OCURRE a menudo que el razonamiento lógico y abstracto a que nos ha habituado la modernidad resulta incompleto o defectuoso a la hora de analizar cuestiones de calado social. Frente a ello, el lenguaje del arte, y singularmente el de la tragedia clásica, permite a veces tratar dichas cuestiones con mucha mayor lucidez. Y entre las tragedias, hay una particularmente oportuna para diseccionar el momento político actual de Navarra y el de Nafarroa Bai. Se trata de Filoctetes de Sófocles. Filoctetes es un guerrero abandonado por sus conmilitones, por mano de Ulises, en la isla de Lemnos, tras haber sido mordido por una serpiente, debido al hedor de la herida y a los alaridos del herido.
Pero Filoctetes es propietario del arco de Hércules, que resulta esencial para ganar la interminable guerra de Troya. Así que Ulises vuelve a Lemnos, acompañado del joven Neoptólemo, hijo de Aquiles, con el fin de arrebatarle el arco, algo que no puede lograrse por la fuerza, sino mediante la persuasión. Aquí es donde se plantea el dilema ético que recorre toda la obra. Ulises acude a Lemnos dispuesto a utilizar cualquier ardid para engañar a Filoctetes. De lo que se trata, explica Ulises a Neoptólemo, es de ganar: “Ya que dulce cosa es alcanzar la victoria, atrévete a ello; que en adelante ya procuraremos ser sinceros”. Puesto que no sería conveniente que Filoctetes viera a Ulises, éste utiliza a Neoptólemo, le manipula, para conseguir sus fines. Neoptólemo se pliega inicialmente a los designios de Ulises, pero, cuando ya ha conseguido con engaños el arco de Hércules, se arrepiente, cuenta la verdad a Filoctetes y trata de persuadirlo honestamente de la necesidad, no ya de que ceda el arma, sino de que acuda él mismo a Troya.
Ulises representa aquí al político consumado, maquinador y manipulador, que no se para en barras ante la razón de Estado. El primer Neoptólemo cede, aun bajo el ropaje del altruismo y los grandes principios -enunciados como la lección que un niño aprende de carretilla pero no entiende: “Prefiero, rey, fracasar obrando rectamente, que vencer con malas artes”- a las pretensiones de Ulises. El segundo Neoptólemo (a lo largo de la obra evoluciona y madura) se rebela y antepone los principios, ya bien entendidos y asumidos, al puro pragmatismo (sólo así se tomará finalmente Troya).
Así pues, Ulises manipula y utiliza a los demás como medios para obtener un fin, la ética sucumbe al pragmatismo: su interrogante es ¿qué funcionará?, no ¿qué es correcto? Esa forma de razonar caracteriza precisamente el regionalismo en el poder (el feroz pragmatismo de la derecha se ve agudizado por el hecho no banal de ser, a su vez, el instrumento del poder económico). La praxis del sedicente socialismo navarro estaría a medio camino entre ese pragmatismo y la ingenuidad del primer Neoptólemo, que depone inmediatamente un idealismo de boquilla (aunque sea a título de mera pantalla) ante la exhibición de la razón de Estado (en el mejor de los casos) o de la descarnada conveniencia crematística.
Llegamos así, de la mano de Sófocles, a Nafarroa Bai. El incesante goteo de noticias, comentarios y declaraciones invitan a reflexionar sobre lo que se pretende y cómo se pretende alcanzarlo, pero también sobre lo hecho hasta el presente y, concretamente, el balance de la presente legislatura foral. La situación actual es resultado, seguramente, de una forma de funcionar que, a tenor de la información que se transmite, estaba viciada de origen y ha impedido la elaboración de un discurso ideológico solvente y consistente, lo que dificulta la articulación de una comunidad estable, por ser aquél condición necesaria (aunque no suficiente) de ésta. Dice J.B. White, en su excelente ensayo sobre Filoctetes, que “así como nuestros deseos, nuestro sentido de nosotros mismos, son percibidos como algo que funciona como conjunto, así también confluimos, momentánea o duraderamente, construyendo un mundo común definido por un acervo común de roles y actividades inteligibles; o, en la medida en que nos sentimos contrarios, nos dividimos en unidades o grupos separados, quizá hostiles. Una comunidad puede ser momentánea, asentada en una suerte de trasfondo común (o incluso de engaño) que rápidamente se pierde o es refutado; o puede ser estable y duradera”.
