Las primeras diócesis en territorio vasco fueron las de Auca, Valpuesta, Calahorra, Armentia, Pamplona, Baiona, Tarazona, Olorón y Dax, las cuales se situaron estratégicamente para atender a una necesidad de predicar sobre una población que se relacionaba por cercanía (facilidad geográfica) y que tenía un idioma, cultura, vida política y económica en común.
Valpuesta (municipio de Berberana, partido judicial de Villarcayo) y todo el Valle de Valdegobía o Gobiarán, son parte de Castilla Vetula o Vieja. Valpuesta se encuentra a 96 Km. de Burgos, pero a tan solo 45 Km. de Vitoria-Gasteiz y a 66 Km. de Bilbao. Valpuesta fue fundada por el obispo de Oca o Auca llamado Juan en el 804, el cual trasladó su diócesis hacia el norte, a Valpuesta donde existía una pequeña ermita, ante la presión musulmana sobre el territorio, para lo que contó con la ayuda del rey Alfonso II el Casto de Oviedo-Asturias (760-842), con lo que se convertiría en el segundo obispado de Asturias después del de Oviedo y el primero en los territorios conquistados por el reino asturiano, en este caso a los cristianos baskones, son los años de la ocupación asturiana de ese territorio que había pertenecido al ducado Baskonia y que fue arrasado por los musulmanes.
Valpuesta se encuentra en Burgos frontera con Alaba, rodeada por pueblos alabeses en tres cuartas partes dentro del Valle de Valdegovía, Gobiaran o Gaubea, y pasaría a pertenecer al reino de Pamplona-Nabarra desde finales de ese siglo IX de los primeros cartularios, hasta que fue conquistada toda Castilla Vieja y la Bureba por el reino de León en el 1054, para desaparecer poco después Valpuesta como diócesis a favor de Burgos, con su último obispo, Munio, fallecido en 1087. Pero Valpuesta no pasó a Burgos directamente, sino que previamente estuvo dentro al gran obispado nabarro de Nájera-Calahorra con Sancho García IV el de Nájera en el año 1053 (por tanto durante un año), al ser reconquistado a los musulmanes el territorio baskón calagurritano que lo habían ocupado 75 años antes.
Valpuesta conoció sus años de esplendor en los siglos IX, X y XI, que son los años de su pertenencia al reino nabarro, convirtiéndose en el primer obispado que abarcaba el Oeste de la ría de Bilbao hasta el río Asón en Laredo, para luego caer en el olvido en los siglos posteriores, lo que explica la poca importancia que se le ha dado en la historia hasta hace bien poco.
El historiador burgalés Fray Justo Pérez de Urbel (1895-1979) -Doctor en Filosofía e Historia, catedrático de Historia de España medieval y monje de Silos-, en su obra “Los vascos en el nacimiento de Castilla”, lo decía muy claro: “Valpuesta es el centro más importante de la onomástica eusquérica; pero desde Valpuesta la vemos extenderse por todos los centros de a repoblación de esa zona occidental de Castilla, por Tovilla, Losa, Tobalina, San Millán, Cerezo, las riberas del Oja y los montes de Oca, hasta cerca de Burgos las tierras que nace el Arlanza. Aquí es frecuente encontrar nombres como Vigila o Vela (cuervo), Velasco (cuervo pequeño), Amunna (abuela), Eita (padre), Jaunti (Señor), Anderezo o Andregoto (de andra, señora); o estos otros de cuño evidentemente vasco: scemenus, Sancius, Hurraca, Anderquina, Ennecus, Ulaquides, Analso, Amusco, Uzanco, Azanus, García (Garsea, “el joven”), Herramel y Oggoiz o Lupus (…)” (y sigue).
