Cómo Ucrania ahonda la brecha entre el sur global y el norte

 

 

Un efecto inesperado de la guerra de Ucrania ha sido la relevancia lograda por una serie de países del sur, tanto debido a sus posiciones sobre el conflicto como por sus reivindicaciones acerca de reformas en el sistema internacional. Brasil, India, Sudáfrica y Nigeria están entre los más destacados que, aunque condenaron a Rusia en las Naciones Unidas, no le han impuesto sanciones. Algunos de ellos, además, han intentado mediar presentando ideas para un plan de paz, y han rechazado el pedido de Alemania y EE.UU. de enviar armas a Ucrania. Igualmente, seis naciones africanas (Zambia, Senegal, República Democrática del Congo, Uganda, Egipto y Sudáfrica) han entregado a Kyiv y Moscú ideas alternativas a la guerra.

En el último año el concepto sur global, que solamente circulaba entre redes de oenegés, la ONU y algunos espacios académicos (los denominados estudios poscoloniales), pasó a ser un tema central en la reunión del G-7 de mayo pasado. El comunicado final incluyó varios compromisos económicos, comerciales, financieros y con los ODG (Objetivos de Desarrollo Sostenible) Agenda 2030, entre otros, con los países del Sur.1

Desde EE.UU. y Europa se suelen hacer lecturas limitadas de las posiciones de India, Brasil y otros países, considerando que es un alineamiento con Rusia. Pero el ascenso del sur global se debe a diversas causas, tiene distintos objetivos, y sería un error desde Washington y Europa no prestarle atención.

Muchos países del sur ven que la guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia les han provocado profundos daños a sus economías y han generado mayor inseguridad alimentaria. Debido a la pandemia y la invasión rusa, escriben dos analistas de Chatham House, “la proporción de países de bajos ingresos que tienen sobreendeudamiento o con alto riesgo de este aumentó de un 49% en el 2019 a un 60% en el 2023, pero las renegociaciones de la deuda con los acreedores son muy lentas”. En febrero del 2023, el apoyo financiero, humanitario y militar a Ucrania de los países occidentales ascendía a 151.000 millones de euros. “El mundo en desarrollo, teme que este gasto limite la voluntad de Occidente de ayudarlos a enfrentar las consecuencias de la guerra así como las necesidades de desarrollo a más largo plazo”.2

Las demandas del sur no son una reedición del Movimiento de Países no Alineados creado en 1961. Esa fue una respuesta de países que recientemente habían ganado su independencia. El nacionalismo era la ideología dominante frente a la bipolaridad capitalismo versus comunismo de la guerra fría (que en gran medida acabó con el no alineamiento). La situación ahora es diferente. Los países del sur son nacionalistas, pero el no alineamiento se enmarca en la construcción e incertidumbres de relaciones internacionales postoccidentales, con EE.UU. perdiendo hegemonía, en un mundo de múltiples poderes globales y regionales, alianzas pragmáticas en vez de alineamientos ideológicos, y relaciones comerciales y financieras fluidas y flexibles.

La conexión con el poscolonialismo

‘Sur global’ es un concepto amplio que incluye a países que forman parte de lo que durante la guerra fría se denominaba el ‘tercer mundo o países subdesarrollados’, que viven el impacto de haber sido colonias y estar subordinados en las arquitecturas del poder mundial, en economía, comercio, finanzas y seguridad. Ann Garland Mahler (Universidad de Virginia), dice que sur global va más allá de los estados, y se refiere a “espacios y personas sobre los que impacta negativamente la globalización capitalista contemporánea”.3

Para actores de la sociedad civil y académicos de estudios poscoloniales, mirar el mundo desde el sur global implica una crítica histórica, cultural, política y económica a las formas de dominación pasadas (colonialismo) y presentes (capitalismo). Es el espacio para relaciones sur-sur entre grupos subalternos en todo el mundo en torno a cuestiones raciales (esclavitud, sometimientos de poblaciones indígenas), étnicas, género, lengua y nación, y sus intersecciones.

