Cómo salir de ésta

Dick Cheney, aquel vicepresidente de George Bush con sobrepeso y mirada desafiante, declaró en una entrevista a la agencia Associated Press, apenas dos semanas antes de abandonar el cargo, que no pudieron prever la mayor crisis económica desde la gran depresión: ¿No ha habido nadie en el mundo lo suficientemente sagaz como para imaginarse algo así? Cheney sugirió que la crisis económica era similar a los atentados del 11-S: una catástrofe imposible de intuir. Esquilo decía que la mayor parte de los hombres, falseando la verdad, quieren aparentar ser mejores, y es indudable que el político republicano se quitaba de encima cualquier responsabilidad ante la crisis para quedar bien ante la prensa. Y ante la historia.

De hecho, Nouriel Roubini, catedrático de Economía de la Universidad de Nueva York, se había dirigido a la selecta audiencia del FMI un año antes de que saltaran la alarmas para alertarles del estallido de la burbuja inmobiliaria, de la imposibilidad de muchos propietarios de pagar la hipotecas de sus casas, de la consiguiente paralización del sistema financiero y del hundimiento de los fondos de cobertura (hedge funds), de los bancos de inversión y de los gigantes financieros patrocinados por el Gobierno (Fannie Mae y Freddie Mac). Los presentes sonrieron con escepticismo.

Roubini ha publicado este verano Crisis economic, con Stephen Mihm, cuya versión castellana acaba de llegar a las librerías con el título más periodístico de Cómo salimos de ésta (Destino). El experto cree que puede haber una salida al final del túnel, pero resulta imprescindible tomar medidas, aunque ?las entidades financieras pongan el grito en el cielo?. Su receta prevé la regulación y la reforma del sistema financiero, cambiando la remuneración de sus altos ejecutivos y aumentando los incentivos para controlar la solvencia de quienes reciben préstamos. Apuesta por reformar también las agencias de calificación, por fragmentar los grandes bancos, por restringir los vínculos entre instituciones políticas y entidades financieras, por separar la banca comercial de la banca de inversión y por el uso de la política monetaria para prevenir nuevas burbujas especulativas. Los autores escriben que las entidades financieras ?son cómplices de este desastre planetario y en el futuro tendrán que ser controladas muy de cerca?.

Roubini cree que si la crisis se expandió fuera de EE.UU. no fue por mero contagio: los países se han visto afectados por sus propias burbujas y hubo un canal de transmisión que fue el sistema financiero global. Y aunque un personaje de Borges decía que vivió, como todos los hombres, tiempos difíciles, el economista afirma que, sabiendo esto, conviene estar preparados para no tropezar otra vez con la misma piedra, por más que siempre habrá tipos como Cheney que digan que la piedra no estaba allí.

 

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua