En uno de mis paseos del verano anterior, por el término de Ibero, intenté acercarme al hermoso paraje de Urbillos pero no pude por estar toda esa zona convertida en coto de caza. Actualmente, hay que contemplarla desde la orilla de enfrente del río. Allí anidan, o acuden, hermosas y grandes aves, de las que tuve la suerte de ver una, un ánade, diría. Me dejé llevar por la ensoñación, evocando cómo debió ser ese sitio en los tiempos en que hizo que una patricia romana se enamorara de él, y decidiera quedarse a vivir de continuo en su villa situada no lejos de allí, donde el río Arakil desagua en el Arga.
De toda la veneración que mostraron los romanos por el agua -heredada sin duda de otras civilizaciones más arcaicas, como los caldeos, asirios y otros, de reinos menos poderosos y guerreros Cosroene y Osroene, por citar sólo un par- en los distintos pueblos que colonizaron, nos queda bien poco, dado lo que hay que ver… Seguí paseando por otros lugares. Dejé atrás sitios con rotundos, sonoros nombres de términos, como Oraia, Antzelorres, Lukua, Isterria y, tomando otro rumbo, después de recorrer las choperas de Lubia, llegué hasta el puente de Izkue. Allí, el asco, la rabia, el horror, se me apoderaron viendo el estado en que se encuentra lo que podría ser un pequeño soto o comienzo de otra arboleda, contigua a la pequeña playa accedente al río; ni siquiera fui capaz de mirar mucho más para situarme, tal es el amontonamiento de porquería y desperdicios que hay. No es posible seguir así. Cualquier sitio verde está tan asqueroso como para conmover al tarugo más insensible. Y eso, no de alguna manera, de todas las maneras, repercute en el entorno y pone su grano de arena en las espantosas catástrofes que afligen a otros seres. Exijo, desde mi bien humilde posición, pues es verdad que, como cantan en la bella ópera una donna poco fa , exijo, no obstante, que dejen de llamarse Departamento de Medio Ambiente, ya que es una afrenta y un escarnio. Esas gentes, a las que, se diría, les mandan el sueldo a casa, no parecen querer poner remedio.
Cuando aserrucharon los pinos del monte Ezkaba -ellos le llamaron poda- las huidizas y escasas ardillas quedaron sin cobijo, y más expuestas a las prácticas de tiro de los de rifle, que se proponen cobrar piezas de mayor calibre, como el jabalí, al que hostigan sin piedad, con esas balas de posta que rasgan tejidos y podrían aniquilar a un mamut o un diplodocus, de haber existido. Cuando yo, en mi ingenuidad, creía que esas prácticas habían acabado, vi a un tipo, un día, disfrazado con ese atuendo, de camuflaje creo que se llama, en medio del círculo que se había hecho con ramas de árbol hincadas en la tierra y erectas a su alrededor, esperando pacientemente a la pasa de palomas -y de lo que se terciase, probablemente-. Habría podido partirme de risa, de no haberme enfurecido. Estos valientes siempre esperan a que los animales, tanto palomas, como jabalís, se hallen en circunstancias adversas para ellos, estén cansados, rodeados de nieve, o cosa por el estilo, para dispararles y no darles cuartel. ¡Hasta ahí llega la injusticia! Por otro lado, ¡qué complementarios resultan los que venden permisos de caza y los del arma que mata! Hace ya años pude contar, desde Pamplona hasta Ibero, siete cotos de caza; en aquel entonces aún habría codornices, si no perdices, en los rastrojos, acotados para que les disparasen a placer. Otra cosa que está al caer es que pretenden tapar el bello cementerio románico de dicho pueblo de Ibero, antigua iglesia del lugar, con inmuebles de viviendas. Ya lo kakastiaron , fastidiaron, al instalarle una reja, que pega allí tanto como el bonete/campanario con el que, por avisada sugerencia de un cura, ya muerto, coronaron la actual iglesia; hasta las ovejas podrían llorar viendo tamaña makarrutajeria de verja.
