La interpretación de los acontecimientos históricos exige que hoy no podamos juzgar los acontecimientos del año 1.500 con la mentalidad de aquella época, de forma acrítica, como si el tiempo no hubiera pasado. Por el contrario, juzgaremos desde el punto de vista actual, analizando los hechos y las consecuencias posteriores de los mismos.
Cronológicamente dos acontecimientos caóticos han sucedido en la historia de España. La sublevación de las comunidades y la entronización de los Borbones.
El primer acontecimiento ocurre en los años 1.521 y 1.522 con la rebelión de los Comuneros y de los Agermanats o Germanías, que en Villalar y Valencia, son derrotados por el ejército imperial de Carlos V. La consecuencia es que a partir de entonces, el desarrollo de España se separa del de Europa y además, su incidencia en la formación del carácter del ciudadano por el mantenimiento secular de las nuevas condiciones socio políticas. A partir de entonces tiene sentido la frase de que Europa termina en los Pirineos. Las ciudades europeas en su desarrollo, permitieron el nacimiento de la burguesía que impulsó el comercio, la investigación y las artes. Crearon las bases del mundo moderno que permitiera la libertad de pensamiento y que en última instancia modelaba el carácter de la sociedad y de las gentes. Ese fue el camino que emprendió Europa mientras las ciudades españolas se quedaban bajo la tutela medieval del imperio y de la inquisición. Luego, con los siglos se podría decir con orgullo para algunos “Spain is different”.
En Europa va a ocurrir la potenciación de los burgos, las ciudades, mientras que en Castilla y su zona de influencia, la potencialidad que suponían las comunidades va a desaparecer. En Castilla, va a perdurar la hidalguía, el señorío, la picaresca, y va a considerarse notorio el no trabajar, el vivir de rentas. El mundo de la nobleza ha ganado, frente al mundo de los hombres del común, del tercer estado, donde se desarrollan los oficios y el comercio.
El segundo acontecimiento consiste en la entronización de la Casa de Borbón en 1.700 con Felipe V el “Animoso”, resultado de la Guerra de Sucesión que siendo una guerra europea, en España supuso una guerra civil y además, el cambio en la concepción del Estado. Se abre un periodo hasta 1.975, año de abdicación de Juan Carlos I el “Campechano”. En este periodo se comienza a escribir la HISTORIA OFICIAL DE ESPAÑA que comprende desde 1.469, año de los esponsales de los Reyes Católicos hasta nuestros días, y además, se proclama la UNIDAD de la patria España centralizada, homologando las regiones entre sí, adquiriendo una dimensión jacobina ajena a la tradición secular anterior más profunda.
Todos los países tienen su HISTORIA OFICIAL escrita por los vencedores y la HISTORIA REAL escrita por la vida misma y normalmente no coinciden. La Historia Oficial sirve para crear adhesiones, fortalecer señales de identidad y crear sentimientos de pertenencia a grupos étnicos, religiosos, nacionales, políticos, etc., mediante la mitificación de los acontecimientos. La objetividad no es lo importante. La Historia Real es la objetividad por excelencia de los hechos, enterrada y olvidada por el paso de los años y que muchas veces entra en contradicción con los intereses políticos imperantes en el momento.
La Historia Oficial de España es tal cúmulo de falsedades, omisiones y tergiversaciones históricas, que es imposible detallar exhaustivamente en un artículo. Los mayores de cincuenta años hemos sido educados en esta idea de España fantástica impulsada por los borbones y reforzada por el franquismo.
Comencemos aclarando el ocultismo sobre la boda de los Reyes Católicos. La boda de los mismos en 1.469, se celebró en secreto gracias a la falsificación de la bula de dispensa pontificia, obligada por ser primos carnales los contrayentes, realizada por el arzobispo de Toledo, corriendo riesgo de excomunión durante tres años, periodo en el que el certificado matrimonial no tuvo validez alguna. El papa Sixto IV firma dicha bula en diciembre de 1.472 aconsejado por el valenciano cardenal Borgia que recibe como recompensa el feudo de Gandía, ducado que añadiría a sus dominios como cardenal de Valencia. En 1.492 cuando el cardenal sale del cónclave convertido en Alejandro VI, en agradecimiento, expide una bula a favor de los reyes de España otorgándoles el título de CATOLICOS.
