Carlos Medrano
Decrecimiento
Con este título se presentó una conferencia en el Colegio Mayor Larraona del profesor de Economía francés Serge Latouche, publicada en Diario de Navarra. Sinceramente no creo que haya casi nadie que se los crea, pero por si acaso hay algún despistado, creo que debo rebatir algunas de sus opiniones (las cuáles no tienen desperdicio) con argumentos. El septuagenario francés se despachó con sentencias anacrónicas tales como “Cada vez hay más habitantes en el planeta a la vez que disminuyen los recursos”. ¿Resucitando a Thomas Malthus (1766-1834)? Las ideas de este famoso demógrafo inglés ya fueron superadas al quedar anuladas por la evidencia de que sus predicciones catastróficas fallaron. La catástrofe maltusiana proponía que al crecer la población mucho más rápido (geométricamente) que los alimentos (aritméticamente) a largo plazo morirían millones de personas de hambre. Obviamente, ésto no sucedió. La causa principal fue que la Revolución Industrial introdujo mejoras en la agricultura y demás sectores económicos, que produjeron alimentos y productos crecientes exponencialmente.
Otra perla intelectual fue afirmar que “Si vivimos a este ritmo es porque África lo permite. (…) Y Producir cerca de donde se vive y de forma ecológica para evitar que por cualquier puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000 camiones a la semana con tomates de Andalucía cruzándose con tomates holandeses”. No le gusta el trasiego de tomates españoles y holandeses por su Francia natal. Otro revival proteccionista. No sé por qué me viene a la mente aquellos años de camiones quemados en nuestra frontera norte. ¿No será que África no se desarrolla más por los aranceles proteccionistas que ponemos a sus productos? El tercer mundo puede vendernos tomates (la tecnología la vende Alemania y Japón) o productos básicos en general. Si dificultamos que nos vendan y no queremos que se suban a nuestro primer mundo, sólo les queda jugarse la vida en la patera.
“La gente feliz no suele consumir” Habló sobre los estados de infelicidad provocados por la frustración de querer lo que no tenemos. Y lo enlazó con la terrorífica afirmación “hemos detectado un aumento de suicidios en Francia en niños”. El Doctor en Psicología Richard Wiseman ha demostrado científicamente que las personas materialistas tienen su origen en un déficit de autoestima en la infancia. Es decir, que el materialismo consumista es la consecuencia y no la causa.
Quizás la afirmación más grave esté en el desprecio al crecimiento económico. Vivir con un 15 por ciento menos, en nuestra sociedad opulenta, como me decía la semana pasada mi amigo Ricardo, no es para cortarse las venas. Y quizás tenga razón, pues no se va a morir de hambre por ello. Pero la cosa cambia drásticamente si analizamos las consecuencias del crecimiento a largo plazo. Pequeñas diferencias en la tasa de crecimiento, sostenidas durante largos periodos de tiempo dan lugar a escenarios futuros completamente distintos. Me explico: Los Estados Unidos pasaron de tener una PIB per cápita de 2.244 $ en 1870 a 18.258 $ en 1990 (ambas cifras en dólares reales de 1985), llegando a ser el país más próspero del mundo. Lo que supone un crecimiento anual del 1,75%. Si el crecimiento hubiera sido del 0,75% la cosa hubiera cambiado ostensiblemente pues el PIB per cápita sería de 5.519 $, menos de una tercera parte. Estarían a la altura económica de países como Hungría o México. Tasas de crecimiento del 2,75% las mantuvieron en el mismo periodo países como Japón o Taiwan. Pasaron de sociedades autárquicas y rurales a encabezar el ranking de prosperidad mundial. Crecer al 1,75 % ó al 0,75% parece poca cosa, pero en una centuria provoca que nuestros hijos o nietos vayan a ser ricos o pobres. Puedo entender que el Sr. Latouche quiera decidir cambiar de vida. Tiene la libertad para ser feliz, si así lo desea, recorriendo el mundo descalzo con un perro y una flauta. Pero lo que no le permito es que quiera condenar a las generaciones futuras a vivir en la miseria. Si mis nietos son pobres no podrán decidir si quieren elegir entre ser hijos del capitalismo o bohemios trotamundos.