(…) “La vasconización es fuerte en toda la zona oriental hasta los alrededores de Burgos, y se advierte también hacia el occidente, si vamos a juzgar por la toponimia; los nombres de Vascones, Vasconcillos y Villasvascones, que se observan en la circunscripciones de Lerma, del Duero y en los valles cercanos al nacimiento del Ebro, indican una colonia primitiva procedente de Vasconia. Un documento de 945 nos ha conservado la lista de un gran número de vecinos de un pueblo llamado Villa Vascones, recientemente fundado, en la ribera del Arlanzón, “in susurbio Vurgos”, y da la casualidad que todos o casi todos son vascos (…).
“Tal fue la importancia de esta inmigración de vascones en lo que iba a ser el condado de Castilla que ciertas partes, en Ezcaray y Ojacastro, por ejemplo, un dominio casi exclusivo (en realidad son riojanas); e otras en Valdegobia (Alaba), en Valpuesta, en Alcedo, en Tobalina, en Haro (La Rioja), en Grañón (La Rioja, cerca de Santo Domingo de la Calzada) y sus cercanías, una influencia preponderante; en toda la parte oriental del condado, casi hasta las puertas de Burgos, y por el sur hasta la región de Salas de los Infantes, una fuerza que dejara honda huella en la vida castellana. Y con respecto a la región de Oña, Menéndez Pidal ha podido observar en el romance naciente de esta tierra claros indicios de influencias eusquéricas (…) Tan grande fue la inmigración eusquérica, que la tierra recién poblada, aquella Castilla de primera hora, que comprendía los valles de Espinosa, Valdivieso, Valpuesta, Valdegobía y Tobalina, hasta la margen derecha del Ebro, estuvo apunto de recibir el nombre de Bardulia”.
Fue llamada “bardulia” desde el siglo V la costa de Castilla Vetula, pero es más un término erudito en relación a los “bardulos” que creían habitaron esa comarca antes de la llegada de los romanos, aunque no fue así pues eran todos ellos territorios de los autrigones, ya que los bárdulos iban entre los ríos Deba y Oria-Urumea en la actual Gipuzkoa hasta Trebiño en Alaba y el occidente de Alta Navarra.
Valpuesta era un cenobio fronterizo entre alabeses y castellanos que abarcaba La Bureba[1] y lo que se conocía como Castilla Vetula o Vieja[2] (hoy Merindades y su salida al mar por Cantabria), es decir, desde el río Asón en Laredo o el río Cudeyo en la vecina Trasmiera[3], Ruesga y Soba a la ría de Bilbao (ríos Ibaizabal-Nervión), por tanto incluía también las hoy tierras bizkainas de las Enkartaciones en su amplitud histórica, las tierras alabesas de la margen izquierda del río Bayas (deformación de “ibaia”) incluida la tierra de Aiala, Valdegobia (Gobiaran) y así como el actual enclave bizkaino de Orduña con su arciprestazgo. La llamada Castilla Vetula o Vieja iba desde Santoña hasta la Bureba burgalesa (con capital en Briviesca), bajarían por los montes de Oca (a 15 Km. al norte de Burgos capital) y más al sur hasta la parte occidental de La Rioja y la Sierra de la Demanda. La Bureba en los primeros documentos aparece escrita como Borovia-Boreba de claro toque euskaldún, con la romana Briviesca como capital, por tanto, coincidía casi con el territorio del pueblo prerrománico de los autrigones que irían desde el Nervión hasta el río Asón en Laredo.
Estos cartularios de Valpuesta, de los que en realidad ya hablaba el historiador gipuzkoano de Arrasate-Mondragón Esteban de Garibay (s.XVI), adelantarían la aparición del castellano a finales del siglo IX-X, aunque muchos de los cartularios son copias posteriores o están interpoladas, lo que los invalida. El cartulario o becerro gótico de Valpuesta (llamado así por su tipo de letra visigótica) consta de 184 documentos, los más antiguos se remontan a los años 804 (cuando se funda la actual), los siguientes son de los años 864 y 875, son además los más antiguos de toda la península. Estos cartularios hacían las veces de acta contractual de donaciones o compraventas para ganar un trocito de cielo. En los mismos aparecen nombres propios en euskera (Amatu, Anaia etc.) junto con vocablos que serían los primeros en castellano como: “novillo”, “cuero”, “plumazo” o “andadura”, “cabeciles”, “calçada”, “casa”, “corro”, “cuencas, “orreo”, “ovelia”….
