El independentismo ha casi enmudecido ante la severidad de la pandemia. Y, si ha dicho algo, casi se lo ha ignorado. Nada más inconveniente para un movimiento popular de masa que unas medidas drásticas de distanciamiento social, claro. Por otra parte, las protestas del gobierno de la Generalitat por la forma en que nos gestionan la crisis sanitaria desde Madrid, en sentido estricto, son de naturaleza autonómica y no van más allá de reclamar el retorno de unas competencias requisadas unilateralmente con los decretos de estado de alarma.
De hecho, si algo sorprende de cómo se ha encarado Covid-19 -diga lo que diga el diputado de los comunes Jaume Asens- es el contraste entre la exhibición de nacionalismo español pleno de retórica belicista del gobierno y los aparatos de Estado, y la indignación contenida -no me atrevo a decir que acomplejada- del gobierno independentista. Una contención sólo alterada por la expresión de una duda más que razonable sobre si siendo independientes no lo habríamos hecho mejor (1), rápidamente reprochada con un escandaloso fariseísmo moral y político, y un par de escaramuzas internas más entre partidos de gobierno, debidamente exageradas por los centinelas del orden constitucional.
La cuestión es, sin embargo, si esa discreción del independentismo sólo es resultado de una prudencia dictada por una cierta conciencia ética o bien si es que, ahora mismo, no tiene gran cosa que decir. El independentismo popular que conocemos -no aquel del siglo pasado, obsesionado en el antiespañolismo- comenzó a caminar con más intuición que proyecto. Visto el fracaso del Estatuto de 2006 y ante la evidencia del callejón sin salida, se entendió que cualquier largo camino comienza con el primer paso, por modesto e incierto que sea. Y se hizo.
Sin embargo, la frescura de lo que iba “de abajo arriba”, el movimiento que sólo tenía liderazgos -Muriel Casals y Carme Forcadell- tan honestos como sobrevenidos o la revolución de las sonrisas que ofrecía la mano a todo el mundo sin preguntarle qué votaba, sólo tenía una pega: avanzaba reescribiendo hojas de ruta demostrando que no tenía estrategia. Desde entonces, en catorce años, el independentismo se ha pensado y repensado como ningún otro movimiento político. Se han hecho miles de debates y se han escrito decenas de miles de páginas. ¡Tenemos maña para hacer jornadas sobre el futuro de la nación!
El independentismo, pues, ha sobrevivido sin estrategia. Se ha movido con golpes de efecto brillantes que desconcertaban al adversario. Incluso la consulta del 9-N y el referéndum del 1-O eran desafíos al Estado, confiados en que se le desestabilizaría, más que confrontaciones para ser ganadas. Pero el Estado ha encarcelado a los líderes y ha puesto a las organizaciones de la sociedad civil y de la propia administración de la Generalitat bajo vigilancia, amenazándolas y controlando sus movimientos. Y se acabaron los duelos.
En estos catorce años el independentismo ha sobrevivido a una grave recesión económica y ahora también sobrevivirá a la pandemia, digan lo que digan sus impacientes enterradores. La recesión se usó, con eso de ‘España nos roba’, para presentarlo como la típica reacción egoísta e insolidaria de los ricos. Ahora se lo quiere desacreditar atribuyéndole un ‘España nos mata’, exigiéndole eficacia en una gestión que se le ha quitado y forzándole a creer en un quimérico y dilatorio diálogo sobre la autodeterminación. Tampoco lo lograrán.
Ahora bien, es cierto que el independentismo sigue sin estrategia política. La CUP chuta balones adelante, ERC hace pasadas atrás y JXC aún busca el balón. Además, ha perdido capacidad para las ‘razzias’ que, sin ganar, lo cargaban de moral. Si el independentismo era la respuesta atrevida al tradicional catalanismo del ‘ir tirando’, ahora, incluso si supera el 50 por ciento de los votos en las próximas elecciones, podría acabar siendo un aquí caigo, allí me levanto. Si en 2006 era un camino sin proyecto, hay que evitar a toda costa que en 2020 sea un proyecto sin camino.
(1) https://www.ara.cat/economia/coronavirus-covid-19-joan-canadell-cambra-comerc-empreses-independencia-catalunya-antoni-bassas_0_2435156547.html
ARA