Después del fin de la guerra fría se extendió el uso de sur para designar una serie de países que habían sido colonias. A partir de los años noventa se generó también en círculos académicos y políticos del norte la subcategoría de estados frágiles que, partiendo de la realidad de estados disfuncionales, generalmente los categorizó en un escalón inferior y subordinado que legitimaba tomar decisiones externas sobre ellos.

Para Robert J.C. Young, profesor de Teoría Crítica en la Universidad de Oxford, la disciplina del “poscolonialismo reivindica el derecho de todas las personas del planeta a acceder al mismo bienestar material y cultural”. Sin embargo, la expansión imperial entre los siglos XVI y XIX llevó a que imperios europeos (y luego EE.UU.) dominasen gran parte del planeta. Esto fue acompañado por teorías sobre la supuesta superioridad de los blancos, y la consiguiente legitimidad para gobernar sobre los no blancos.

La dominación se prolonga hoy con otras formas de poder en gran parte de Asia, África y América Latina. El poscolonialismo, dice Young, “designa a una política y una filosofía de activismo que desafía esa disparidad, y continúa de formas diferentes las luchas anticoloniales del pasado”. Esas luchas estarían orientadas también “a transformar las sociedades de Occidente”.4

Desde la perspectiva académica, algunos autores proponen ‘descolonizar’ la historia y formas del conocimiento que configuran las políticas nacionales e internacionales. Por ejemplo, Robbie Shilliam (Universidad Johns Hopkins), busca “recontextualizar a los pensadores políticos dentro de los marcos imperial y colonial que forman la base de sus reflexiones”. Para él, muchos “argumentos claves en las ciencias políticas se han desarrollado con lógicas y significados coloniales”, y su objetivo es “descolonizar el estudio académico de la política”.5

Arlene Tickner y Karen Smith cuestionan el eurocentrismo (extendido a EE.UU.) y la forma en que los estudios de relaciones internacionales y de seguridad excluyen, en general, los análisis sobre las estructuras imperiales, el papel de la esclavitud en la formación del capitalismo moderno, y no suelen incluir los análisis y perspectivas elaboradas por académicos del sur.6

El periodismo también utiliza sur global, sin definir si se trata de una serie de países unidos por sus pasados y problemas presentes, o si hay otras categorías o subcategorías que los unifiquen. Haug, Braveboy-Wagner y Maihold consideran que “el sur global se ha convertido en gran medida en una categoría que se da por sentada. La mayoría usa el término sin más explicación y asume que los demás sepan lo que significa”.7 Esto tiene el peligro de incluir a muchos países con diferentes características en una agenda muy amplia. Además, unos, como Colombia, no quieren ser incluidos en una categoría junto a estados en colapso, como Somalia o Haití. Otros, los de Asia Central, rechazan ser considerados sur.

El sur global suele tener tres acepciones. La primera se refiere a países pobres, con serios problemas de desarrollo. La segunda, a las relaciones entre estos países para cooperar y establecer alianzas comerciales, técnicas o políticas. El Grupo de los 77 representa esta tendencia. La tercera, identifica el sur global con resistencias al capitalismo neoliberal, con iniciativas como el Foro Social Mundial. Esta última concepción enlaza con la teoría poscolonialista y las diferentes relaciones entre movimientos del sur y del norte (por ejemplo, las conexiones de Black Lives Matter con oenegés antirracistas y por la justicia social en África, Asia y América Latina).8

La perspectiva de los emergentes

Estas interpretaciones críticas sobre el sur global no son la forma en que los gobiernos de India, Brasil o Sudáfrica, excolonias y actualmente potencias emergentes, se presentan y promueven el papel de sus países en el sistema internacional. Entre las posiciones poscoloniales y las de estos gobiernos hay coincidencias respecto de cambiar las relaciones con el norte. Pero el poscolonialismo académico y activista es anticapitalista y, en particular, contrario a las políticas neoliberales. P. ej., las del Gobierno de India hacia el sector rural.

Los gobiernos y élites modernizadoras de los emergentes o potencias intermedias aspiran a fortalecer sus capacidades económicas, comerciales y financieras (y eventualmente, militares) para tener mayor influencia regional y global. Algunos de ellos, como India y Brasil, buscan representar y liderar a países del sur en sus reivindicaciones sobre desarrollo, renegociación de la deuda externa, lucha contra la crisis ambiental y promoción de paz y seguridad internacional.