“En estos documentos que nos encontramos, afortunadamente y hasta que aparezcan otros, adelantan al menos un siglo (finales del IX-principios del X) las fechas propuestas con anterioridad (…). Es el caso de ‘piele’ en lugar de ‘pelle’. Ese diptongo es una de las cuestiones que distinguen a algunas lenguas romances. Y también hay estructuras sintácticas que son romance y no latinas (…). Al contrario de las glosas emilianenses (La Rioja), estos documentos son básicamente donaciones (de todo tipo) al atrio o la iglesia de Santa María y contratos», señala el filólogo y profesor de la Universidad de Burgos Antonio Álvarez Tejedor, uno de los coordinadores del trabajo de unas 600 páginas críticas sobre los diferentes cartularios de Valpuesta publicado a finales del año 2010.
Por ejemplo, uno de los textos de los cartularios de Valpuesta del año 844 dice:
«…in loco que uocitant Elzeto cum fueros de totas nostras absque aliquis uis causa, id est, de illa costegera de Valle Conposita usque ad illa uinea de Ual Sorazanes et deinde ad illo plano de Elzeto et ad Sancta Maria de Uallelio usque ad illa senra de Pobalias, absque mea portione, ubi potuerimus inuenire, et de illas custodias, de illas uineas de alios omnes que sunt de alios locos, et omnes que sunt nominatos de Elzeto, senites et iubines, uiriis atque feminis, posuimus inter nos fuero que nos fratres poniamus custodiero de Sancta Maria de Valle Conpossita…» []
Traducción del texto al castellano en la Wikipedia:
«…en el lugar que llaman Elicedo con fueros de todas las nuestras excepto alguna causa de fuerza, esto es, de la costera de Valpuesta hasta la viña de Val Sorazanes y de allí al llano de Elicedo y a Santa María de Vallejo hasta la sierra de Pobalias, excepto mi parte, donde habremos podido encontrar, y de los puestos de guardia, de las viñas de otros hombres que son de otros lugares y hombres que llaman de Elicedo, viejos y jóvenes, varones y hembras, hemos puesto entre nosotros fuero que nosotros hermanos pongamos guardián de Santa María de Valpuesta…»
Los cartularios de Valpuesta (como todos los de la época y en toda Europa Occidental) están en latín, en ellos aparecen entremezcladas unas 300 palabras en romance, pues el latín no era un idioma hablado sino reglado para ser escrito y/o leído en la liturgia, mientras que el pueblo hablaba un latín “vulgar”, dialectos del latín que se conocen como lenguas romances, uno de los cuales se trasluce en estos cartularios. El romance castellano no nace en un cenobio entre sotanas, sino que es el idioma que hablan los habitantes de la fronteriza Castilla Vetula o Vieja y la Bureba, la cual se encuentra dentro del reino de Pamplona-Navarra en los siglo IX-X y hasta mediados del XI.
En el acta fundacional de San Martín de Ferrán, localidad tobalinesa de Herrán, en la comarca de las Merindades antes Castilla Vieja o Vetula, enclavada al pie de la sierra de Arcena, zona fronteriza con Alaba, conservado en el monasterio de San Millán de la Cogolla y fechado en el año 852, aparece escrito por primera vez el nombre de “Castilla”, entre unas cuantas palabras en lo que ya se podría también considerar castellano antiguo, aparecen entremezclados vasquismos. Este manuscrito también sería anterior -en más de un siglo- a las Glosas emilianenses. Ese primer documento sobre la comarca de “Castella” del 850-852, se refiere a tierras de Castilla Vieja o Vetula de Espinosa de los Monteros, Villarcayo, Medina de Pomar, más Braboseña, Reinosa, Campoo, y los valles de Bricia, Sotoscueva, Valdivieso, Tobalina y Losa.
