China y el planeta

Los acuerdos de París de 2015 implican que la contaminación llegará a un pico en 2030 y luego se reducirá para alcanzar la neutralidad en carbono: no se emitirá a partir del 2060. Pero para ello es necesario que China los cumpla.

La fuente de energía más contaminante es el carbón. El 65% de la energía eléctrica producida en China tiene este origen, por el 18% en la UE y el 24% en EEUU. El incremento de potencia eléctrica instalada en 2020 con origen en el carbón fue de 30 GW en China y se redujo en 17 GW en el resto del mundo. Las nuevas centrales de carbón en construcción en China confirman que la energía generada a partir del carbón irá en aumento. ¿La razón? China tiene grandes reservas de carbón, que es la fuente de energía más económica. No es lógico pensar, más allá de las declaraciones oficiales del Partido Comunista chino, que esta situación cambie en un futuro.

La estabilidad china se basa en la aceptación del Partido Comunista por parte de la ciudadanía, una aceptación que reposa en la mejora del nivel de vida. La conclusión es evidente: el carbón como base energética de China es la clave de su estabilidad política.

El impacto de las emisiones chinas proviene de tres factores: la importancia de la energía para su economía -como primer productor mundial de acero, aluminio y cemento, es un gran consumidor de energía-, la dimensión de la su economía y el carbón como origen mayoritario de la energía producida.

Del 2014 al 2020, en China el incremento de la potencia eólica instalada, 205 GW, y de la potencia solar, 235 GW, supera la potencia proveniente del carbón, 225 GW. Pero la producción de energía proviene en un 24% de la potencia eólica, en un 15% de la solar y en un 50% de la de origen térmico. Es decir, la energía producida a partir del carbón es un 30% superior a la eólica y la solar combinadas en las nuevas instalaciones. Una razón que soporta esta política es que un MWh de energía renovable genera sólo un 15% del trabajo que genera un MWh producido por una central térmica de carbón. Este factor es determinante para China. Su economía está basada en la intensidad de la mano de obra ocupada.

Los últimos años se han clausurado centrales térmicas de carbón en las provincias más ricas, Shanghai y Guandong. La contaminación es un problema visible. Pero se han instalado nuevas en las más pobres, Hunan, Mongolia interior y Xinjiang, donde la contaminación es menos importante que la mano de obra ocupada en las minas de carbón… Las nuevas centrales térmicas son menos contaminantes en óxidos de azufre y partículas, pero no en CO2y CO. Por lo tanto, el efecto sobre la contaminación en gases de efecto invernadero es casi independiente de la modernidad de las centrales térmicas que queman carbón.

Los países de la OCDE generan el 75% del PIB mundial y el 35% de la emisión de CO2 y CO en la atmósfera. De estos, ocho países -de Corea y Japón al Reino Unido y Francia, más los EE.UU.- controlan el 50% del PIB mundial. Es este grupo de estados lo que puede imponer en China un cambio de política energética a través del establecimiento de un mercado de CO2 y CO en que los emisores paguen por tonelada emitida. Esto tiene consecuencias de largo alcance porque significaría un encarecimiento de la producción industrial china y un desplazamiento parcial de centros de producción de China en Occidente. Si se quiere contener la contaminación, el encarecimiento de los productos generados a través de un alto nivel de contaminación no tiene alternativa.

Tasar con 60 $ la tonelada de CO2 y CO emitido supondría un coste de 245 $ por año para cada ciudadano de EEUU. Es soportable, más aún si este ingreso se utilizara para la compensación de la población con rentas bajas, como han propuesto los secretarios Baker y Schultz, y para desarrollar nuevas tecnologías en favor de la producción de energía limpia. Pero esta política difícilmente sería aceptable por China, que, como indican Andrew Erickson y Gabriel Collins, vería trastocada su estructura productiva.

Identificado el origen principal de la contaminación -la energía producida a partir del carbón- y el contaminador más importante -la China-, y descubierto el mecanismo para reducirla -la tasación de las emisiones de CO y CO2-, la cuestión es cómo movilizar un acuerdo mundial a partir de estos principios cuando se sabe que el acuerdo tendrá consecuencias importantes para la economía, en especial para la China. No parece posible movilizar esta política a nivel mundial a menos que los estados de la OCDE, que son los consumidores de la producción china, lo impongan. Si lo hacen, el conflicto político entre China y Occidente crecerá. Si no lo hacen, las consecuencias para el medio ambiente serán a largo plazo catastróficas. Es probable que el resultado sea una situación intermedia, un impacto importante para el desarrollo chino y por tanto un incremento del nivel de conflicto con Occidente y, simultáneamente, un empeoramiento de la contaminación atmosférica con consecuencias irreversibles de largo alcance. Malo para los dos mundos.

Conocer el origen de los problemas puede ayudar a resolverlos. El conflicto entre EEUU y China gira en torno a la contaminación atmosférica. No encontrar solución para contener las emisiones aumentará el nivel de confrontación.

ARA