India, por su parte, compite con China por el liderazgo entre países del sur, especialmente en Asia. Sudáfrica, pese a serios problemas internos, es una referencia económica, democrática y de seguridad en África. Los gobiernos de Brasil e India consideran a sus países potencias con alcance e incidencia global, y con capacidad para negociar y establecer alianzas con Europa o EE.UU. Para algunos diplomáticos de esos países el concepto de sur global no debe servir para cerrar puertas a esas posibilidades. Y que sus prioridades no se tienen que marcar desde fuera.

En su nueva presidencia Lula da Silva impulsa una nueva política exterior con la agenda ambiental y la unidad regional como prioridades. El 30 de mayo pasado su Gobierno reunió a otros diez de América Latina para lanzar el Consenso de Brasilia, con el fin de promover la cooperación comercial y económica, y la creación de un área de libre comercio. El país ha construido “influencia diplomática” sin ser una potencia militar ni formar parte de ninguna alianza de este tipo. Esto ayudaría a una “identidad de seguridad de América del Sur” fuera de bloques militares.9

Por su parte, en febrero pasado el presidente Narendra Modi reunió a representantes de 110 líderes y ministros de gobiernos en la Cumbre de Voces del Sur Global por un desarrollo centrado en el ser humano que abordó salud, desarrollo, educación, sistema financiero internacional, y clima, entre otros temas. En el cierre, Modi indicó que “todas las ideas discutidas por el amplio sur global, proveerán inspiración a India para influir en la agenda de la reunión de mayo del G-20” (del que tenía la presidencia).

La relevancia de los Brics

El ascenso de los emergentes comenzó hace dos décadas. China, Brasil, Sudáfrica e India cuestionaron en septiembre del 2003 las reglas impuestas por Wa¬shington y sus aliados en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Doha. En el mismo año se creó la alianza de los IBSA (India, Brasil y Sudáfrica). En 2009 Brasil, Sudáfrica, India y China exigieron negociaciones diferentes sobre cambio climático, y en 2010 se formaron los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En el 2008 las potencias emergentes ingresaron en el G-20, un signo de los cambios de poder en las relaciones internacionales. Paralelamente, aumentó la crítica en las sociedades del sur y del norte contra los impactos de las políticas de reducción del papel del Estado y la imposición de desregulaciones favorables para el sector privado.

Los Brics incluían a las cinco más grandes economías del mundo fuera de la OCDE, que acumulaban un 50% de todos los intercambios comerciales. Sus países eliminaron la dependencia en la ayuda exterior al desarrollo y potenciaron la cooperación sur-sur. China se convirtió en el primer socio comercial de Brasil por delante de EE.UU., y el comercio chino-indio alcanzó los 60.000 millones de dólares, mientras las transacciones entre países del sur aumentaron hasta un 17% del total mundial.10

El poderío y potencial de los emergentes es muy relevante, pero con agendas nacionales diversas. Es un grupo con capacidad de negociar y modificar funcionamientos y reglas en esferas que hasta hace poco imponían EE.UU., Europa y Canadá.    En este sentido, una parte de las élites de aquellos países consideran más ventajoso adherirse a políticas de liderazgos que permanecer en sus subordinaciones del Norte.

Luego de una época de gran demanda de bienes primarios durante los 2000, los Brics vieron caer los precios, China redujo sus compras, y se enfrentaron problemas internos (corrupción, crimen, protesta social). Algunos analistas dieron por muerta la iniciativa. Pero la crisis financiera del 2008 aceleró el descrédito de las políticas neoliberales que habían impulsado EE.UU. y sus aliados. Los emergentes presionaron para renegociar las reglas del comercio, la ayuda internacional y, crecientemente, el papel que el norte y el sur deben tener en la lucha contra el cambio climático.