El documento más antiguo que se conserva de esta comarca fronteriza, es del monasterio de mujeres de San Miguel de Pedroso -cerca de Belorado (La riojilla)- y es del año 759. En el documento escrito en latín y no hay trazas de romance, junto con nombres latinos y germánicos, aparecen nombres eusquéricos como: Amuna, Semena, Sancia o Anderezzo.
Fray Justo Pérez de Urbel también comentaba que en el Monasterio de Silos -donde vivió muchos años- otros documentos tienen también trazas de idioma romance (municipio de Santo Domingo de Silos, La Demanda, al sur de Burgos capital, partido judicial de Sala de Los Infantes, fuera de Castilla Vieja, la Bureba y La riojilla, pero cercano a esta última): “El pequeño río de Silos lleva en los documentos del siglo X el nombre indudablemente eusquérico de Ura (agua), y así seguirá llamándose hasta el siglo XVIII”. Silos fue fundado Fernán González (930-970) sobre una ermita anterior, destruido por Almanzor el monasterio sobre al año 1000, fue reformado completamente por Fernando I el Grande de Castilla y León (1029-1065), el segundo hijo de Sancho III el Mayor de Nabarra y doña Munia, condesa de Castilla tras la muerte de su hermano. Asturias-León era el reino originario del condado castellano pero que no incluía en ese siglo las tierras de Castilla Vieja ni la Bureba (y menos tierras riojanas, salvo el pequeño condado de Cerezo en “la riojilla”). Menéndez Pidal (A Coruña 1869-Madrid 1968) sobre las glosas silenses comentaba: “son riojanas o navarras, lo mismo que las glosas emilianeneses (…) tienen otros rasgos suyos que también son navarros”.
El itinerario más ajustado al verdadero germen del castellano, podría comenzar en Santoña, una de las poblaciones más antiguas de Cantabria (fundada su iglesia parroquial por el rey nabarro García IV el de Nájera en la primera mitad del siglo XI, hijo primogénito de Sancho III el Mayor, con el nombre de Santa María del Mar), la imaginaria ruta del idioma castellano proseguiría hasta Frías, capital medieval de la Castilla del norte (La Bureba), y desde allí un ramal iría hasta Herrán y Valpuesta. La ruta alternativa seguiría por Oña hacia Burgos (Oña es topónimo en Euskara, “al pie”, nombre similar al de Santoña) donde fue enterrado precisamente el conocido por los musulmanes como “el rey de los Vascos” y de la “nación vasca”, que no era otro que el rey nabarro Sancho III el Mayor, y que era la frontera de su reino, euskaldún por lengua.
Sólo parte del clero, unos pocos escribanos y una pequeña parte de la clase noble, sabía escribir en la Alta Edad Media y lo hacían en latín y en romance nabarro después, gracias a su parecido con el primero. En el siglo VI Benito de Nurgia (población a 140 kilómetros al norte de Roma) instauró en los monasterios la obediencia, pobreza y castidad, además del trabajo para el automantenimiento de la comunidad religiosa y la enseñanza, lo cual supuso que más del 90% de los pocos que aprendieron a escribir hasta el siglo XII lo hicieran en los monasterios. El latín era el idioma que fue el empleado en toda Europa para toda escritura durante siglos, pero la gente lo hablaba de forma más natural según las comarcas lo que evolucionando llegó a convertirse en lo que se conoce como idiomas romances, con el idioma romance de la región conocida “Castilla” se mezcló el euskera para formar el romance castellano, como era lógico, pues casi todos los habitantes del reino de Nabarra en el siglo IX al XI hablaban euskera. De las tierras castellanas, el Este políticamente estaba dentro de la Castilla leonesa y el Oeste dentro de la Castilla nabarra y euskaldun. Como recoge un documento de la época sobre Sancho García IV el de Nájera: “Reinando en Pamplona, en Álava, en Castilla Vieja hasta Burgos y Bricia; su hermano Fernando reinando en Burgos y León”.
