Cuando no sabes muy bien qué hacer, creas una comisión de expertos. Ésta es la salida que ha encontrado el gobierno ultraminoritario de Aragonès para avalar la propuesta de llegar a un “acuerdo de claridad” con el Estado para pactar un referéndum de independencia. Este “acuerdo”, que implicaría aceptar que con un 50% de participación y un sí a la independencia del 55% quedaría resuelta la cuestión, no tiene el apoyo de ningún grupo. La mayoría soberanista del 52% en el Parlament sólo fue efectiva para repartir cargos, para empezar, para investir president a Aragonès, pero no ha servido ni una sola vez para que los partidos independentistas se pusieran de acuerdo –con claridad, sí– sobre la hoja de ruta a seguir. Ahora, además, aunque la propuesta de Esquerra no fue bien acogida por su nuevo aliado, el PSC, el gobierno dice que le quiere empezar a dar forma y trama una comisión para que una cuadrilla de académicos charlen un rato, sin cobrar, como si hacerlo fuera el problema para recelar de la validez de la propuesta. De entrada les diré que si un experto trabaja sin cobrar, en realidad no trabaja, porque necesita ganarse los garbanzos en otro lado. El amateurismo es el imperio de la mediocridad o de la juventud mal pagada, porque se abusa de ella. La política catalana está como está, porque los políticos cobran una barbaridad, a menudo exagerada dada su capacidad, y cuando recurren a los expertos, entonces les obligan a trabajar como esclavos, sin cobrar.
El académico escogido para liderar la comisión de expertos es el politólogo Marc Sanjaume Calvet, un joven especialista en procesos de secesión vinculado a la UPF. Sanjaume, miembro de una familia de independentistas de toda la vida, tiene los méritos suficientes vomo para liderar esta comisión. Tantos como Jordi Muñoz, otro joven politólogo de la cantera de ERC, para dirigir el CEO (Centro de Estudios de Opinión). Sanjaume ha crecido académicamente bajo la maestría del catedrático Ferran Requejo, que pasó de defender al federalismo asimétrico al independentismo por agotamiento, y del profesor Alain-G. Gagnon, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Quebec en Montreal, defensor de la singularización de la nación quebequesa en el marco de un Canadá federal multinacional.
Si ustedes quieren hacer una cata de su pensamiento, la Editorial Afers le publicó en 2012 el libro ‘Temps d’incertituds. Assajos sobre el federalisme i la diversitat nacional’ (‘Tiempos de incertidumbre. Ensayos sobre el federalismo y la diversidad nacional’). Es una buena forma de entrar a comprender qué significa un “acuerdo de claridad” como el que propone Esquerra. Al fin y al cabo, lo que ahora sugieren los republicanos es trasladar a la realidad catalana lo que dictó el Tribunal Supremo de Canadá tras el segundo referéndum de Quebec. En 1998 concluyó que la independencia unilateral no estaba amparada por ley alguna, pero también instó al gobierno canadiense a negociar con los independentistas quebequeses para definir con claridad las condiciones de un eventual futuro referendo acordado. La propuesta de llegar a un “acuerdo de claridad” la hizo el gobierno canadiense para disgusto de los independentistas quebequeses. Desde entonces todo está atascado.
No sé quién integrará esta comisión de expertos. Quizás les ocurra como a mí, que, cuando pregunté a varios profesores si querían colaborar con el nonato ‘think-tank’ promovido por el Consejo de la República, muchos rechazaron amablemente la propuesta. No porque no cobraran, que no cobraban, sino porque en este país es casi imposible construir espacios de pensamiento que sean realmente plurales. Nadie se fía de nadie y todo el mundo cree que tras una propuesta que roza la política está la mano negra de no se sabe quién. No digo que no sea así, porque los partidos catalanes son sectarios por naturaleza, pero el gran problema no es ese. El problema es que los informes de una comisión no valen para nada si no se traducen en algo práctico. Las agencias universitarias de investigación niegan becas a los investigadores que no demuestran la viabilidad de la transferencia social de tu trabajo. El mejor ejemplo de inutilidad son los diecinueve informes del ‘Consejo Asesor para la Transición Nacional’, un órgano creado por Artur Mas en 2013 que debía aconsejar a la Generalitat sobre cómo lograr un referéndum de autodeterminación. Estaba presidido por Carles Viver y Pi-Sunyer, director del Instituto de Estudios del Autogobierno desde 2004. Marc Sanjaume era por aquel entonces “asesor en materia de política comparada del autogobierno” de este ‘think-tank’ gubernamental. El peligro del cambio climático reclama no gastar más papel.
EL PUNT-AVUI