua. En realidad hay dos expertos. El otro es Nicolás Jiménez, de Alicante, antropólogo y gran conocedor de la lengua, con mucha base académica. Muñoz, en cambio, no tiene estudios: es una persona que se fue a pasear por Europa a convivir con comunidades gitanas, donde aprendió el idioma. Nos pusimos en contacto con él y venía cada semana, el lunes, durante cuatro años o más a impartir formación. De ahí salió un grupo de personas, media docena, ligadas al plan integral, que hemos sido las que hemos tratado de hacer formaciones más básicas, iniciales, aquí en el territorio.
-Junto a los nuevos hablantes, en nuestro país también hay muchos gitanos del este que ya lo hablan, ¿verdad?
-En efecto, la mayoría de los gitanos del este llegados aquí son rumanos y hablan el dialecto calderash, su idioma materno. Nosotros intentamos enseñar y aprender el idioma estándar, pero hay bastante intercomunicación. De hecho, aquí también hay gente más partidaria de enseñar el calderash, porque consideran que es el idioma que podremos utilizar y compartir más. Hay gran diversidad de opiniones. Nos encontramos en un momento de cierta ebullición y a lo mejor dentro de dos años o tres se acaba fraguando algo.
-¿Cómo viven los niños la experiencia de aprender una lengua tan diferente?
-Lo ven y viven con ánimo e ilusión. Les cuesta, pero a la vez desarrollan un sentido de identidad en torno a la lengua, lo que sus padres no pudieron hacer.
-…Por cierto, ¿en los cursos también hay niños no gitanos?
-Sí que ha pasado en mi caso. Yo hago actividades extraescolares con mi entidad niños gitanos, pero no exclusivamente: abrimos la puerta a todo el mundo. Y, por ejemplo, he tenido niños de Argentina estudiando romanó en una de nuestras actividades con centros recreativos. Y lo asumían bien y con toda naturalidad.
-Y los adultos, ¿qué relación mantienen con la lengua?
-La tienen en la cabeza, pero no dan el paso de aprenderla. Entre los gitanos adultos, hablan caló y nosotros no recuperamos el caló, sino el idioma romanó, que suelen ver como algo abstracto: ‘Lengua romaní’, ¿de qué me hablas?’ Hay distanciamiento entre una generación de personas que literalmente no sabía ni que existía un idioma gitano. Carlos Muñoz, que ahora lo habla perfectamente, cuenta que tuvo desde pequeño una gran motivación para aprender el caló y que lo practicaba mucho. Y cuando Marcel Courthiade le invitó a una formación en Francia con más gitanos, se fue pensando que hablando bien el caló ya saldría adelante. Y se dio cuenta de que nadie le entendía en caló, porque no sabía que existía el idioma romanó.
Y eso es lo que pasa: la gente no sabe que existe, sólo sabe que existe el caló. A veces a algunos padres les digo que sus hijos aprendan romanó y me responden: ‘Ah sí, el caló, el caló antiguo’. Esta lengua les cae muy lejos, no lo entienden. Pero ahora sí que hay una nueva generación que ya sabe que hay un idioma, que es el que hablan los gitanos de todo el mundo. El hecho de que tengamos migración gitana del este y que lo hablen también ayuda a hacer visible la existencia de esta lengua. Los niños, por su parte, sí lo asumen desde otra perspectiva, con otro conocimiento.
-¿Qué aporta, aprender la lengua gitana?
-En el terreno laboral no abre ninguna puerta. Es más bien la satisfacción cultural e identitaria de hablar tu idioma, que era antiguamente el de tu familia y que se perdió por una serie de abusos culturales y sociales. También aporta la ilusión de poder comunicarte con gitanos de otros países.
-¿Lo has experimentado personalmente?
-Sí, de hecho yo también quise aprenderlo cuando empecé a viajar y a conocer gitanos de fuera, que me decían literalmente: ‘¿Cómo puedes decir que eres gitano si no hablas gitano?’ Y era verdad. Me interesó y empecé a estudiarlo por mi cuenta, hice la formación con el plan integral y lo he practicado con los gitanos de fuera, dentro del movimiento asociativo juvenil europeo.
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