China, en pendiente resbaladiza

 

 

La ciudad rusa de Kazán acoge estos días la cumbre de los BRICS (una de las más importantes de su historia) y es, por tanto, un buen momento para realizar un análisis de la situación en la que se encuentra el principal motor de este grupo de estados: China.

El país ha anunciado recientemente que la edad de jubilación aumentará, por primera vez desde los años cincuenta. Eso sí, partiendo de unas edades bajas. Esta reforma, que no será la última, llevará a la jubilación de los hombres de 60 a 63 años, y de 50 a 55 en las mujeres. El retraso de edad de jubilación será gradual y también aumentarán los años de cotización requeridos para acceder a pensión, de 15 a 20. La economía de China es capitalista y no está exenta de las tensiones y contradicciones de este modo de producción.

De hecho, China ha abrazado de forma entusiasta el capitalismo desde las reformas impulsadas por Deng Xiaoping a finales de los años setenta. Así, por ejemplo, la desigualdad económica en China es muy superior a los estados de la UE y próxima al nivel de Estados Unidos, según el índice de Gini. Abandonados los principios y valores ideológicos sustentados por el Partido Comunista bajo Mao Zedong, no quedan valores ni principios que orienten la acción institucional en el país, más allá de aquel “gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”, del Deng Xiaoping más joven. Puro pragmatismo utilitario. Lo mismo que se encuentra a nivel privado, donde dominan el individualismo y el utilitarismo, y las relaciones de solidaridad no se extienden más allá del núcleo familiar más directo.

La apreciable y continua mejora de los servicios públicos y el nivel de vida de la gran mayoría de la población han proporcionado apoyo al régimen, pero no han desvanecido el recuerdo de milenios de arbitrariedad institucional y mal gobierno. Por eso no se puede confiar en el gasto de las familias para reemplazar al sector exterior como motor de crecimiento, cuando las exportaciones hace tiempo que van a la baja, y el Estado se encamina a un rescate público de los efectos de una gran burbuja inmobiliaria. Las familias ahorran gran parte de su renta por la incertidumbre del futuro; en particular, respecto a los mecanismos públicos de apoyo social, en retroceso en las últimas décadas. Más arriba se ha hablado de las pensiones. Hay más. Según las últimas datos publicadas por la OMS, de 2021, el 46% del gasto en salud en China es pagado privadamente por las familias, un porcentaje un punto superior al de EE.UU. (45%) y más de 20 puntos superior al de los principales estados de la UE.

Las tendencias demográficas empeoran el escenario. La población empezó a decrecer en 2002, desde el pico superior a 1.400 millones alcanzado, y fue superada en 2023 por la India, el gran competidor regional. Según las proyecciones actuales de la ONU, la población china retrocederá a unos 1.300 millones en 2050, con un gran envejecimiento, y puede desplomarse a finales de siglo hasta poco más de la mitad del pico. Este escenario podría ser optimista, dado que la tasa de fertilidad en China ha caído por debajo de 1,2 (como la catalana) y la sacudida demográfica podría ser más fuerte. En la esfera privada las mujeres chinas han ido abandonando las pautas y roles tradicionales de sumisión, aunque son descuidadas en los lugares más importantes de las instituciones: nunca mujer alguna ha formado parte del comité permanente del politburó del Partido Comunista, que tiene ahora siete miembros.

Los efectos del bajón demográfico en China en las próximas décadas pueden ser paliadas con reformas socioeconómicas y cambios tecnológicos de diferentes tipos. Pero sí supondrá una restricción muy fuerte de su papel geoestratégico, basado en el volumen poblacional y económico. En otros ámbitos, en especial el militar, la reciente expansión tecnológica ha reducido, pero no eliminado, el retraso en tecnologías punta respecto a Estados Unidos y aliados en Asia, y en Europa. Las restricciones a las exportaciones a China de tecnología avanzada de doble uso, instauradas en los últimos años, mantendrán la brecha tecnológica en el futuro próximo.

Los conflictos armados en Ucrania y Oriente Medio han mostrado lo decisiva que es la superioridad tecnológica en el ámbito militar. Esto hace menos probable que China intente la conquista militar de Taiwán, que cada vez será más complicada por el proceso de construcción de identidad nacional no étnica en curso en Taiwán (similar al consolidado en Singapur), un proceso espoleado por la fuerte represión de las libertades individuales y políticas y los problemas económicos causados ​​en Hong Kong por China en las primeras décadas del período transitorio de ‘administración singular’. Otros conflictos por disputas territoriales de China (con India, Vietnam, Filipinas, Bután y Japón) son también fuente de tensión en la zona; por eso las alianzas y la influencia diplomática en su entorno inmediato son muy diferentes a los logros alcanzados por China en otras regiones, como África central.

China hará frente a retos económicos, sociales, y demográficos crecientes, en el futuro próximo, lo que introducirá importantes dificultades en su política interna e internacional. Y precederán a un declive acusado en la segunda mitad del siglo, cuando el volumen demográfico y económico de la India habrán crecido apreciablemente. Está claro que esto queda demasiado lejos para hacer pronósticos robustos. Y habrá que ver cómo navegan por estas dificultades y esta potencial inestabilidad unas estructuras de gobierno tan jerárquicas y centralizadas como las chinas.

ARA