Siguiendo el cambalache nepotista del Vaticano, la historia de Euskal Herria fue afectada directamente. El papa Julio II publica su bula “Pastor IIIe Caelestis” en julio de 1512, a petición de Fernando el Católico para dar cobertura a su conquista de Navarra, y posteriormente en su bula “Exigit Contumatium”, promulgada en 1513, excomulga a los reyes de Navarra como implicados en el cisma de la Iglesia por ayudar al rey de Francia Luis XII en la guerra contra los Estados Pontificios, legitimando la conquista de Navarra realizada el año anterior por Fernando el Católico. Es justo recordar que no solo las huestes castellanas acabaron con el reino de Navarra, sino que también la santa madre Iglesia tuvo algo que ver. Posteriormente los intentos de los navarros por recuperar su reino fueron presentados como luchas contra los franceses en las plazas de Hondarribia, Irún y Nafarroa (Amaiur 1.522)
Hasta la entronización de los Borbones en el año 1.700, se mantuvo la idea de la unidad de España dentro de la diversidad, y así pervivieron la Corona de Castilla-León, la Corona de Aragón-Cataluña, Reino de Valencia-Mallorca, Reino de Navarra que junto a las Provincias Vascongadas mantenían la categoría de Provincias Exentas, Reino musulmán de Granada, y algunos años el Reino de Portugal.
Según el historiador John Elliott, “el Imperio español se entendía como una “monarquía compuesta” en la que el monarca gobernaba varios territorios que conservaban sus leyes e instituciones que poseían en el momento de su adquisición o dominación. Esta estructura estatal no era exclusiva de España, estaba muy extendida en la Europa de la época. El problema surge cuando se incrementan los territorios bajo su control y surgen nuevos conflictos, entonces no puede Castilla hacer frente a todos los gastos derivados y tiene que acudir a la economía de los otros reinos. Esta organización polisinodial permitía el reconocimiento institucional de la identidad independiente de los distintos territorios, lo que hacía tolerable pero no atractivo el sistema para sus habitantes. El gobierno de un monarca ausente no contribuyó en nada a fomentar una asociación más estrecha entre las partes y sus habitantes.”
En el año 1.500 la fortuna de los monarcas era la del estado y viceversa. No se diferenciaba entre la propiedad particular del monarca y la del erario público. Era necesario que se desarrollara la Hacienda Pública moderna y se crearan los Bancos Centrales de los países para diferenciar la fortuna y patrimonio del rey de la del estado, y para ello faltaban muchos siglos.
Todos los estados-monarcas querían incrementar su patrimonio particular anexionando territorios por conquista, descubrimiento, matrimonio o herencia, etc., por lo que las desavenencias mercantiles y familiares terminaban en guerras.
Un ejemplo de discordia familiar la tenemos en la Guerra de Sucesión que nos trajo a la familia Borbón al trono de España. Las familias Habsburgo y Borbón se disputan el imperio español, una guerra de dimensión europea que en España adquiere el carácter de guerra civil. Ecos silenciados de esas discusiones familiares en Euskal Herria, encontramos que finalizada la contienda en 1.714, Gipuzkoa participa como botín de guerra, y donde ocurre el asedio de las plazas militares de Donostia y Hondarribia con la participación del “Tercio Viejo de Sicilia” Nº67, acuartelado todavía hoy día en Loyola (Donostia), en la defensa de la frontera norte española.
Por motivos de política internacional, el duque de Berwick, mariscal francés, invadió Gipuzkoa en abril de 1719. San Sebastián capitula el 1 de agosto. Berwick ofreció guardar los fueros aprovechándose del disgusto general del pueblo vasco con motivo del traslado reciente de las aduanas de las fronteras con Castilla a las orillas del mar (Machinada de las Aduanas 1.718). Para ello, inició negociaciones con las tres entidades vascas. El 7 de agosto de 1719 Gipuzkoa rendía obediencia al rey de Francia; el día 18, San Sebastián, y el 29, Alava. Ya el día 11 Vizcaya había recibido invitación de enviar un diputado. Gipuzkoa entró en contacto con Berwick para que, en el caso de devolución de Gipuzkoa a España, obtuviese la garantía de Inglaterra y Francia para el respeto de la foralidad guipuzcoana, con lo que ésta entraba así por primera vez en el juego de la diplomacia internacional.