Además, no puedo dejar de denunciar cómo están contaminando el monte Ezkaba, vertiendo productos químicos por muchos sitios, a raíz de llevar allí tierra del desmonte. Por su agresivo hedor, que ataca las vías respiratorias, ¡qué no hará a los pobres pájaros y otros animales, por no hablar de las plantas! Ya vertieron alguna asquerosidad, aniquilando todo ser viviente -ranas, algún arrapo – que había en la acequia, al comienzo de la malhadada operación desmonte. Todo queda impune, y a nadie parece preocuparle. Puede que hasta a los que van a por setas y caza les afecte. En cuanto a los que se acercan, en tiempo de calor, al Ezkaba Txiki, y se plantan a gandulear al sol, aparcan sus vehículos cerca de ellos, con lo que copan por completo el acceso a ese bonito -todavía, y a tramos- monte. Quizás en esos vehículos han llevado los muchos desperdicios y basura que forman varios vertederos por allí. Claro que, el que los del desmonte dejen tiempo y tiempo todas las porquerías que, se supone, han de cubrir de tierra, propicia y fomenta semejantes costumbres ¿Será que todos los motorizados, los sobre ruedas, forman parte de la granja de votos de UPN? Si es así, háganles dejar el vehículo abajo y que suban a pie, como los demás; eso no les hará ningún mal, al contrario, y beneficiará a todos, sobre todo al monte…
Delante del edificio del depósito de agua, según se sube por el antiguo polvorín, hacia la cresta, hay desde hace un tiempo montones de papeles que se suman a la mucha basura existente. El enorme bulevar que es ahora el camino central de subida -que debería ser justo un cortafuegos, no más- se va ensanchando hasta no tener límites, pues como su estado es tan lamentable -cortesía del remolque de los troncos, que lo llenan hasta más arriba de los topes- los vehículos (también los todoterreno del maltrecho Ambiente, con sus ocupantes, tan deportistas ellos que no se bajan por nada ni nadie, contribuyendo a machacar la pista y ahondar en los surcos existentes, más y más). Para mayor burla, los ocupantes de esos vehículos pesados, van de melindrosos, saliéndose hacia las partes con hierba y arbustos, aún en relativo buen estado, con lo que la injuria no tiene fin. Para no ser menos, el ovejero -el de Ansoain, más de una vez- no tuvo mejor idea que llevar a sus ovejas con el piso húmedo (lo que ocurre a menudo), a patear todo a conciencia.
Yo no le llamo pastor, ello me merece más respeto. Y a quien sostiene que viene bien que las ovejas vayan porque el monte se cierra de maleza, le diré que eso sería válido en épocas pasadas; ahora las atufantes -sobre todo, los quads-, y ruidosas motos se encargan, también a conciencia, de despejar todos los senderos, con la no desdeñable cooperación de las bicis. El que inventó ese vocablo de maleza no estuvo afortunado. Las matas…, están ahí ¿desde cuándo? Y desde luego, cumplen su función (aunque no sea más que cubrir y ocultar la mucha porquería que echan debajo). En cuanto al desmonte y los túneles, que tanto dinero habrán costado, puede que en un futuro no lejano queden bastante obsoletos. Hace ya bastantes años que, en la Cámara de Comercio navarra, oí a una profesora alemana decir que el tren era lo menos contaminante. No estaría nada mal, a mi entender, que dispusiéramos de un trenecillo que recorriera todos los alrededores de la ciudad, al menos. Poca visión de futuro -bien próximo, por otra parte- demuestran tener nuestros gobernantes. A ver cuándo desahogan las saturadísimas (y peligrosas) carreteras y cambiamos, de una vez, a ser pioneros en iniciativas por el entorno.
Y mencionar, por último pero no menos importante, por el cante que da, la subida al monte por Ansoain. Ya hace mucho tiempo que es un basural, pero en cuanto llueve un poco se pone imposible, intransitable. Quedando tan cerca de las nuevas urbanizaciones, con aspecto tan elegante, de ese municipio, no se entiende cómo lo dejan, año tras año, así. Es decepcionante que todos los que pueden hacer algo, vuelvan así la espalda a la naturaleza.