Nafarroa Bai se encuentra en este momento en la encrucijada, entre el interrogante práctico y el ético, entre el continente y el contenido. Se impone una reflexión en profundidad, sin apriorismos, a calzón quitado, sobre el modelo que se quiere adoptar. Una posibilidad es replicar lo ya existente en el panorama político navarro (el régimen de UPSN), optando por el mensaje sin contenido y el puro pragmatismo de la explotación de la ley electoral y de la (inane) supervivencia política. A Ulises sólo le preocupa cómo puede conseguir el arco, y por eso desemboca de forma natural en un razonamiento en términos de lo probable o lo improbable, lo posible o lo imposible. Neoptólemo, tras el tropiezo inicial, pasa a considerar a Filoctetes (alegoría, en nuestra interpretación, de la sociedad navarra) no como un medio sino como un fin en sí mismo, lo que posibilita un diálogo constructivo y mutuamente enriquecedor. Los integrantes de Nafarroa Bai, por las peculiares condiciones del nacimiento de la coalición y las circunstancias de su corta existencia, están obligados a ser innovadores también en este campo, romper con los esquemas caducos del oportunismo político y de la mera recolección de votos y conectar con esa base social que tan fiel le está siendo (pero que, no se olvide, no otorga cheques en blanco), también mediante la configuración de un proyecto político con contenido. Lo que llevó a la coalición a su actual posición privilegiada es la voluntad de cambio de buena parte de la sociedad navarra y su conexión con los sectores más jóvenes del electorado y con sensibilidades más plurales, complejas y enraizadas en el tejido social que la tradicional lucha de clases. Se trata de un conglomerado poco estructurado al modo convencional, pero que se sitúa fundamentalmente en el ámbito de la izquierda.
¿Es posible, con la experiencia acumulada y los mimbres actuales, dar adecuada respuesta al desafío? Ésa parece ser la madre del cordero en la actual coyuntura. ¿Hay tejido y elementos suficientes para generar un proyecto (entiéndase, no una colección de ambigüedades difícilmente trasladables al día a día y que explican en parte la dificultad de tomar decisiones en los últimos tiempos)? Si lo hay, adelante. Si no lo hay, ¿es éticamente admisible continuar con el proyecto a cualquier precio aunque no haya nada que ofrecer? ¿No significaría eso traicionar los mismos fundamentos de la coalición? “Todo produce repugnancia cuando uno abandona su propia naturaleza y hace lo que no es propio de él”, dice Neoptólemo ¿No sería preferible, en esas circunstancias, buscar otra manera de articular un proyecto alternativo, con contenido y que constituya realmente la opción para el cambio político en Navarra? Cualquier proyecto viable, tenga finalmente la forma que tenga, debe pasar, eso sí, por la que yo diría que es la gran asignatura pendiente de Nafarroa Bai, la construcción de una comunidad con significados compartidos y elaborados de forma cooperativa.
Todos los caminos están abiertos. Nafarroa Bai suscribió un contrato con la ciudadanía, y sólo podrá ser fiel a él actuando con rigor ético. Parafraseando a White, Nafarroa Bai ha tenido un éxito persuasivo. Se trata de no dilapidarlo y arrojarlo por los albañales del fracaso ético. Tampoco hay que perder de vista que Nafarroa Bai es una tarea colectiva y que, por tanto, para alcanzar los propios fines, los de cada integrante, es necesaria la cooperación de otros, por lo que no queda más remedio, si se quiere tener éxito, que reconocer su libertad y su autonomía, lo que implica, como dice White, “dejar espacio para que el ejercicio de esa libertad y esa autonomía se desenvuelva en términos que uno no desea”. Así las cosas, lo de menos es si se mantendrá o no una denominación o la foto fija de su constitución.