El Constitucional terminará quemándose

La actividad del Tribunal Constitucional español en estos últimos meses es realmente frenética. Tanto que llegas a pensar que deben de hacer horas extras y todo, de tanta obsesión como tienen. Cualquier cosa que hace el gobierno o el Parlamento de Cataluña va a parar y rápidamente es desautorizada.

Este frenesí es, en realidad, la muestra perfecta de la impotencia española. No pueden utilizar el ejército contra Cataluña -sobre todo porque, de hecho, no tienen ningún ejército que pueda ser efectivo en este caso-. No saben utilizar la vía de la democracia -que sería la más sencilla de todas-: urnas y votar. Y ven que el Principado sigue haciendo su camino y ya no espera nada ni a nadie. En esto, la unidad de acción en el parlamento español es un cambio espectacular de verdad.

¿Qué les queda? Ellos creen que les queda la justicia. Es un error enorme, porque las legalidades se crean, no caen del cielo. Pero ellos quieren creer en una especie de destino divino que les protegerá. Y por eso se dedican a intentar dictar normas mediante sentencias. Por más absurdas que sean y a riesgo de hacer el ridículo. Porque ¿qué explicación jurídica tiene que ataquen ahora el Departamento de Exteriores si las funciones que tiene se basan en un decreto de 2014, el 170, que el gobierno español no ha criticado nunca? La tradición los ampara, eso es cierto: cuando hacía meses que Cuba era independiente, los tribunales españoles aún continuaban enviando resoluciones a la isla, de las que ya no hacía caso nadie. Van por el mismo camino.

Por mí, pueden ir llenando tanto papel como quieran. Pero me sorprende que no sean conscientes de que el abuso que cometen va incluso en su contra. Un tribunal como el Constitucional debería hacer sentencias muy excepcionales. Su autoridad se basa en esto: que es el último recurso, en teoría, el árbitro supremo. Si hace una sentencia cada día, sus resoluciones dejan de impresionar y llega un momento que casi ni son noticia.

Creo que es eso que les pasa ahora, ya. Con un añadido más importante en términos políticos: al otro lado ya hay una gente, un gobierno, un parlamento, un país, al que todo esto ya no impresiona nada. El 9-N desobedecieron multitudinariamente y aquello lo cambió todo. Ahora los políticos catalanes ya miran estas sentencias no como algo a respetar de manera obligada, sino como una pieza más de la estrategia política. Y todo hace pensar que, si seguimos así, muy pronto llegará ese momento que la desobediencia será muy sistemática. Y el Constitucional español comenzará a recordar aquel otro tribunal de Madrid que en 1898 enviaba papeles y más papeles, de manera tan solemne como inútil, a Cuba.

(Por cierto: en el lamentable reportaje francés sobre Juan Carlos, hay un momento realmente espectacular. El que fue rey de España justifica su pasado diciendo que simplemente pasó ‘de una legalidad a otra legalidad’, y que lo importante es que todo se hizo desde la legalidad. Pues, efectivamente. Así es como se hacen las cosas y eso mismo haremos nosotros: pasar de una legalidad a otra legalidad. ¡Bravo por la sinceridad, Juan Carlos!)

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