Si Deng Xiaoping hubiese sido, además de un genio político, profeta, y, al lanzar su política de reforma económica, a fines de 1978, hubiese dicho que treinta años después el PIB de China iba a desplazar al de Japón para convertirse en el segundo del ranking global, las risas del resto del mundo se habrían oído hasta en Pekín.
En 1978 China tenia un PIB de 140.000 millones de dólares, el undécimo del mundo y el 6% del PIB norteamericano (2,27 billones de dólares). En 1990 el PIB de China era ya de 350.000 millones de dólares aún el undécimo del ranking mundial. En 2000, alcanzó 1,25 billones, con el sexto lugar en el ranking. Al fin del pasado año el PIB de China era ya el tercero del mundo y este año pasa a ser el segundo. El PIB de China pasó de representar el 6% del PIB de EE. UU. en
Como no dejan de señalar propios y extraños, la renta per cápita de China es todavía muy baja, 3.700 dólares el año pasado, frente a los 46.400 de EE. UU. Pero si estas cifras se comparan con las correspondientes a 1978, 217 dólares para China y 10.600 para EE:
UU. resulta que en 1978 la renta per cápita de China era el 2% de la norteamericana, mientras que el pasado año había alcanzado, después de multiplicarse por un factor de 17 en esos 32 años, el 8% de la norteamericana. Si en 1978 era una de las más bajas del mundo, en 2009 ocupaba el puesto 103 º entre 185 países, es decir, había pasado de la cola a la mitad del ranking global. Más de 500 millones de personas han salido de la pobreza. Así, la evolución de la renta personal no es menos impresionante que la del PIB.
El PIB de China no incluye los de Hong Kong y Macao, territorios aduaneros separados aunque parte de
La profunda crisis económica del Japón durante la última década explica que China lo haya rebasado, cuando en el año 2000 el PIB del Japón casi cuadruplicaba al de China (4,75 por 1,25 billones de dólares). Creciendo al 10% se duplica el PIB en 7 años y se cuadruplica en 14. China superó estas cifras (pasó de un PIB de 1,18 billones de dólares en
Por otra parte, el invento del acrónimo BRIC no alcanza a disfrazar la realidad: el PIB de China fue el pasado año un 25% más grande que el de India, Brasil y Rusia juntos. Y la diferencia aumenta cada año, al crecer China más que estos tres países.
Las proyecciones sobre el futuro de China se ven superadas apenas han sido formuladas. Si hace una década se suponía que el PIB de China podía alcanzar, en valor nominal, al norteamericano hacia mediados de siglo, luego se dijo que seria en 2040 y en 2035. Goldman Sachs hace 2 años afirmaba que seria en 2027. Y en junio de este año PriceWaterhouse estimó que será en 2020, proyección endosada por el Banco Mundial. Este cálculo supone que China seguirá creciendo al 10% o más, mientras EE. UU. aún enfangado en la crisis económica, registra cifras de crecimiento muy bajas. Vista la forma en que China ha superado las estimaciones anteriores, es difícil rechazar ahora estas, que hace bien pocos años habrían parecido descabelladas.
Estamos asistiendo, en conclusión, a una revolución del orden económico global de un alcance y una velocidad desconocidos. Dado que, en definitiva, la economía es la base del poder duro, su impacto sobre el orden político y geoestratégico global es indudable, aunque todavía no sepamos que modalidades adoptará.