La satisfacción social por el hecho de que la tregua haya cumplido dos meses no puede hacer olvidar que la demanda y el mandato del pueblo es que esta tregua sea la última de nuestras vidas, o sea que esta tregua convertida en paz perdure para siempre.
Desde hace años hemos unido la reclamación de tregua a la de diálogo político. Con oportunidad y sin ella, con comprensión e incomprensión hemos exhibido el slogan de tregua, diálogo y autodeterminación. Ahora la satisfacción de la tregua no nos puede hacer olvidar de la necesidad del diálogo político que es el camino y el instrumento de la normalización política. El diálogo político es en esta situación más imprescindible que nunca, ya que la tregua de marzo de 2006 no cuenta con la cobertura política de Lizarra-Garazi.
Las mesas o foros de partidos no son sino el símbolo y la imagen del diálogo político. El sitio y la ocasión para tener contacto, intercambiar opiniones, discutir y acordar de política. Lo sustantivo es el diálogo.
Los sujetos del diálogo político son los agentes políticos, es decir, los partidos políticos por antonomasia y también los sindicatos y otros entes sociales. Carece de relevancia el nombramiento de comisiones negociadoras representativas o de cualquier otra índole por cuanto los sujetos del diálogo pueden lógicamente en cada momento hacerse representar por quien estime más conveniente o adecuado.
Tras la tregua de marzo de 2006, que como hemos indicado se declara sin la cobertura de un acuerdo político, existe una excelente oportunidad para que la normalización política se desarrolle de forma separada y en un proceso diferente que las conversaciones de pacificación entre el Gobierno de Madrid y ETA. La normalización política compete a los agentes políticos. En cambio, la pacificación, la conversión de la tregua en paz estable y duradera que ha de versar sobre las consecuencias del uso de la violencia y la superación de la propia violencia, es decir, víctimas, presos y desarme, constituye el objeto de las conversaciones entre gobierno y ETA.
El diálogo político es un objetivo tan importante que ha de procurarse privar de argumentos y excusas a quienes se oponen o tratan de dificultarlo. El diálogo político precisa un paralelismo con los ámbitos de confrontación y decisión política. Aralar sostiene que, por imperativo democrático y por realismo, el diálogo debe desarrollarse en tres mesas o foros: Navarra, CAV e Iparralde.
No aceptarlo así supondría excluir de entrada para alegría de algunos ellos a UPN, CDN, PSN, el PP de María San Gil, etcétera. Además tendría como inevitable consecuencia el rechazo de la iniciativa anunciada para septiembre por Ibarretxe y su consejo político. ¿Anda alguien queriendo arrogarse la patente de defensa de la territorialidad y del soberanismo, aunque sea a costa de la liquidación de las posibilidades reales de diálogo?
El diálogo político es incompatible con cualquier exclusión previa, sea por razones legales o ideológicas. Diríamos, en el símil de la mesa, que tiene que haber sillas para todos y que sólo se quedarán tiesos los que estén en contra del diálogo. Han de erradicarse las ilegalizaciones y los vetos.
Por imperativo de la democracia y del realismo político Aralar tiene que recordar con toda crudeza que la realidad es la que es y las posibilidades son las que son. Hoy día en Euskal Herria: 1) El diálogo de partida tiene que materializarse en la realidad actual del estadio autonómico: nadie empieza a andar de donde no está. 2) Los ámbitos de decisión consolidados son tres: Iparralde, Nafarroa y CAV. Conforme a ellos han de erigirse los foros o mesas de diálogos. 3) Los ritmos y contenidos de la normalización política a impulsar habrán de ser diferentes conforme a la diferente correlación de fuerzas. Los abertzales en unión y en confrontación con ciudadanos y ciudadanas de otras sensibilidades, buscando el común denominador del realismo político y de la democracia, tenemos que superar el examen y tener la tarea preparada para cuando la risueña cara del Estado, ahora con nombre de Zapatero, quiera ponernos como límite el incumplimiento de sus promesas en Cataluña.
Y mientras tanto esperaremos en el umbral del realismo a algunos que satanizaron las autonomías, soñaron con construcciones sin cimientos en la correlación de fuerzas y sufrieron, muchas veces dramáticamente, al probar en propias carnes que el Estado aunque tenga cara risueña, tiene también entrañas duras como el pedernal.