El Brexit consumado, Inglaterra con problemas

No ha habido ruptura abrupta pero el Brexit seguirá dando tumbos durante meses y quizás años. Se ha cerrado el acuerdo el día de Nochebuena. Dos mil páginas contienen muchas cláusulas y el diablo está en los detalles. Lo tiene que aprobar el parlamento británico, el parlamento europeo y todos los parlamentos de los 27 estados miembros.

En el subconsciente de los ingleses que impulsaron el Brexit, muy pocos y muy organizados en el arte de la propaganda y la mentira, circula el gen de la división de Europa en beneficio de sus intereses. Lo intentaron desde fuera, cuando entraron y ahora que están otra vez fuera lo seguirán persiguiendo como una de sus obsesiones.

La primera reflexión del pacto que se ha alcanzado hoy es que Europa ha hablado con una sola voz, no se ha dividido, ha cedido hasta donde creía que se podía, y ha permanecido unida. Gran Bretaña ha discutido sobre las aguas jurisdiccionales y sobre la recuperación de la libertad jurisdiccional.

Todos han ganado de un acuerdo pactado. Un confuso Boris Johnson ha asegurado que han recuperado el control de su moneda, de sus fronteras, de sus leyes, de su comercio y de sus aguas de pesca. Han recuperado, dice Johnson, su destino. La jurisdicción de la justicia europea sobre Gran Bretaña ha tocado fondo. Lo cierto es que Gran Bretaña está hoy más sola que nunca contraviniendo sus viejos principios de cooperación comercial por los mares y océanos.

La presidenta Ursula von der Leyen ha quedado satisfecha y Boris Johnson también. Pero se han roto piezas importantes de la vajilla institucional europea. Johnson tiene que contentar a los ultra nacionalistas de su partido y, a la vez, no espantar a los europeos que de buena voluntad han cedido en algunos puntos en las largas negociaciones.

El tema de fondo es que Gran Bretaña es tan europea como cualquiera de los países que forman parte de la Unión. Culturalmente, emocionalmente, históricamente, ideológicamente y geológicamente somos lo mismo, dijo Boris Johnson. Hoy “hemos ganado la libertad”, como si fuera Winston Churchill al vencer a Hitler.

Pero si los ingleses han hecho lo que han querido desde que hace 47 años ingresaron en la Unión. No están en Schengen, no han aceptado el euro y habían conseguido dejar de ser contribuyentes netos en los presupuestos de Bruselas. A medida que se estudien las 2.000 páginas del acuerdo se verá cómo los ingleses y la Unión Europea intentarán sacar provecho de los muchos agujeros legales que se esconden en un documento de estas dimensiones. Intentarán seguir manoseando en la Europa continental.

Pero los europeos no se han dejado seducir por la vieja sabiduría diplomática de Londres. Merkel y Macron han ido a una. Y el resto de países también. Europa sigue siendo una gran potencia y el Reino Unido es una isla con un gran potencial económico, cultural y académico. No podrá ir contra el viento de la historia que no levanta fronteras para defender identidades sino que las exhibe y/o las abre al mundo para el disfrute global. El discurso de Johnson y los brexiteers es reaccionario.

El problema lo tendrá el Reino Unido. Escocia e Irlanda del norte votaron muy mayoritariamente a favor de seguir en Europa. A partir de hoy están fuera. La ministra primera de Escocia, Nicola Sturgeon ha dicho esta noche que los escoceses van hacia una nueva nación dentro del marco europeo. Y los partidos de Irlanda del Norte que defendieron la pertenencia en Europa han deslizado esta noche que si para seguir en la UE hay que promover la unidad irlandesa, quizás valdrá la pena intentarlo. El Brexit ha derrumbado a dos primeros ministros. Boris Johnson puede ser el tercero.

Ah, que los británicos hayan rechazado seguir con el programa Erasmus es una burla para la juventud europea y, muy especialmente, para los universitarios británicos.

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