Que el mundo está globalizado es una cruda realidad. Uno se puede enterar de las sandeces que dice un político de su tierra ya estés a dos manzanas del lugar de la deflagración como a once mil kilómetros de distancia. Mi caso es el segundo. Estoy en Buenos Aires, donde me dispongo a dar varias conferencias en diferentes facultades de la universidad, y de golpe y porrazo me encuentro con la “llamada a filas” de nuestro prócer don Miguel Sanz. Hay que salvar a Navarra “de los malos”, ésos que en realidad no son navarros sino vascos infiltrados cuya finalidad es la de arrancar a Navarra de los brazos de la Madre Patria. Ahora resulta que vasco y navarro son dos términos contradictorios y que realmente los términos afines son navarro y español. Cuántos siglos de error, cuántos historiadores y literatos, incluso de derechas, hablando de los vasco y lo navarro como elementos hermanos y ahora resulta que no, que lo fetén es ser navarro y español. Lo otro, malo, no se toca, caca.
Entre los lemas de la manifestación del día 17, el PP y UPN incluyen los fueros y la libertad. Yo siempre había pensado que un sistema foral es un sistema de libertades, pero bueno, ellos sabrán el porqué de la redundancia. En todo caso la derecha española siempre ha tenido una obsesiva tendencia a utilizar el término “libertad” como si fuese algo propio, algo que han inventado, cuando en realidad ellos han sido los encargados de machacarla durante años.
En cuanto a que la derecha navarra y española defiendan los fueros es algo de alabar. Con un monumento a los mismos en medio de la ciudad, construido por suscripción popular y sin inauguración oficial, habrá que explicarle al señor Rajoy qué son los fueros y de dónde provienen porque, por lo que tengo entendido, el PP no le tiene mucho aprecio a ningún tipo de normativa foral que sirva para diferenciar a unos territorios españoles de otros.
No tengo ni idea de cómo hará Rajoy y toda la plana del PP para tragar con una marcha que defiende eso de los fueros, la diferenciación, el pacto Estado-Navarra, la financiación, la policía foral, etc. Supongo que harán de tripas corazón y se pondrán el pin de la foralidad por unas horas. Eso sí, todo va a tener que ser natural, muy espontáneo, como surgido de forma imprevista del corazón inocente y pulcro de todos los navarros de bien. Aquí, en Argentina, cuando los políticos quieren llenar de gente espontánea e inocente la Plaza de Mayo les regalan el choripan, un refresco y el autobús.
Estaría bien que algún historiador del derecho o algún especialista en derecho foral navarro hiciese un pequeño cuadro de cuáles han sido las competencias forales que Navarra ha ido perdiendo frente al Estado español desde 1512 (es decir, desde la invasión del Reino) hasta la actualidad. Más de uno se llevaría una sorpresa y miraría con mayor recelo a estos vendedores de humo que andan siempre hablando del Amejoramiento como una victoria de Navarra frente al Estado.
Libertad. Si le soy sincero señor Sanz, y compañía, no creo en su libertad. No creo en esa libertad que han inventado de navarros buenos y navarros malos. En Navarra no se habla del Rh, pero ha surgido una nueva variante de racismo derechón. Buen navarro es el que se identifica con lo foral y lo español, mal navarro es todo aquel que siente cierta vinculación con los enemigos vascongados del nor-oeste. Es más, este grupo ni siquiera tiene el derecho a denominarse como navarro ya que son vascos, agentes externos que pretenden acabar con la “Arcadia Navarro-española”. Posiblemente a algún iluminado del partido del señor Sanz ya se le habrá ocurrido la genial idea de que los malos navarros llevemos algún distintivo en la ropa para que al salir a la calle no ensuciemos los lugares que disfrutan los buenos navarros forales y españoles.
No creo en su libertad señor Sanz. No creo en un partido que no le quita el título de hijo predilecto de Pamplona a un dictador asesino como Francisco Franco. No creo en un partido que hace desaparecer una placa en la que se recuerda el asesinato de Germán Rodríguez, es decir el terrorismo de Estado, para plantarle encima seis toros, tres cabestros y diez mozos (también es cierto que el conjunto escultórico puede entenderse como una alegoría de lo ocurrido en 1978, con tanto cornudo y tanto cabestro persiguiendo a los mozos con aviesas intenciones).
Yo creo firmemente en la libertad de expresión, creo en una democracia en la que mi oponente político me gana las elecciones porque está mas preparado que yo o, sencillamente, por que su programa es mejor. Y, por supuesto, también creo en la libertad de los navarros, que no necesitan de su tutela ni la de nadie, para decidir su futuro sin que por ello tengan que estar borrachos o locos.
Por todo ello le ruego señor Sanz que me disculpe porque no pienso acudir a su “manifa”. Podría excusarme diciendo que estoy a miles de kilómetros de distancia, porque así es, pero prefiero decirle que no, que su “manifa” no me gusta, que me huele a rancio y, peor aún, me huele a mentira. Porque ustedes nunca han creído en la libertad y porque siempre olvidan que Navarra ya fue invadida hace 500 años.