El eslabón débil del régimen

En estos días se ha celebrado el vigésimo aniversario de la coronación de Mohamed VI, rey de Marruecos, y este tipo de eventos sirven para hacer cierto balance. La primera constatación es la decepción respecto a las esperanzas democráticas. En el norte de África y Oriente Medio había cierta esperanza de que el heredero de Hassan II reinara en su parte occidental, es decir, profundizar en el régimen democrático y limitarse a hacer un papel ceremonial, y en todo caso de mediación y arbitraje. Y sin embargo, no ha sido así, al contrario. El monarca ha intervenido, con ciertas actitudes autócraticas, ha expresado desprecio o indiferencia respecto a la población amazigh o del Sahara Occidental, ha favorecido unos grupos por encima los otros en dos décadas en que se han profundizado las diferencias sociales,

Introducir en este artículo a Mohamed VI nos permite disponer de mayor perspectiva para comprender el papel, pensamiento, acción y actitud de su homólogo español. De una generación próxima, incluso con una cierta amistad mutua (ampliada a las monarquías del Golfo Pérsico), el monarca de Marruecos es más referencia que las dinastías europeas aún reinantes. De hecho, habría que empezar por algo sabido, y sin embargo, escamoteado en los grandes medios. El regreso de los Borbones fue una imposición franquista, en una serie de leyes de sucesión en el entramado legislativo, ilegal e ilegítimo, de la caótica legislación de la dictadura. Los Borbones simbolizaban, junto con la bandera e himnos de los sublevados contra la República, la continuidad del régimen y la hegemonía de los franquistas. Tanto es así que cada vez más historiadores y politólogos consideramos que el llamado “Régimen del 78” es la continuidad del Régimen del 39 por medios constitucionales. De hecho, aquellos que se reivindican “constitucionalistas” no hacen otra cosa que defender el contenido íntegro del testamento personal y político de Franco, correspondido por Felipe VI al mantener el ennoblecimiento de la estirpe del general golpista.

Los Borbones son la excepción de la excepción monárquica en el continente europeo. Las dinastías supervivientes: Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Noruega,… se caracterizaron por resistir al fascismo durante el siglo XX. Por el contrario, aquellas familias reales que apoyaron, por acción u omisión, al autoritarismo -como Italia o Grecia- terminaron sus días en el exilio. España es el único país occidental donde el fascismo restauró una monarquía protegida especialmente por los beneficiarios de un régimen totalitario, y aún se mantiene.

En este sentido, desde una perspectiva política, la española tiene más semejanzas con las monarquías africanas que con las europeas. Como en el caso de Marruecos, el actual monarca interviene directamente en política, sobrepasando, con mucho, sus atribuciones presuntamente legales. Desprecia a los catalanes, presiona a los poderes fácticos para llevar a la práctica planteamientos políticos reaccionarios, trata de influenciar sobre los tribunales, forma parte de una familia con miembros procesados, y otros que no ocultan su simpatía por Vox, existen importantes dudas sobre el origen y dimensión de sus ingresos, y en su concepción fundamentalista en cuanto al nacionalismo hispánico hizo un pronunciamiento el 3 de octubre que se puede considerar como una incitación al golpe de estado judicial que hace que, hoy por hoy, en el conjunto del Estado español haya una especie de estado de excepción oficioso. Teóricamente, el monarca debería ejercer funciones de arbitraje y mediación. Y sin embargo, apuesta claramente por defender los intereses de los sectores más reaccionarios de la sociedad española, coherentes con el concepto de “franquismo sociológico”.

No es ningún secreto que en la investidura fallida del pasado julio, los poderes fácticos españoles han tenido un papel activo. Para el franquismo dominante entre las élites españolas, la idea de un gobierno de izquierdas que cuestione el régimen del 78 resulta demasiado inquietante. Poner fin a la reforma laboral, derogar la ley mordaza, eliminar la impunidad de los especuladores o los privilegios de las grandes compañías del Ibex 35, o tratar de buscar soluciones negociadas a la cuestión catalana es tanto como romper con el verdadero documento fundacional de la España actual, que no es la Constitución, sino el testamento de Franco. El Borbón, con una desaprobación del 90% de catalanes (y de un porcentaje desconocido de españoles) es el eslabón débil del sistema. Con su actuación de los últimos años se ha convertido en vulnerable. Y su caída puede arrastrar un entramado de intereses que podría ser fatal para España, y una muy buena noticia para los españoles.

EL PUNT-AVUI