En la reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) celebrada en Tailandia el mes pasado, la presencia de Corea del Sur fue importante. Corea del Sur ha dejado silenciosamente de estar definida por su problemático vecino, Corea del Norte, y se está convirtiendo en una importante potencia intermedia en los asuntos mundiales. Un surcoreano es Secretario General de las Naciones Unidas; Seúl será anfitrión el año próximo de la Cumbre del G-20; y el país acaba de celebrar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
Esto no siempre ha sido así. Si la geografía es destino, a Corea del Sur le tocó mala mano. Encajada en un área en la que tres gigantes –China, Japón y Rusia- se enfrentan entre sí, Corea del Sur ha tenido una historia difícil en el desarrollo de un poder militar lo suficientemente “duro” para defenderse por sí misma. En efecto, a principios del siglo XX, tales esfuerzos fracasaron y Corea se convirtió en una colonia de Japón.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la Península se dividió según las líneas de la bipolaridad de la Guerra Fría, y fue necesaria la intervención estadounidense y de las Naciones Unidas para prevenir la subyugación de Corea del Sur en la Guerra de Corea. Más recientemente, a pesar de sus impresionantes recursos de poder duro, Corea del Sur se ha dado cuenta de que la alianza con una potencia distante como los Estados Unidos sigue siendo una útil póliza de seguro de vida en el contexto de un vecindario difícil.
En un estudio reciente sobre las naciones del G-20 publicado en el diario Chosun Ilbo , la fundación Hansun clasificó a Corea del Sur en la décimo tercera posición mundial en términos de poder nacional. Corea del Sur se ubicaba en la novena posición en cuanto a recursos de poder duro, pero no le fue bien en lo que se refiere al poder blando. Citando al diario, “las fábricas de vanguardia, las armas de alta tecnología, una infraestructura avanzada de comunicación e información, son los componentes clave que un país debe tener para lograr una competitividad internacional más fuerte.” No obstante, para que los componentes del “poder duro” se conviertan en verdaderos motores del crecimiento y prosperidad del país, deben estar respaldados por un “poder blando” más sofisticado y altamente eficiente.
Corea del sur tiene un impresionante potencial de poder blando. A veces, los coreanos comparan su país de 50 millones con vecinos como China o una superpotencia como los Estados Unidos y creen que su país no puede competir con esos gigantes. Puede que eso sea cierto en lo que se refiere al poder militar duro, pero no es el caso en cuanto a los recursos de poder blando.
Muchos países que son más pequeños que Corea del Sur tienen un buen desempeño en materia de poder blando. La influencia política de países como Canadá, los Países Bajos y los Estados escandinavos es mayor que su peso militar y económico, lo que se explica por que han incorporado en sus definiciones de interés nacional causas atractivas como la asistencia económica o el establecimiento de la paz.
Por ejemplo, en las últimas dos décadas, Noruega, un país con sólo cinco millones de habitantes, ha tomado un papel de liderazgo en las conversaciones de paz. De igual manera, Canadá y los Países Bajos han aumentado su poder blando no sólo por sus políticas en las Naciones Unidas, sino también por su asistencia al desarrollo en el exterior. Tales políticas de legitimación ya están disponibles para Corea del Sur.
Además, en términos de valores atractivos, Corea del Sur tiene una historia fascinante que contar. En 1960 tenía más o menos el mismo nivel de riqueza económica que Ghana, una de las economías más prósperas de los nuevos países independientes de África. Hoy, los dos países son inmensamente diferentes. En el medio siglo que transcurrió, Corea del Sur se convirtió en la onceava economía más grande del mundo, con un ingreso per cápita que supera los 15,000 dólares. Ingresó a la OCDE y es un miembro importante del G-20. Es la sede de marcas famosas y es líder en la adopción de Internet y la tecnología de la información.
Más importante aun, Corea del Sur también ha desarrollado un sistema político democrático con elecciones libres y una transferencia pacífica del poder entre diferentes partidos políticos. Se protegen bien los derechos humanos, así como la libertad de expresión. Los surcoreanos a menudo se quejan de lo desordenado que es su sistema político, y el Informe de la Fundación Hansun clasificó a Corea del Sur en el décimo sexto lugar entre los países del G-20 en lo relativo a la eficiencia de las actividades legislativas, y en el décimo séptimo en estabilidad y eficiencia políticas.
De acuerdo con el estudio, “las bajas clasificaciones no sorprenden dadas los enfrentamientos violentos comunes entre los partidos en el gobierno y en la oposición en cuanto a leyes sensibles y los interminables escándalos de corrupción en los que están envueltos los políticos.” No obstante, si bien un mejor funcionamiento en estas áreas sin duda ampliaría el poder blando de Corea del Sur, el hecho mismo de contar con una sociedad abierta que es capaz de producir y discutir estas críticas hace atractiva a Corea del Sur.
Finalmente, la cultura de Corea del Sur también es atractiva. Las tradiciones del arte, artesanías y cocina coreanas ya se han propagado en todo el mundo. La cultura popular coreana también ha trascendido fronteras particularmente entre la gente más joven en los países asiáticos vecinos, mientras que el éxito impresionante de la diáspora coreana en los Estados Unidos ha hecho todavía más atrayentes la cultura y el país que representan. En efecto, a finales de los años noventa se dio el ascenso de “Hallyu” o “la ola coreana” –la creciente popularidad de todas las cosas coreanas, desde la moda y las películas hasta la música y la cocina.
En suma, Corea del Sur tiene los recursos para producir poder blando, y el poder blando que posee no está supeditado a las limitaciones geográficas que han restringido su poder duro a lo largo de la historia. Como resultado, Corea del Sur está empezando a diseñar una política exterior que le permitirá tener una mayor participación en las instituciones y redes internacionales que serán esenciales para el buen gobierno global.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
Traducción de Kena Nequiz
Joseph S. Nye es profesor de la Universidad de Harvard y es autor de The Powers to Lead y Soft Power: The Means to Success in World Politics.