San Millán de la Cogolla –La Rioja- , es el monasterio más relevante de la península en los siglos X-XI donde aparecieron unos textos en romance nabarro y dos frases en euskera, las primeras pasaron durante mucho tiempo por ser las primeras en castellano cuando no lo eran. El Director General de Cultura de La Rioja, Javier García Turza comentaba en noviembre del 2010 al Diario La Rioja: «Tenemos todos los medios para decir que en San Millán había una producción literaria, lingüística y lexicográfica, de edición de diccionarios, muy, muy, muy superior a la del resto de monasterios (…). El origen del romance es coetáneo en toda Europa. En Francia, en Italia… los primeros escritos vienen a aparecer a lo largo de la segunda mitad del siglo X».
Emiliano de Berceo vivió 101 años (473-574). A los 20 años fue en busca de sabiduría a los riscos de Bilibio (Haro, La Rioja) a aprender del anacoreta famoso en la zona llamado Felices. Emiliano siguió el ejemplo del ermitaño y vivió durante muchos años aislado de la gente, atribuyéndosele efectividad milagrera en su lucha contra los infieles (se le pinta junto a Santiago matando moros con espada en mano en la batalla de Simancas), se edificó en su honor el monasterio de Suso o “el de arriba” entre los siglos VI al XI (donde están enterradas tres reinas nabarras y el infante castellano de Lara). Desde Cantabria se apunta que el santo riojano habría pasado sus últimos 30 años de vida en Valderredible (cercano a las Merindades castellanas o Castilla Vieja).
Estas glosas fueron escritas en San Millán de la Cogolla sobre el año 942 en La Rioja, cuyo monasterio original de Yuso fue fundado por el rey nabarro Sancho I Garcés, 905-925 (“Donemiliaga Kukulakoa” en euskera, cuculla era la capa que usaban varias órdenes religiosas, que cubrían a la vez cuerpo y cabeza), cuando se conservaba el euskera en el territorio y pertenecía a la corona de Nabarra y no al condado leonés de Castilla, consagrándose el tempo en el año 954 por García Sánchez I, primer monarca nabarro instalado en Nájera e hijo de Sancho I Garcés. Llegó Berceo a ser incluso patrono de Nabarra. Después se construyó un poco más abajo el actual monasterio de Yuso por orden de Sancho III el Mayor de Nabarra, tras la destrucción del anterior por Almanzor en el 1002, Sancho III introdujo la norma benedictina en el monasterio; monasterio de cuya primera edificación sobre el siglo X-XI no quedan casi restos.
Las primeras frases en euskera son “güec ajutu ez dugu” y “izioqui dugu” (“nosotros no hemos ayudado” y “hemos merecido” o quizás “hemos encendido”, no está claro), X siglos después de las primeras palabras escritas en euskera de las estelas de época romana.
“(…) Si uero, quod Deus non patiatur [non quieti] et mala opera exercimus [nos sificieremus] et plus pro carnis luxuria quam pro salute anime laboramus, timeo ne quando boni christiani cum angelis acceperint uitam eternam nos, quod absit, precipitemur [guec ajutuezdugu]* [nos non kaigamus] jngeenna (…)”
“El monasterio de San Millán de la Cogolla en el que hacia el año 950 en un manuscrito latino de su escritorio un amanuense incorporó unas anotaciones de las hablas vernáculas de la región, la lengua navarra romance y el euskera” Es decir, son glosas en romance nabarro y no en castellano (“Sancho III el Mayor” José Luis Orella Unzué, edición “Reyes de Navarra”).