Las reformas

La crisis del orden liberal internacional u orden basado en reglas establecido después de la Segunda Guerra Mundial se manifestó desde el 2008, tanto por la falta de cumplimiento de sus principales miembros con esas reglas como por los ataques de las ultraderechas en diversos países. La agresión rusa en Ucrania terminó de confirmar que un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU puede invadir un país y vetar que se le censure. Todo esto ha provocado una brecha (más) entre el norte y el sur.

Mientras que en EE.UU. y Europa hay una defensa frecuentemente idealizada de ese orden internacional, en el sur se recuerda que ha estado muchas veces al servicio de las grandes potencias. Sus reglas se usaron para legitimar intervenciones militares (Santo Domingo, Haití, Kosovo, Afganistán, Irak, entre otras) y derrocar gobiernos (como Chile en 1973). Las dinámicas de poder entre el norte y el sur, y las formas de dominación de sociedades y explotación de recursos fueron impuestas por el sistema financiero instaurado en Bretton Woods, con el dominio del dólar y de la OMC, y con el telón de fondo del derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En los países del sur estas reivindicaciones no son nuevas. Se discutieron en el marco de un (frustrado) Nuevo Orden Económico Internacional en los setenta. Los problemas se identificaron en una serie de informes promovidos por políticos del norte y el sur. Ahora, los emergentes fomentan cambios y reformas en las instituciones internacionales de crédito, en especial el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y en el sistema multilateral, particularmente la configuración del Consejo de Seguridad de la ONU. Quieren contar con más poder en las agencias y fondos de esta organización. Pero, como indica Hurrell, “los emergentes son más propensos a ser potencias que mantengan el statu quo que a ser revisionistas radicales”.

Los Brics han creado el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) y crédito alternativo al FMI y el Banco Mundial. Esta organización ha facilitado créditos por valor de 33.000 millones de dólares a 96 proyectos en los países fundadores desde el 2015. Rusia posee un 19% de las acciones en el NDB, pero debido a las sanciones que se le impusieron por la invasión a Ucrania, tiene sus fondos congelados, medida para que este Banco no pierda el acceso al dólar estadounidense. Por otra parte, Arabia Saudí (otra potencia regional y petrolera mundial que realiza y auspicia operaciones militares e intervenciones en otros países, como Siria y Yemen) ha solicitado el ingreso como socio.11

Todas estas redes, alianzas y formas de relación heterodoxas y no ideológicas son parte del proceso que Amitav Acharya denomina multipolaridad.12 Dentro de ella existen diferentes grados de poder e influencia, tanto en el norte como en el denominado sur global. En este contexto, se abre la posibilidad de alineamientos y no alineamientos mayores o menores, y de espacios regionales para negociar su situación y posibles beneficios con otros más poderosos.13

Complejos casos particulares

Ser o no ser parte del sur global es una cuestión de poder. India es un ejemplo de pragmatismo en la multipolaridad. Aliado preferencial de Washington en Asia, eso no le impide comerciar (y comprar armas) a Rusia, mantener canales abiertos con China pese a los enfrentamientos fronterizos, y ser un socio comercial de Europa. En el terreno de la seguridad es miembro del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), un foro estratégico con Australia, Japón y EE.UU., al tiempo que forma parte del Diálogo Económico Estratégico China-India (SED). La exsecretaria de Exteriores de India Nirupama Rao afirma que “Occidente rutinariamente hace tratos con autocracias violentas para promover sus propios intereses. EE.UU., por ejemplo, está mejorando los lazos con Venezuela para obtener más petróleo. Europa está firmando contratos energéticos con regímenes represivos del golfo árabe. Sorprendentemente, Occidente, sin embargo, sostiene que su política exterior está guiada por los derechos humanos y la democracia. India, al menos, no pretende ser el guardián de la conciencia del mundo. Como cualquier otro Estado, actúa de acuerdo con sus intereses, y romper su asociación con Rusia los dañaría”.14 Posiblemente la mayor contradicción de India es que su Gobierno pretende representar al sur global al tiempo que es crecientemente autoritario y oprime a su población musulmana.

China era hasta hace pocas décadas un país subdesarrollado (con armas nucleares). Ahora es una de las grandes potencias mundiales, y con inversiones e intereses en todo el planeta. Pese a que fue ocupada por diversas potencias coloniales, y aspira a representar al sur global en sus reivindicaciones, es difícil considerarla en esta categoría. De hecho, en el Grupo de los 77 países del sur global clasificados por la ONU, China figura en situación especial pero no como parte de estos.