Estos acontecimientos ocurren sobre intentos fallidos de incorporación de las Provincias Vascas a Francia en 1.719 como posteriormente en la Guerra de la Convención en 1.795.
Otro capítulo de aberrante falsedad histórica ha sido el del saqueo y quema de San Sebastián imputado a los franceses hasta fechas recientes, en la Guerra de la Independencia. El comandante francés se rindió formalmente el 8 de septiembre de 1.813, tras cincuenta y nueve días de asedio, al general sir Thomas Graham, quien dependía del duque de Wellington. En reconocimiento de una noble defensa, la guarnición francesa recibió los honores de guerra por parte de las fuerzas anglo-portuguesas. Salieron de la fortaleza con las banderas ondeando, al redoble de los tambores. Sus oficiales fueron autorizados a conservar sus espadas.
El 21 de junio de 1813, las tropas napoleónicas fueron derrotadas en la Batalla de Vitoria y buscaron refugio en San Sebastián, ocupada por los franceses desde 1808. Durante los cinco años que éstos permanecieron en la ciudad, y según testimonios de la época, los donostiarras recibieron un trato cordial, a pesar de la penuria económica en que vivían.
Las tropas anglo portuguesas persiguieron a los franceses en su huida de Vitoria, y no tuvieron tiempo de saquear la ciudad de Vitoria (Gasteiz), por lo que se reservaron para su compensación en San Sebastián (Donostia). El saqueo de las ciudades conquistadas estaba establecido como procedimiento de pago o compensación de haberes a las tropas.
Los soldados ingleses y portugueses estaban dispuestos a pasar a cuchillo a todos los habitantes y a arrasar la ciudad. Entraron en las casas y se llevaron todo lo que tenía valor, violaron a las mujeres y asesinaron a cientos de ciudadanos, incluidas niñas y ancianas. También saquearon las iglesias y mataron a los sacerdotes. Un incendio voraz se originó al anochecer y, tras varios días de bombardeos, ultrajes y otros desmanes, sólo se salvaron de la quema una treintena de casas, de un total de 600, situadas en la calle de la Trinidad, hoy 31 de agosto, por haber sido elegidas para acomodo de los mandos ingleses.
El municipio donostiarra había colaborado con los franceses cuyas relaciones con la ciudadanía siempre fueron correctas. Después de la quema de la ciudad se nombró una nueva corporación que escribió una carta de felicitación a Wellington por la victoria y solicitando una ayuda económica para los más necesitados, que nunca fue atendida. Wellington negó la concesión de ayudas, y pidió que nunca más le pidieran nada. Luego pasó a atribuir el saqueo y desmanes a los franceses y negó cualquier responsabilidad de las tropas británicas. Afortunadamente historiadores actuales han sacado a la luz tales patrañas que fueron hasta hace poco oficiales.
Las riquezas provenientes de América no se invirtieron en España, se destinaban a la compra de productos elaborados en Europa con materia prima española exportada. La base económica castellana estaba en la industria, la agricultura, la ganadería lanar y la exportación de materias primas, mientras Cataluña mantenía su particular idiosincrasia desarrollando las finanzas, el comercio y se extendía por el mediterráneo.
La masa financiera que impulsa la economía en Europa, proviene de los gastos militares del mantenimiento de los tercios españoles, de las compras de productos artesanales realizadas por España, y de la piratería que se desarrolla en la época. Curiosamente, el desarrollo industrial en España queda estancado cuando no en declive. El dinero del nuevo mundo es como un río que fluye de América pasando por España sin dejar rastro, para terminar en los dominios españoles de Europa.