Por tanto, cuando se escriben los cartularios de la diócesis de Valpuesta gran parte de su territorio está fuera de los condados leoneses de Castilla, condado que todavía no existe como tal en el siglo X, sino que era una región de condados y territorios: el condado de Burgos, el de Lara, el de Cerezo o el Monzón entre otros, unidos momentáneamente entre el 930-970 por Fernán González, pero donde no estaban incluidos los territorios euskaldunes o vascoparlantes y repoblados con baskones-nabarros de Castilla Vieja, La Bureba y La riojilla hasta la Batalla de Atapuerca (año 1054), cuando el segundo hijo legítimo de Sancho III el Mayor, de nombre Fernando I el Grande, que había recibido el condado leonés de Castilla de su madre Doña Munia la Mayor (1029), mata a su hermano y se hace con todos los territorios que se denominaban Castilla. Como dice el dicho castellano remontable aquellos años: “Castilla era un rincón que tiene Atapuerca como mojón”. Tras esta batalla, Fernando, que acababa de ocupar Oña y su monasterio, llevó el cuerpo de su padre a la catedral de San Isidro de León contra su última voluntad, quizás para que su primo, el nuevo rey de nabarra, cuando intentara recuperar esas tierras castellanas que le pertenecían por herencia, no lo tuviera.
De todos modos, pese a esta primera unificación política de toda Castilla en un solo condado, todo el territorio del reino de Nabarra se volverá a restablecer durante el reinado de Alfonso I el Batallador, tal y como quedó escrito entre castellanos y nabarros en el Pacto de Tamara de 1127. Pacto de Tamara con Centulo de Bigorre y Gastón de Beárn como mediadores y por el que Castilla reconoce como nabarras las tierras mencionadas en el pacto de 1016 del documento 166 del Cartulario de San Millán de la Cogolla; como queda escrito en el acuerdo, son navarros los habitantes de: Belorado (La riojilla) y las castellanas de La Bureba, Mena, Trasmiera y Castilla la Vieja, así como Gipuzkoa, Bizkaia, Alaba o La Rioja.
“(…) al este con el reino de Pamplona ciertas tierras de Castilla la Vieja, precisamente aquellas en las que se hablaba euskera y que tanto Doña Mayor como condesa originaria a la muerte del infante García (su hermano) como su esposo Sancho el Mayor (1005-35) las asignaron al hermano mayor de Fernando, a García Sánchez (el de Nájera), el primogénito, al entregarle el reino de Pamplona como tierras de abolengo (…). Estas tierras del noroeste de Castilla eran en la cultura anterior a la romanizada como igualmente lo testifica la arqueología tierras autrigonas por tanto en estrecha relación con el ámbito de la lengua vasca. Además estas tierras gozaban en su derecho privado unas instituciones típicas del sistema jurídico pirenaico, lo mismo que todas las tierras que estaban a su costado oriental” “Sancho III el Mayor” José Luis Orella Unzué, edición “Reyes de Navarra” pág.66.
Conclusiones:
Sánchez Albornoz (Madrid 1893-Ávila 1983), catedrático de historia en las universidades de Madrid, Barcelona y Buenos Aires y presidente en el exilio de la Segunda República española, creía que: “el Reino de Navarra desde sus comienzos en el siglo X usó promiscuamente dos lenguas habladas: el vasco y el romance navarro, afín al castellano”.
También afirmó en “Vasconia o la España sin romanizar” que “el pueblo castellano nació de la matriz vasco-cantábrica. No soy el primero en lanzar la idea de la acción vasconizante castellana. Menéndez Pidal al estudiar los “Orígenes del español” defendió ya la teoría de que Castilla había metido una cuña vasca en Hispania. Aludía al castellano, claro está. Cabe ampliar su tesis de lo lingüístico a lo social y a lo vital.”.
