La complicidad es una idea inmensamente más valiosa que la unidad. La complicidad parte de la diferencia. La unidad tiende a borrar la diferencia. La complicidad acepta la complejidad. La unidad tiende a simplificar. Lo hemos dicho muchas veces en estas páginas: aprender a convivir en la complejidad es la clave del éxito. Estas cuatro ideas se pueden aplicar a casi todo, pero ahora pienso en la situación política catalana y el gran objetivo que nos proponemos conseguir como pueblo.
Estos últimos meses he escuchado y he leído llamadas constantes a la unidad de los partidos desde algunos sectores de la sociedad civil organizada y, especialmente, de la Asamblea Nacional Catalana. Se ha pedido la lista unitaria a las elecciones europeas. Cuando no ha podido ser, ha pedido el punto común en los programas electorales. Hace un tiempo fue el voto unitario del parlamento para solicitar la transferencia de la competencia de convocar referendos en el artículo 150.2 de la constitución española. Y así podemos ir tirando atrás y encontraremos todos los casos en que se ha pedido que los partidos actuaran uniformemente, como un solo hombre, en cada uno de los pasos del camino hacia la independencia. Y yo soy contrario a esta necesidad constante de unidad.
Hay muchas maneras de hacer el proceso hacia la independencia. Por medio de una transición negociada, por un proceso de ruptura legal desde las instituciones, con una revolución popular o una revuelta ciudadana, por medio de un referéndum con aval internacional… Todas las vías deben permanecer abiertas y habrá que usar la que más convenga en el momento más adecuado. Por eso es necesario que haya sensibilidades políticas diferentes que defiendan la bondad de una opción u otra. Por ejemplo, si la CUP considera que solicitar la transferencia por el 150.2 es una pérdida de tiempo y, aún peor, una vulneración del principio de soberanía proclamado en la declaración del parlamento del año pasado, es bueno que se desmarque y que lo pueda explicar.
Más ejemplos, si la gente de ICV no quiere compartir listas ni programas con la gente de CiU porque consideran que las propuestas de unos y otros son contradictorias, es normal que se presenten separados. La lista única podía hacer perder un montón de votos de gente no dispuesta a apoyar candidatos ideológicamente lejanos. Hay que entender que hacer un proceso de independencia no significa olvidarse de los programas políticos. De hecho, lo que da más fuerza al independentismo es que haya ecologistas, socialdemócratas, comunistas, liberales, demócrata-cristianos y algún anarquista -acéptenme estas etiquetas de colores- haciendo el camino juntos. Y esta fuerza es mayor si ninguno de ellos debe renunciar a sus ideas para poder ser independentista. Ya sé que hay gente que odia esa palabra, pero es lo de la transversalidad.
¿Esto quiere decir que no debe haber nunca unidad? No. De ninguna manera. La unidad tiene un valor especial y tiene mucha más fuerza si se hace un uso concreto, bien calculado. Como ocurre con todo, la unidad en todo momento y en todas partes deja de tener fuerza y pierde todo interés estratégico. Por ejemplo, la unidad mostrada con el acuerdo de la fecha y la pregunta hizo impacto. En ese punto del proceso la unidad era más importante que el acuerdo en sí mismo. Debemos ser capaces de hacer este proceso de independencia desde la complejidad y desde las diferencias políticas. Nos ponemos trampas demasiado a menudo exigiéndonos una unidad que no puede aportar gran cosa y que, en cambio, es causa de una frustración inmensa cuando no se consigue.
Desde la admiración que le tengo, pienso que la ANC ha querido hacer un papel que no le tocaba tratando de marcar el paso de los partidos y queriendo dirigir las estrategias. Una cosa es ejercer con firmeza tu capacidad de influencia y tu fuerza movilizadora, y otra es pretender intervenir en la configuración de las listas electorales de los partidos y sus programas. El proceso funcionará si cada uno es capaz de entender su papel. Ciertamente, la frontera entre los partidos y la sociedad civil puede ser que se vaya diluyendo, pero aún hay terrenos que es bueno que sean respetados por unos y otros. ¿O es que no se ha puesto el grito en el cielo cuando algún partido ha intentado controlar y marcar el paso de la Asamblea?
Contra la unidad, complicidad y confianza. Alejémonos de las certezas absolutas y de las simplificaciones. Son una trampa que nos puede hacer perder la batalla. Aceptar la incertidumbre, aprender a convivir en la complejidad, tejer complicidades entre diferentes y actuar con confianza. Este es el camino del éxito que, como decía el poeta, no es un camino llano. La unidad es un arma muy potente si se usa en el momento preciso. No tengamos prisa, que a la hora de la verdad habrá muchos momentos que pedirán unidad. Entonces sí, quien no sepa dejar en segundo término las diferencias en favor del proyecto común será juzgado por la Historia. O, aún mejor, será juzgado por las generaciones de catalanes a quien se habrá decapitado el futuro.
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