Le escribo estas letras, Don Blas de Beaumont Garrido, para en primer lugar reconocer mi error. Como bien usted me ha corregido en la sección de cartas al director del Diario de Noticias, Luis XIII de Francia realmente se autoproclamó rey de Navarra, con el título de Luis II.
Como usted me indica, debía haber puesto el adjetivo de autoproclamado rey de nuestro amado estado de Navarra. Tenga usted por seguro que en ningún momento he querido legitimar a la actual rama de los borbones, reyes de España, la rama de Anjou.
A diferencia de las cortes ilegítimas del Reino de Navarra, situadas en la capital conquistada por las tropas españolas de la Corona de Castilla, Iruñea, las cuales fueron formadas en su mayoría por los beaumonteses, y dieron el título de rey de Navarra al católico Fernando II de Aragón, conocido por todos los navarros como el Falsario, yo mantengo la legitimidad de que los navarros y navarras decidan su forma de gobierno para nuestro estado, el estado de Navarra.
Recuperando mi negación de la legitimidad de la rama borbónica de los Anjou, reyes de España, le recuerdo que en el Tratado de Utrecht, en noviembre de 1714, el duque de Anjou renunció ante su abuelo el rey Luis XV de Francia y por supuesto autotitulado Luis IV de Navarra, a aquellos derechos sucesorios de Francia y de Navarra, este último por la autotitulación de su abuelito. A su vez, el abuelo del duque de Anjou, futuro rey de España, renunciaba a los territorios navarros del sur de los Pirineos. .
Esperando que estas líneas le demuestren mis conocimientos de la historia de nuestro estado, el cual continúa sometido por la invasión armada y supeditado nuestro pueblo a unas leyes que nos niegan cualquier opción a recuperar la soberanía, se despide un joven agramontés del siglo XXI, que “lucha” por la recuperación de la soberanía plena de nuestro país, cuya estructura política para nuestro estado no puede ser otra que una república, y para ser precisos la República de Navarra.