Cristianos, hinduistas, talibanes y la negación de la mujer

Nadie puede arrogarse ser dueño de la voluntad soberana de otro, sea hombre o mujer. Todo ser humano es dueño de si mismo, de su libertad y de sus proyectos. A mis años, casi he visto de todo. Casi no me sorprende nada. Destrucción vertiginosa del planeta, las criminales e incombustibles guerras, la rapiña sobre los pueblos pobres, los siniestros cementerios de la emigración, como el Mediterráneo Módicos sepulcros, sin duda, tolerados, cuando no programados por los dueños del planeta etcétera. ¡En fin ! Todo un macabro apocalipsis organizado al antojo de los mandatarios del mundo, llámense G7, Bilderberg o si se quiere, hijos del averno, que como tales actúan.

Pero de entre todas estas calamidades que azotan la Tierra, hoy, quizás debido a la actual coyuntura, hay una que me rompe el alma. Es la dramática, cuando no trágica, situación de la mujer. Infanticidios, azotes, lapidaciones, violaciones, tratas, vergonzantes y sangrantes sharías, etcétera. Algo que como hombre (varón, macho ¿bruto ?) me avergüenza y subleva. Porque, ¿no nos hacen muchos de nuestros hábitos, voluntaria o involuntariamente, ser colaboracionista con este lacerante machismo? Hay muchas preguntas que el varón debe hacerse y cuyas repuestas son incontestables. ¿Por qué a lo largo de la historia la mujer ha sido, minusvalorada, humillada, esclavizada, etcétera, por el varón? Sin duda, no porque el hombre haya sido más inteligente, ni más hábil, ni más artista, sino más bruto y violento.

Estas y no la solidaridad entre los hombres o la justicia, han sido los auténticos principios que han organizado y organizan las sociedades, los estados, el comercio, la distribución y uso de las riquezas. Es el protagonismo patriarcal, machista en resumidas cuentas, el que hasta nuestros tiempos ha diseñado la historia. El mismo que ha proyectado la vida y la “utilización” de la mujer en el mundo, siempre al servicio de los intereses y burdos caprichos del varón.

Pero hay algo que por encima del poderío físico del macho, y para no dejar ningún resquicio, ni siquiera a la libre imaginación de la mujer, inventó el hombre. Fueron sin duda las religiones. Un auténtico burka de acero, que creó el poder político en connivencia con el espiritual. Brutales códigos para coartar las ansias de justicia de los desheredados Y sobre todo, la libertad y la libre expresión del alma de la mujer. La mujer, sin duda, la autora del momento más bello y sublime del ser humano, la maternidad.

La casuística de estas instituciones no solo negaba la capacidad y la libertad de la mujer para pensar. Sus abominables postulados le impedían decidir, proponer, objetar, aspirar a disfrutar de su sexualidad sin el consentimiento del varón. Exclusivas vírgenes o madres sin voluntad propia, sin derecho al placer, sonrojadas por su sexualidad Es decir, puras y hasta agradecidas esclavas. Eso sí, en nombre de unos dioses, todo patriarcas.

Nos escandalizamos de esa mugre que auspicia la jarca talibán. Por cierto, y que nadie se engañe, consentida y tolerada por una política que hipócritamente se rasga las vestiduras. Que por la degradación a que someten a la mujer, habría que exterminar su sistema con el mismo énfasis que a las ratas, estoy de acuerdo.

Pero me pregunto, ¿tan fácilmente olvidamos nuestras malditas inquisiciones, aquellas en que las mujeres más libres eran quemadas, azotadas Mujeres hasta hace unos pocos lustros en nuestros propios lares que eran obligadas a purificarse por la inmundicia de ser madres? Que las abominaciones religiosas no nos quedan tan lejos…

Mujeres hindúes, africanas, las violadas en las pateras, esas que nuestra chulería e insensibilidad denomina sudacas Y tantas y tantas compatriotas, que no por cercanas dejan de ser vilipendiadas. Que no están todos los talibanes en Afganistán. ¿Cuántos talibanes copan el alma de nosotros, los demócratas de toda la vida?

¿Llegará el ser humano alguna vez a reconsiderar su fatal trayectoria sobre este planeta? ¿A darse cuenta de que dejar su organización en manos del machismo que lo gobierna bajo la ley de la violencia nos lleva inexorablemente a su destrucción?

No sé si soy feminista, probablemente ni eso. Pero si algo tengo claro es que urge que la mujer acceda a todas las instancias de la gobernabilidad del planeta. Siempre con su alma de madre y con el mismo poder que el varón. De no ser así, esto se nos va.

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