Tiene una parte de verdad pero el texto es exagerado, en las zonas menos romanizadas sería del euskera el único idioma (la mayoría de Baskonia fuera de las ciudades, fronteras y el Sur), como bien decía el artajonés Jimeno Jurio en su libro “El euskera en Navarra”: el romance nabarro no parece popularizado durante la Edad Media, salvo en la Ribera nabarra y en algunas zonas periféricas, a los que habría que añadir los territorios del reino nabarro que no son hoy el País Vasco: Castilla Vetula, Bureba, La Rioja y norte de Soria.
En poblaciones de burgos francos en tierras vascas, alternó el romance nabarro con idiomas norpirenaicos de vascos romanzados (gascones-aquitanos), hasta que uno y otros acabaron sustituidos por el castellano tras la invasión española, aunque a veces lo fueron antes por el euskera dentro del reino nabarro, como en el San Cernín de Pamplona.
Finalmente, Menéndez Pidal, filólogo e historiador español más prestigioso del siglo XX, presidente de la Real Academia de la Historia y estudioso del origen del castellano, sostenía que “el incuestionable substrato vasco del idioma castellano”[4].
El romance castellano nació en el perímetro Bilbao-Santander-Ebro, básicamente en la Castilla Vetula o Vieja, Oeste de La Rioja y La Bureba del reino de Nabarra, además de en zonas castellanas limítrofes a éstas como Silos perteneciente al reino de León, de ahí el nombre “castellano”, pero que nadie se lleve a engaño, la zona era mayoritariamente baskona y después Nabarra hasta el siglo XII y con vasco parlantes hasta al menos el siglo XIV1.
Es el territorio del antiguo pueblo vasco de los autrigones de la que hablan los romanos cuya última mención histórica es del Cronógrafo del año 354, en un mapa se observa claramente como coincide la desaparición contrastada del euskera con los siglos de aparición del castellano en la zona donde habitaba el pueblo vasco de los autrigones, pero es prácticamente imposible que de ellos quedase algo para entonces.
El territorio quedó despoblado prácticamente durante los ataques musulmanes y después por los asturianos (s.VIII), salvo núcleos aislados en las montañas de “foramontanos”, repoblado después el territorio sobre todo por baskones (aunque no sólo), que configuraron el ducado de Baskonia y finalmente el reino de Pamplona-Nabarra, territorio en el que entre los siglos IX-X nace un nuevo romance nabarro del lugar, con la influencia del euskera que también se hablaba en el territorio, quizás con mucha gente bilingüe: euskera-castellano, como en tantas zonas fronterizas. Quizás ese romance en realidad ya se hubiera diferenciado mucho antes del latín, el cual sería un idioma artificial para el culto religioso y de erudición y no un idioma hablado por el pueblo, pero, ¿cuántos siglos antes?.
¿Por qué coincide el territorio autrigón y el del nacimiento del castellano? Aquí podría estar viva la comunidad natural sobre la que ejerce la diócesis de Valpuesta. Algunas de las primeras diócesis parecen albergar un territorio natural, conocido desde mucho tiempo atrás. La ocupación musulmana hizo que la diócesis de Auca pasara a Valpuesta, la cual se crea sobre tierra autrigona sobre el 804, incluso hoy, las gentes que ocupan el territorio de ese antiguo pueblo vasco, mantienen una relación social y económica estrecha.
Por consiguiente, tal y como lo aseveran Sánchez Albornoz y Menéndez Pidal (los mejores historiadores españoles del siglo XX), el castellano nació en tierras nabarras de Castilla Vieja-Bureba y La riojilla y mantiene un substrato vasco autrigón, claro en algunos elementos considerados específicos del castellano, como algunas consonantes presentes también en el euskera, la confusión de la “v/b”, el uso de sólo cinco vocales (frente a las siete del catalán, por ejemplo, 8 del francés y hasta 10 de otros idiomas romances) o la desaparición de la “f” inicial del latín.
