Contra el ir tirando

Sorprende que alguien todavía crea que un gobierno PSOE-Podemos puede ser el principio de una vía de resolución pactada y efectiva del conflicto de España con Cataluña.  Y ya no hablo de desatascar una negociación abierta con el derecho de autodeterminación a la orden del día, sino ni siquiera comprometida en el horizonte de una mejora real -y menos definitivamente del modelo fiscal o del respeto por el  especificidad lingüística y cultural. Una vana ilusión que sólo se puede entender como resultado de un desesperado ejercicio de autoengaño, forzado por la incomodidad -intelectual y material- que provoca el mismo conflicto.

Parece claro que en esta política de ahora, entendida como el arte del mañana será otro día de ir tirando, la experiencia cuenta poco o nada.  ¿Quizás ya no se recuerda el fracaso de la reforma del Estatuto con gobiernos socialistas en las dos bandas?  ¿Se ha olvidado la sentencia de un Tribunal Constitucional que resquebrajaba todo el edificio que lo sustentaba?  Y, además, ¿hay que volver a hacer memoria de la negativa rotunda al modesto pacto fiscal ofrecido a la desesperada por el presidente Artur Mas?  Por lo tanto, si en circunstancias mucho más favorables unas propuestas nada radicales ya no pudieron ser tenidas en cuenta, por qué en un contexto tan encabritado como el actual nos dejarán sentarnos en una mesa si no es para acordar las condiciones de una rendición  unilateral ante un Estado que sólo tiene prevista la derrota total y humillante de un adversario que con tanto orgullo ha perseverado por convertirlo en enemigo?

El conflicto político en el que vivimos irrita allí, pero también inquieta aquí porque rompe los marcos mentales de opacidad que permitían disimular la aceptación de unas condiciones de sumisión indignas.  Es también por esta razón que la presidencia del muy honorable Quim Torra incomoda tanto aquí cuando no renuncia a ser testigo de la barbarie represiva que vive el país, expresada con una resistencia de alta dignidad y sacrificio.  ¿Cómo es que no se incomodan quienes se escandalizan por unas pérdidas de 15 millones de euros pero nunca han denunciado un expolio constitucional de 15.000 millones?  ¿O quien hace drama por el corte de tres días de una frontera sin haberlo hecho antes con la misma indignación por las décadas de desidia en la construcción del Corredor Mediterráneo?  ¿O los que ahora lamentan los riesgos que tiene el conflicto por la fuga de empresas, pero callaron como unos muertos cuando se las empujaba fuera desde la misma Corona?  Y, claro, esto ayuda a explicar por qué quien se ha hecho el loco ante el incumplimiento de la política de inmersión lingüística, ahora sale a defender los derechos lingüísticos de los que ya lo tienen todo a favor.  Hablo de todos los que querrían tapar con los pequeños obstáculos esporádicos la evidencia de su sumisión a los grandes obstáculos sistemáticos a la prosperidad de los catalanes.

Se puede entender, pues, que haya quien se agarra al clavo ardiendo de un acuerdo al precio que sea para hacer posible un gobierno PSOE-Podemos ante el vértigo de cualquier otra alternativa.  Se entiende que, incluso ante la evidencia de la incapacidad del Estado para encarar políticamente sus conflictos territoriales, a cambio de hacer posible la investidura se cuente con obtener alguna ventaja, aunque sea para poder aprobar los presupuestos.  Todo se puede entender.  Tanto, como es fácil de prever los exiguos resultados finales.

Junto a las advertencias por la frustración que podría conllevar seguir insistiendo en la autodeterminación para llegar a la independencia, parece que se olvida que estamos donde estamos precisamente para acabar con la frustración de haber creído en la capacidad del autonomismo para  satisfacer las demandas de justicia, prosperidad, reconocimiento y radicalidad democrática a que aspira este país.  Por ello, la alternativa al conflicto abierto nunca podrá ser volver a la estrategia del aquí caigo y allá me levanto, ni la nueva hoja de ruta puede acabar siendo un resignado ir tirando.

ARA