Rusia da lugar a confusiones por ser de los Brics y por solidarizarse con reivindicaciones del sur. Pero las ambiciones del Gobierno de Vladímir Putin de reconquistar influencia, inclusive por la fuerza, en el exespacio geopolítico soviético, serían expresiones de un imperio en declive.15 Las intervenciones de Moscú con la organización paraestatal de mercenarios Wagner para controlar recursos naturales y apoyar o acosar gobiernos en África subsahariana, Oriente Medio, norte de África y Ucrania, confirmarían esta ambición neoimperial y la imposibilidad de ser, a la vez, potencia agresiva y sur global.

Y Turquía es una potencia media, excentro de un imperio, miembro de la OTAN, con identidad europea, asiática y de Oriente Medio, y con problemas de subdesarrollo combinados con aparatos industrial y militar avanzados. Ankara no pretende ser sur global pero actúa como una potencia regional, ha realizado intervenciones militares en Siria, tiene serios problemas con la minoría kurda y es uno de los países que podrían formar parte de una arquitectura de negociación para la guerra de Ucrania. Sebastian Haug lo equipara con México, estados híbridos con características “del norte” y “del sur”.16

El futuro

“Cuando termine la guerra en Ucrania –dice el comentarista Alec Russell del ‘Financial Times’–, ocurrirá en el contexto de un orden mundial más sutil que el de febrero del 2022. Será más complejo y probablemente más peligroso; pero para algunos países no alineados tendrá más oportunidades. Y están aquí para quedarse”. Los escenarios por delante son imprevisibles, y dependerán, entre otros factores, de la evolución interna de cada una de las potencias intermedias, el desarrollo de sus capacidades tecnológicas, industriales y (en algunos casos) militares, y de las respuestas de EE.UU. y Europa. También, de las alianzas que se forjen, en especial con Washington, Beijing y Bruselas. En medios de la Unión Europea se considera que deben evitarse confrontaciones estilo Occidente y el resto que servirían a Rusia.

Las pugnas crecientes entre China y EE.UU. y la guerra de Ucrania indican un refuerzo de políticas ortodoxas por parte de las grandes potencias, tratando de alinear a otros países (por ejemplo, EE.UU. en Asia). Esto dejaría menos espacio para el ascenso de las potencias intermedias, o generará más tensiones. En tanto que el sur emergente sea más fuerte y el norte más flexible, se podrían lograr reformas del sistema multilateral y financiero, y acuerdos sobre las grandes cuestiones como cambio climático y salud global. Por el contrario, si el norte se resiste, entonces proliferarán las instituciones alternativas, y las discrepancias actuales se reproducirán. A la vez, cada país del sur desarrolla sus propias estrategias de negociación con las grandes potencias según sus intereses nacionales, regionales y globales, algo que debilita las posiciones comunes.

Como sugiere Aude Darnal, del Stimson Center (Washington DC), “a medida que los países del sur global buscan ejercer su poder en el escenario mundial, los políticos estadounidenses deben adaptarse para comprender mejor sus preocupaciones. Eso significa reconocer que esos países son socios valiosos por sí mismos. Sobre todo, EE.UU. debe evitar presionarlos mientras ignora sus deseos de independencia política. Para que la política exterior de EE.UU. cambie de rumbo, los políticos deben conocer las perspectivas del sur global, en lugar de desarrollar políticas basadas en conceptos erróneos. Fomentar nuevos espacios políticos dedicados al papel del sur global en el orden mundial debería ser el primer paso”.17 Una recomendación válida para Europa.