Carlos Medrano es Licenciado en Economía
Decrecimiento económico, una esperanza para la humanidad
Alejandro Arizkun Cela
HACE unos días se publicó en el diario foral una opinión que ponía en solfa la idea del decrecimiento y en la que con argumentos se proponía desautorizar sus bases (puede leerse en: http://economiapoliticaymas.blogspot.com). Yo, también con argumentos, me propongo mostrar la debilidad de los suyos.
Es verdad que las predicciones pesimistas de Malthus fueron criticadas en su momento porque el crecimiento en la productividad, no contemplado por Malthus, permitió aumentar la disponibilidad de alimentos por encima del crecimiento de la población. Lo que los críticos de Malthus no tomaron en cuenta es que el crecimiento de la productividad se ha apoyado en aumentos espectaculares de la energía utilizada, especialmente en la energía proveniente del petróleo y otros combustibles fósiles, y hoy conscientes de que el final del petróleo disponible no está lejano y que estamos destruyendo la atmósfera y transformando el clima con las emisiones derivadas de su uso, debemos olvidarnos de crecimientos de productividad como aquellos. De otra manera, pero las predicciones pesimistas de Malthus entran de nuevo en nuestro horizonte si no rectificamos y reorientamos la marcha de la sociedad humana en el camino del decrecimiento.
Medrano quiere que sus hijos sean ricos, algunos preferimos que nuestros hijos sean felices. Es verdad que las carencias graves son una fuente de infelicidad, pero también que pasados unos niveles mínimos el aumento de renta no hace aumentar la felicidad. ¿No seríamos más felices en las sociedades ricas con menos horas de trabajo, con más tiempo para relacionarnos entre nosotros, para cultivar nuestras capacidades, para no hacer nada, aunque tuviéramos menos bienes materiales?
A Medrano le parece una maravilla el tráfico incesante de camiones de tomates. A su juicio es la esperanza de los países pobres, pero no toma en cuenta el volumen de energía que se gasta en ese movimiento de mercancías por todo el mundo y que de nuevo desconoce límites que hay que considerar. Por otra parte, ese tráfico de transporte de alimentos tiene otra cara que no hay que ignorar. Es la expresión del hambre en los países de origen de esos alimentos. Los cultivos alimenticios para la exportación desplazan de la tierra los cultivos de subsistencia de buena parte de los cultivadores locales y obtienen alimentos a unos precios que pagamos en los países ricos, pero que allí hay mucha gente que no puede pagar. El crecimiento ha agravado los problemas del hambre, aunque por una vía distinta de la que Malthus proponía.
Para Medrano el crecimiento es muy beneficioso porque permite que nos hagamos ricos, lamentablemente el crecimiento sólo ha permitido hacerse ricos a algunos: las diferencias de renta entre países eran de 30 a 1 en 1960, en cambio, en 2000, estas diferencias eran de 80 a 1, pero además el crecimiento sin final es imposible físicamente porque vivimos en un planeta con energía, con materiales y con sumideros de nuestros desperdicios limitados. No podemos seguir aumentando el uso de esos recursos físicos sin límite. Un aumento del 3% anual conduce a doblar su uso en 25 años y a multiplicar por 10 en 79 años.
Hay economistas que sólo miran estas realidades a través de su medición en dinero y los números abstractos pueden crecer hasta el infinito, pero si miramos el soporte físico en que se apoyan enseguida nos daremos cuenta de la imposibilidad de crecer y crecer y crecer…
Esto hizo, ya hace algunos años, escribir al economista británico Kenneth Bouilding: “Aquel que crea posible un crecimiento ilimitado en un planeta finito o es un loco o es un economista”, un economista convencional diría yo, porque desde la economía ecológica procuramos introducir en la reflexión económica estos elementos físicos que la economía convencional ignora.
Si esto es así, si hay límites físicos en el planeta tierra, un decrecimiento ordenado, consciente y controlado nos permitirá vivir a los humanos dentro de los límites físicos que tenemos y hacer durar nuestra presencia en la tierra. Si no nos contenemos dentro de los límites caerá sobre nosotros colapso físico y nos asaltaremos unos a otros para conseguir los recursos escasos de que dispondremos. Habremos decrecido de forma brutal. La alternativa no es crecimiento o decrecimiento, la alternativa es decrecimiento consciente y ordenado o decrecimiento caótico y violento.