Catalina I: la última reina de la Alta Navarra

 

Catalina de Foix, también conocida como Catalina I de Navarra o Katatxu, nació en 1468 en el seno de una familia noble. Era hija de Gastón de Foix, Príncipe de Viana, y Magdalena de Francia, hermana del rey Luis XI. Su destino la llevó a convertirse en la última reina privativa de Navarra, antes de la conquista del duque de Alba.

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Catalina solo tenía 13 años cuando, en 1483, heredó el trono de Navarra tras la muerte de su hermano Francisco Febo. Su juventud y la complejidad de la época la llevaron a enfrentar diversos desafíos, turbulencias e injerencias de las potencias cercanas. En un contexto marcado por las ambiciones territoriales de Francia y Castilla, la reina Catalina se vio obligada a buscar alianzas para asegurar la independencia del reino.

En 1484, Catalina contrajo matrimonio con Juan de Albret, rey consorte. Juntos, gobernaron el país durante casi tres décadas, periodo en el que se enfrentaron a numerosas dificultades, como la invasión castellana de 1512 que marcó el fin del reino independiente al sur de los Pirineos.

Tras la conquista castellana, Catalina y Juan se exiliaron a sus territorios de Ultrapuertos y Bearn. Esta reina nunca renunció a sus derechos al trono y dedicó sus últimos años a la defensa de la independencia.

Catalina I de Navarra es una figura histórica de gran importancia. Su reinado estuvo marcado por la modernización del país, aquejado de una tradición calamitosa por su naturaleza de reino medieval (pestes, hambrunas, guerra de bandos, escaso desarrollo económico y cultural…) al que dotó de adelantos, medidas y una novedosa administración (mercados locales, imprenta, diplomacia…), pero sobre todo al final por la invasión castellana. A pesar de las dificultades, Catalina se mantuvo firme en la defensa de su pueblo y su legado continúa inspirando a las nuevas generaciones. Llevó a su pueblo al Renacimiento, que heredarían las generaciones posteriores en Baja Navarra, la parte del territorio que mantuvo la independencia.

Catalina I de Navarra no solo fue una figura real, sino también una mujer culta y sensible. Era una gran amante de la música, la literatura y las artes. Además, se preocupaba por el bienestar de su pueblo y promovía la educación y la justicia.