El botón nuclear

Con una mezcla de confianza, indignación y decepción, los dos millones de votantes del sí hace casi dos meses fueron a las urnas esperan conocer el desenlace de las negociaciones entre Juntos por el Sí y la CUP. Cualquiera puede entender la complejidad del momento y las dificultades para conciliar posiciones ideológicas muy diferentes, e incluso antagónicas en algunos puntos, pero eso no es excusa porque no es nada imprevisto y era conocido desde antes de las elecciones.

Conseguir una mayoría absoluta de diputados independentistas en el Parlamento de Cataluña era un hito difícil de imaginar hace sólo cuatro o cinco años. En este tiempo se ha recorrido una parte muy importante del camino hacia la república catalana porque la posición favorable a la independencia es la opción que genera más apoyos y ocupa la posición central de la política catalana. Esto es posible porque se ha podido sumar en torno al mismo eje a votantes que abarcan todo el arco ideológico: de derecha e izquierda, conservadores, liberales y socialdemócratas, demócrata-cristianos, revolucionarios y moderados, y también muchos abstencionistas que ven en la independencia una gran oportunidad para hacer las cosas diferentes. Todos hacen falta para forjar una mayoría amplia, todos son conscientes de estas complejidades y todos dieron el mandato explícito de construir las estructuras necesarias para hacer que Cataluña pueda convertirse en un Estado independiente.

En el juego de fuerzas de la negociación política ha aparecido la amenaza, por parte de Convergencia Democrática de Cataluña y de la CUP, de pulsar el botón nuclear y forzar una nueva convocatoria de elecciones a partir del mes de enero si no se logra un entendimiento. Dicho lisa y llanamente, a la vista de una parte muy mayoritaria de votantes del sí, esta opción es inaceptable, es un fraude y tiene unas consecuencias políticas indeseables con resultados inciertos. Los votantes del sí no tenemos la necesidad ni tenemos las ganas de tirar por la borda una mayoría parlamentaria que tiene la obligación de cumplir con el mandato consciente y explícito de los votantes.

En las teorías sobre negociación se habla de “quemar las naves” cuando se toma una decisión que no tiene marcha atrás, aunque suponga un gran sacrificio o una pérdida irreparable. Forzar la convocatoria de unas nuevas elecciones por la incapacidad de llegar a un entendimiento es una estrategia absolutamente perdedora. De hecho, es una posición que el historiador de la economía Carlo Cipolla, que en el libro ‘Allegro ma non troppo’ conceptualizó las leyes fundamentales de la estupidez humana, calificaría como la conducta propia de los estúpidos, que son aquellos que perjudican a las personas de su entorno y, al mismo tiempo, se perjudican a sí mismos sin sacar ningún provecho. Sólo un estúpido pulsaría el botón nuclear.

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