Cuando la rabia vence al miedo

A primeros de febrero el profesor de derecho Xu Zhangrum de la universidad de Tsinghua publicó online el artículo “Alarma viral: cuando la rabia vence al miedo”, rápidamente censurado por el régimen chino. El profesor Xu Zhangrum -apartado de la docencia por publicar una serie de artículos en contra del régimen de Xi Jinping- denuncia la mala gestión de una epidemia predicha desde hacía un año en la revista ‘Viruses’ como “altamente probable”. Recordemos que una vez aparecido el coronavirus, de entrada, el régimen chino desacreditó públicamente y persiguió policialmente a los ocho médicos que la habían identificado y habían advertido de su peligrosidad desde primeros de enero de este año, y que uno de los ocho, el doctor Li Wenliang, acabó muriendo contagiado.

Según Su Zhangrum, “la epidemia del coronavirus ha mostrado el núcleo podrido del gobierno chino”. Su denuncia es durísima: la nación, dice, ha quedado abierta a una devastación más grave que la que habrían podido provocar unos invasores extranjeros, y se refiere con este viejo refrán: “Sólo ladrones criados en casa pueden saquear a fondo la patria”. Para el profesor, el chino es un sistema político de “desconcierto organizacional” y de “impotencia sistémica”. Y añade: “El nivel de furia popular por la mala gestión de la epidemia es explosivo, y un pueblo así de enfurecido, finalmente, puede superar su miedo”. Xu Zhangrum acaba el artículo invitando a reaccionar con libertad: “Rebelaos contra la injusticia; dejad que vuestras vidas se enciendan con la llama de la decencia; abandonad la oscuridad paralizante y dad la bienvenida al alba”.

Como el lector ya debe haber acertado, el análisis del profesor Xu Zhangrun viene a cuento por cómo el Estado español está llevando su lucha en contra del Covid-19. En primer lugar, porque la gestión que está haciendo el gobierno de Pedro Sánchez también muestra la incompetencia de la camarilla en el poder. La impotencia que demuestra el presidente del gobierno, debilidades personales aparte, es sistémica. No tener poder ni para confinar Madrid es la prueba definitiva de ello. Y el desconcierto que ha creado su política comunicativa tampoco es un error sino la expresión de la confusión sobre el descontrol sobre los diversos poderes, de derecho o fácticos. Que haya sido Felipe VI quien ha hecho gestiones con Alibaba para conseguir material clínico, si no es un chiste, es otra prueba concluyente de lo mismo.

En segundo lugar, es obvio que la crisis pone en evidencia la naturaleza profunda de los restos vivos del régimen del 78. Lo de que sólo los ladrones criados en casa pueden saquear de esta manera un país, se aplica a la perfección. No es una anécdota que de los cuatro ministros españoles a los que se ha encargado coordinar el combate contra el Covid-19, dos sean el de la policía y la del ejército (y jefe de economía). Ni es casual que en las ruedas de prensa aparezcan custodiados por uniformados cargados de medallas, o que estos mismos individuos hagan declaraciones delirantes tratándonos a todos de soldados al servicio de la patria. Como tampoco se debe al azar que las palabras más repetidas en los discursos sean las de la unidad -de la patria, se entiende- y las propias de la retórica militar y la guerra. De primer curso de nacionalismo implícito.

La pregunta que debemos hacernos es si en Cataluña también se está generando un nivel de rabia que se hará más explosivo a medida que aumente el número de muertos y se sepa cuántos se habrían podido evitar con las decisiones que pudo tomar nuestro ‘govern’ si hubiera tenido las competencias para hacerlo. Y, claro, la cuestión es si esta rabia producirá una revuelta de las conciencias lo bastante grande como para encender la llama de la decencia.

La acción del Gobierno español, con la exhibición de patriotismo militar, hace pensar que efectivamente teme la reacción, y que se pone la venda antes de la herida. Aquí, la necesidad de responder a la urgencia sanitaria, lógicamente, aplaza la respuesta ciudadana. Pero el arriesgado “no puedo callar” de Xu Zhangrum allí, llevado al contexto catalán, debe ser nuestro “lo volveremos a hacer”.

ARA