Se acaban de hacer públicos los datos de la encuesta territorialmente más amplia que se ha hecho hasta ahora sobre la lengua occitana, la cual, aunque no ha podido abarcar todo el dominio lingüístico histórico del occitano, se ha extendido en dos de las cuatro regiones en que se habla -Nueva Aquitania y Occitania, faltan Auvernia y Provença- y también en el Valle de Aran. El estudio ha sido financiado por los fondos Feder europeos a través del programa POCTEFA (de cooperación transfronteriza España-Francia-Andorra) y por la eurorregión Nueva Aquitania-Euskadi-Navarra. De la eurorregión Pirineos-Mediterráneo -la nuestra, para entendernos- no hay noticia, toda una negligencia de nuestros políticos sobre una lengua que es cooficial en territorio catalán.
El estudio no deja muchas dudas sobre la salud de la lengua formal y fundacionalmente más cercana al catalán. El occitano se encuentra -ya se encontraba- en peligro de extinción según los criterios de la Unesco, y de acuerdo con los resultados de la encuesta sólo un 7% de media es capaz de hablar occitano sin dificultad, o suficiente para mantener una conversación sencilla, mientras que los que aseguran entenderlo rondan el 15%. Estas cifras, que ya son bastante escasas, significan un descenso de 3-4 puntos respecto a hace diez años y sitúan el número de hablantes del territorio encuestado en unos 600.000. Nada parece detener el proceso de sustitución lingüística.
Huelga decir que la cosa cambia en el Valle de Aran -el único territorio de habla occitana donde la lengua es cooficial, gracias al Estatuto de autonomía de 2006- con un esperanzador 62%. Los resultados de la encuesta subrayan de manera explícita las medidas tomadas en el Valle de Aran como ejemplo a seguir, destacando “el plurilingüismo como ADN”: por un lado, el hecho de que el occitano sea visible y audible en todas partes, y por otro, que se haga una enseñanza trilingüe precoz occitano / catalán / español, complementado con otras lenguas. De todos modos, por mucho que en el Valle de Aran la lengua tenga el reconocimiento que merece, su aportación en hablantes no deja de ser escasa (2.600, según la Encuesta de Usos Lingüísticos).
No parece sin embargo que haya mucha preocupación por esta situación, ni siquiera en la misma Francia, y tal vez sólo desde Cataluña miramos estos datos de reojo, por lo que podría pasar. Y, literalmente, toda Europa debería estar preocupada. Es Occitania, con los trovadores,en los siglos XII y XIII, quien rompe lingüísticamente con la antigüedad clásica, quien funda una tradición literaria de nueva planta que tendrá en el uso de la lengua vulgar un flamante vehículo de expresión al alcance de todos, y quien difundirá por todo el mundo entonces civilizado una nueva poética que estrenará un concepto que la distinguirá de la tradición culta en latín: la autoría. Las nuevas modas literarias atravesaron fácilmente las fronteras para arraigar en otras lenguas románicas, singularmente el catalán, que vivió su esplendor literario más de un siglo después.
Pero no es sólo en cuanto a esplendor por lo que vamos tras los occitanos. Los nuevos usos literarios en vulgar hacen emerger las literaturas en catalán, francés e italiano, y más adelante en castellano, de modo que la lengua de los trovadores experimenta una decadencia precoz a la que nosotros nos sumaremos cuando se estrene la modernidad. Comienza así un declive que el Estado francés, primero con el absolutismo borbónico y luego con el liberalismo postrevolucionario, empujó a acelerar con la aniquilación de todo aquello que no fuera francés. Pero de nuevo mostrando el camino a la lengua catalana, la revitalización cultural del siglo XIX espoleó la recuperación literaria en lengua occitana, un movimiento de renacimiento -el ‘Felibritge’- que recibió la recompensa del premio Nobel para Frederic Mistral. Dicen las malas lenguas que aquel año el Nobel debía premiar también una cultura hermana bajo el nombre de Àngel Guimerà, pero que algo pasó…
A veces ha sido más de un siglo, a veces sólo unas décadas, pero en varios momentos la lengua de oc ha actuado de espejo retardante para el catalán. Tanto en esplendor y en decadencia como en reavivada, el occitano nos ha mostrado el camino, y todo apunta a que las dos lenguas irán en paralelo: o bien las medidas normalizadoras de aquí serán ejemplo allí, tal como pretenden con los ojos puestos en el Valle de Aran, o bien viviremos con el retraso preceptivo una sustitución lingüística que no parece tener antídoto.
EL PAÍS