El balance de estos quinientos últimos años es estremecedor para España. Siendo el Estado donde nunca se ponía el sol en sus dominios por sus dimensiones, hoy día sólo quedan como restos las ciudades de Ceuta y Melilla y una espina clavada Gibraltar.
Todas las expediciones de descubrimientos de nuevas tierras y conquistas territoriales se han revestido oficialmente con razones altruistas y grandilocuentes que ocultan las razones verdaderas de aumentar los patrimonios y riquezas de los promotores, casas reales incluidas, lo cual no mengua el valor y mérito personal de los expedicionarios. La propiedad de las nuevas tierras descubiertas o por descubrir en el mundo, se repartió entre los monarcas portugués y español mediante el Tratado de Tordesillas de 1.494. Una línea imaginaria dividía la propiedad. Del océano atlántico hacia el oeste para el monarca español y hacia el este para el monarca portugués.
Siempre la capitalidad se mantuvo residenciada en Castilla, que mantuvo una influencia social respecto a las otras ciudades, fundamentalmente en toda la región central, incluyendo León, Extremadura, gran parte de Aragón y Andalucía y en menor medida en Vascongadas y Cataluña. En estas regiones las clases acomodadas mantenían una fuerte tendencia de imitación respecto a la capital del reino, no así el pueblo llano que bastante tenía con subsistir. El analfabetismo era notorio en la población de los reinos de España.
La primera consecuencia de esa postiza Historia Oficial Borbónica es la creación del importante MITO que ha sido y es hablar del Carácter Español, como si de una característica unitaria se tratase, lo cual es falso. El carácter o idiosincrasia de las diferentes NACIONES que componen España es consecuencia de los diferentes desarrollos históricos regionales y sustratos étnicos.
En el calendario se ha reservado desde 1.892, el 12 de Octubre como fiesta nacional para celebrar el “Día de la Hispanidad”, también llamado el “Día de la Raza”. El nuevo concepto de la España UNICA, necesitaba crear la figura del “patriota” español, entonces todavía inexistente, y escribir una historia mítica que diera cobijo a todas las fantasías, ensalzando valores étnicos y patrios que reforzaran el poder único oficial. Consecuencia de esa necesidad fue la creación de grandiosos y fabulados personajes históricos, Indibil y Mandonio, Viriato, Don Pelayo, Agustina de Aragón, Daoiz y Velarde, etc., etc., donde la imaginación supera con creces la realidad. De todos ellos, el más significativo ha sido Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Felipe II (el Prudente), el rey más poderoso del mundo, se dijo que no se ponía el sol en sus dominios. Sin embargo, ni él ni sus sucesores tuvieron excesiva preocupación por la creación de la riqueza productiva interior española. Los reyes, desde 1.598 hasta 1.931, son responsables de las pérdidas territoriales sufridas, y junto con la Iglesia, del mantenimiento de la población en un atraso social, mental y productivo, que en cierta medida dura hasta nuestros días.
Como resumen de ese periodo de 333 años, expongo un sucedido que refleja la mentalidad de los dirigentes. Desde 1.580 con Felipe II (el Prudente), había la idea de hacer navegables los ríos Tajo y Manzanares para que Madrid estuviera conectada con el mar. El rey Felipe IV (el Grande), rechazó el proyecto argumentando que si Dios hubiese querido ya lo hubiera hecho, y que ellos no eran nadie para alterar los divinos designios. En Europa se hicieron navegables innumerables vías fluviales.
El impulso a la unidad y a la centralización de carácter político, creó el caldo de cultivo que daría lugar a una interpretación castellanista de la historia de España. La exaltación de la figura histórica del Cid Campeador hace de él un forjador arquetípico de la nación española, siendo la idea de Castilla paradigma de lo español. Al identificar el espíritu castellano con el nacional español, libera a la figura del Cid de localismo particularista y le da un nuevo alcance arquetípico de héroe español por excelencia.
Hoy día esa visión castellanista de la historia de España constituye una simplificación, agravada por la astracanada que supuso su utilización política por el franquismo, llevándola a la extravagancia anacrónica de “por el Imperio hacia Dios”.