Así lo decía ya el Padre Fita en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” española de 1881: “…El idioma vasco ha transmitido al habla de Castilla la claridad y limpieza de sus vocales; y es radical importante de la española…”. Este tipo de préstamos son los llamados por los lingüistas como “préstamos areales”, son los que se producen por la concurrencia de diferentes idiomas en un mismo espacio, ello no significa que el castellano venga del euskera, sino que el haber nacido sobre gente vasca dejó su impronta en él, aunque no tan importante como en el romance gascón, donde el euskera es determinante.
Julio Ortega Galindo en su Texto “Orígenes y naturaleza de Vizcaya”, comenta: “En el castellano se observan huellas fonéticas indudables de que quienes lo comenzaron a hablar o eran vascos o convivían íntimamente con ellos”.
Ø La introducción de la r como fonema ápico-alveolar vibrante múltiple /rr/.
Ø El sonido de la b y de la v se mezclaron dando lugar a un solo fonema /b/.
Ø Aparición eventual de una vocal protética delante de /r/ inicial. Este fenómeno se documenta con claridad en castellano antiguo (así ‘arredondo’ por ‘redondo’), aunque ha dejado algunos rastros en el actual (arrepentirse cast. ant. ‘repentirse’ lat. ‘repaenitere’; ‘arruga’ lat. ‘ruga’).
Ø La consonante f en principio de palabra fue aspirada, transformándose posteriormente en una h muda (fierro>hierro).
Ø Los sonidos z y s se convirtieron en /tz/ y /ts/.
Ø Por influencia del euskera, las lenguas romances cercanas tienen cinco vocales, excepto el francés. El latín clásico poseía diez, pero la convivencia con el idioma vasco hizo que estas fuesen desapareciendo del latín vulgar, del que derivarían el romance y el castellano.
Ø Los sonidos palatales de ñ y ll.
A modo de anécdota, podemos añadir que los reyes nabarros utilizaron el romance castellano como lengua para sus escrituras oficiales 60 años antes que lo hicieran los propios reyes castellanos que usaban el latín; ambos romances, el nabarro (con sus variantes, riojana o aragonesa) y el castellano, lo son del reino de Nabarra su zona periférica o ribera.
Palabras tomadas por el castellano del euskera son: pizarra, ascua, zurrón, izquierda, zulo, chiquito, chaparro, chaparrón, chabola, zurra (paliza), zurriaga(zo), boina, cencerro, Chirimbolo, chistera, gabarra, órdago, chatarra, chispear, chirimiri, alud, cachorro, cachorro, zamarra, cazurro, chatarra, soca-tira, aquelarre o ama (de casa, de cría, de llaves). Además de otras de origen probable vasco como ciénaga, arroyo y más. Algunas modernas: ertzaintza, abertzale, zulo, lehendakari etc.
Según el DRAE hay noventa y cinco (95) palabras en el castellano actual que vienen del euskera, sin embargo son muy pocas, pues, por ejemplo, hay 1.300 en árabe.
[1] Frontera de Burgos con Alaba y La Rioja, capital Briviesca, más las villas y pueblos de Frías, Oña, Poza de la Sal, Trespaderne, Monasterio de Rodilla, Arconada, etc., ríos Ebro-Oca.
[2] Valles de Mena, Villarcayo, Valdevieso, Manzanedo, Losa, Espinosa de los Monteros, Cudeyo,Tobalina y Pancorbo
[3] , Arnuero, Bárcena de Cicero, Bareyo, Entrambasaguas, Escalante, Hazas de Cesto, Liérganes, Marina de Cudeyo, Medio Cudeyo, Meruelo, Miera, Noja, Ribamontán al Mar, Ribamontán al Monte, Riotuerto, Santoña, Solórzano y Voto.
[4] “Un buclé melancólico” Juan Juaristi.
Aitzol Altuna Enzunza, Galdakano (Nabarra)