Los lamentos por la decadencia del pensamiento de izquierda (y de sus resultados políticos) se hacen cada día más altos y penosos, entre nosotros y en toda Europa. Como si la falta de ideas nuevas para hacer frente a retos nuevos fuera un mal inevitable y sin cura. Como si la indiferencia creciente del buen pueblo que acude a votar fuera una epidemia inexplicable. En cualquier caso, el observador tiene la impresión de que, los últimos años o las últimas décadas, el buen pueblo ha sido terriblemente despreciado de todas las maneras y por todos los partidos: todos, élites intelectuales y dirigentes políticos, sobre todo si son élites intelectuales y políticas de izquierda, piensan que saben más que la gente de la calle. Mal asunto, si la observación es cierta, y mal asunto si no lo es. Porque la derecha no elabora ni proyecta modelos (repite los antiguos, puestos al día), pero la izquierda sí. Y proyectos para un “nuevo modelo” de sociedad, de economía o de forma de vivir, hay en circulación tantos como se desee. Nadie, sin embargo, piensa si esto lo entiende realmente el ciudadano normal, la gente, lo que antes llamaban “las masas”. O si a las masas no les preocupan los modelos nuevos, y pretendidamente alternativos. Porque la realidad es que, tanto para los dirigentes políticos (sobre todo si se consideran de izquierda), como para los sindicatos, como para los ciudadanos en general, la única perspectiva consiste en conservar hasta donde sea posible este “Estado providencia” que los países europeos han construido poco a poco después de la II Guerra Mundial, a lo largo de cuarenta o cincuenta años de prosperidad creciente. Si antes la izquierda quería cambiar y cambiar la sociedad, e incluso hacer alguna revolución, ahora, con la misma vehemencia, aspira a preservarla tal como es: tal como es en tanto que “sociedad del bienestar”. La cosa es tan curiosa, constata el observador con malicia, que ahora es la derecha la que se presenta como innovadora y decidida a hacer cambios imprescindibles y graves, y la izquierda la que se muestra conservadora: conservadora de derechos y ventajas que, una vez adquiridos, se consideran irrenunciables para siempre, tanto si el mundo ha cambiado como si no, tanto si hay suficientes recursos para pagarlos como si no. Y cuando no hay suficiente dinero para pagar, y la izquierda gobierna, resulta que tiene que hacer lo que predica la derecha. Sensacional: me parece que no había pasado nunca.