Por otra parte, si bien los emergentes potencian la cooperación sur-sur y la ayuda técnica, es incierto de qué modo pueden representar a sus vecinos más débiles. Es posible que el sur se divida aún más, con los emergentes, por una parte, y más de medio centenar de países en grave fragilidad institucional, asolados por conflictos violentos y crisis climática, por otra. En este sentido, son importantes acciones como la que Mia Mottley, primera ministra de Barbados, presentó en el 2022 en la Conferencia de ONU sobre el Cambio Climático COP27

La Iniciativa Bridgetown (capital de Barbados, país muy afectado por el cambio climático) es un plan de acción para reformar el Banco Mundial y el FMI, y contar con un fondo especial para responder a las crisis climáticas y de desarrollo de países pobres. Barbados no es una potencia emergente, pero su iniciativa es un ejemplo de lo que pueden hacer desde el sur, y el norte debería prestar especial atención.

Mariano Aguirre es investigador asociado de Chatham House, asesor de la Red Latinoamericana de Seguridad de la Fundación Friedrich Ebert, y autor de ‘Guerra fría 2.0. Claves para entender la nueva política internacional’ (Icaria, Barcelona, 2023).

Notas al pie

1. Whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2023/05/20/g7-hiroshima-leaders-communique

2. Creon Butler y Lilia Caido Couto, “Four ways to tackle developing countries’ debt distress”, The World Today, Chatham House, Londres, 2/VI/2023.

3. Ann Garland Mahler, “The Global South?”, Oxford Bibliographies in Literary and Critical Theory, Ed. Eugene O’Brien, 2017. https://globalsouthstudies.as.virginia.edu/what-is-global-south

4. Robert J.C. Young, Postcolonialism. A very short introduction, Oxford University Press, Oxford, 2015, págs. 2-6.

5. Robbie Shilliam, Decolonizing politics. An introduction, Polity Press, Cambridge, 2021, págs. 15-18.

6. Arlene B. Tickner y Karen Smith (eds.), International Relations from the Global South. Worlds of Difference, Taylor & Francis, Londres, 2020.

7. Sebastian Haug, Jacqueline Braveboy-Wagner y Günther Maihold, “The ‘Global South’ in the study of world politics: examining a meta category”, Third World Quarterly, Volumen 42, 2021 – Issue 9: The ‘Global South’ in the study of world politics. https://doi.org/10.1080/01436597.2021.1948831

8. Saif Shahin, Junki Nakahara y Mariana Sánchez, “Black Lives Matter goes global: Connective action meets cultural hybridity in Brazil, India, and Japan”, New Media & Society, 18/XI/2021. https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/14614448211057106

9. Entrevista del autor con Antonio Patriota, embajador de Brasil en el Reino Unido, y exministro de Exteriores. 22/IV/2023. Ver número especial de CEBRI Revista sobre perspectivas de la política exterior brasileña del gobierno de Lula da Silva, Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, año 2, n.º 5, enero-marzo 2023. https://cebri.org/revista/br/artigo/72/mudaria-o-natal-ou-mudei-eu

10. Andrew Hurrell, “Rising power and the emerging global order”, en John Baylis, Steve Smith y Patricia Owends, The globalization of world politics, Oxford University Press, Oxford, 8.ª edición, 2020, págs. 87-88.

11. Joe Leahy y Arjun Neil Alim, “Saudi Arabia in talks to join China-based ‘Brics bank’”, Financial Times, 28/VI/2023.

12. Amitav Acharya, The end of American world order, Segunda edición, Polity Press, Cambridge, 2018.

13. Juan G. Tokatlian, “Estados Unidos-América Latina, por una diplomacia de equidistancia”, en Carlos Fortín et al., El no alineamiento activo y América Latina: una doctrina para el nuevo siglo, Catalonia, Santiago de Chile, 2021, pág.. 76 y siguientes.

14. Nirupama Rao, “The Upside of Rivalry India’s Great-Power Opportunity”, Foreign Affairs, mayo-junio 2023.

15. Bruno Tertrais, “The Fall of Russia”, Institut Montaigne, 14/XII/2022. Institutmontaigne.org/en/expressions/fall-russia

16. Sebastian Haug, “A Third space approach to the Global South: insights from the margins of a popular category”, Third World Quarterly, Volumen 42, 2021 – Issue 9: The ‘Global South’ in the study of world politics.

17. Aude Darnal, “U.S. Foreign Policy Must Consider the Global South”, Foreign Policy, 6/III/2023.

LA VANGUARDIA