Viene hoy en la web del Diario de Navarra la nueva contribución de J. I. del Burgo a la antología del disparate Noaindarra, porque su vanidad no puede aguantar dejarle la última palabra a Peio Monteano. Entre muchas otras insensateces, insiste una y otra vez en que el alemán Carlos V fue “el gran pacificador” de Navarra, y anuncia además para este próximo otoño un libro que se titulará del mismo modo, en el que lamerá una vez más las botas al emperador. Realmente me alegro, porque siempre me parecerá algo bueno una nueva contribución navarra al género literario de la ciencia ficción.
Porque claro, en la exposición que se puede ver en el Archivo Real de Navarra sobre el 5º Centenario de la Batalla de Noain, y a pesar de que ya dije que me parecía que estaba demasiado orientada a ensalzar a ese monarca alemán, hay también dos estupendos documentos que ejemplifican lo “gran pacificador” que fue el déspota germano. Os los copio, para que podáis comprobar por vosotros mismos los métodos (de lo más “pacíficos”, sin duda alguna) que usó siempre -en Navarra, y en todos los demás lugares bajo su mando, que desafortunadamente fueron muchísimos- aquel Habsburgo prógnata y glotón.
Y también para que penséis que, si el igualmente tiránico abuelo del teutón, Fernando II de Aragón, se hubiera quedado en su puñetera casa en 1512, Carlos hubiera podido años después entretenerse igualmente jodiendo la existencia de medio mundo sin afectar a Navarra en absoluto, y Miguel de Bertiz, el capitán Johanicot y muchos, muchísimos otros navarros y navarras hubieran vivido muy felices y entonces sí: totalmente en paz. Aunque esto último puede que no lleguen a decíroslo nunca en Archivo alguno…
Pamplona: 27 de agosto de 1522
“Declaramos al dicho Miguel de Bertiz aver cometido crimen de lesa magestatis, que es crimen de traydor, por lo qual le condenamos en pena de muerte natural, la qual mandamos que le sea desta manera dada: que sea traído públicamente caballero sobre un asno u otra bestia con voz de pregonero por las calles acostumbradas desta ciudad, y dende allí sea llevado a la horca o picota de la dicha ciudad e allí sea degollado por la garganta y le sea la cortada la cabeza de tal manera que el ánima se aparte de las carnes…”
Testimonio de Martín de Ursúa sobre la ejecución del capitán Johanicot. Abril de 1522
“Vi presos por la gente de Su Majestad a los dichos Juan y al capitán Johanicot, a los quales prendieron estando ellos en compañía de los franceses y en su sueldo y servicio, dentro, en la dicha fortaleza de San Juan, y que vio también en la dicha ciudad de Pamplona al dicho capitán Johanicot arrastrarlo ajusticiándolo, y después lo descuartizaron, y vio los trozos de su cuerpo colgados de los portales de Pamplona…”