Castelao, un amigo de los vascos en el 75 aniversario de su muerte Por Xosé Estévez
El 7 de enero se cumple el 75 aniversario del fallecimiento de Castelao, gloria y prez de la nación gallega, en el exilio boanerense. Con tal motivo, 2025 ha sido proclamado en Galiza “Año de Castelao” y se han programado gran cantidad de eventos para celebrarlo. Mucho me temo que la “Brigada de demolición”, gobernante en Galicia, aproveche la ocasión para blanquear su inmarcesible trayectoria y su nítido pensamiento, en las antípodas de la ideología y práctica política del partido del gobierno gallego. Los peperos gallegos están dotados, desde los tiempos de Manuel Fraga, de una sutil habilidad para la transubstanciación.
En noviembre del pasado año fue nombrado “Primer presidente de Galiza”, al producirse el 80 aniversario de la creación del Consello de Galiza, oficialmente en Montevideo, pero realmente en Buenos Aires, en la casa del magnate y mecenas D. Manuel Puente. La deslavazada, fría y escasamente restaurativa ceremonia celebrada en el parlamento fue un fiel reflejo de esa política de epidérmica apropiación indebida de los prohombres del nacionalismo gallego a cargo de la Xunta con el fin de asumirlos por fuera y desventrarlos por dentro. No dudo que ese ritual será un trasunto de toda la liturgia, que discurrirá a lo largo de todo el año. Castelao dijo que, si éramos gallegos, lo éramos por obra y gracia del idioma. El gallego se encuentra en situación de emergencia y la Xunta echa balones fuera.
Castelao fue un recio nacionalista gallego, partidario de una confederación de naciones ibéricas soberanas, incluida Portugal, unidas mediante pactos libres, voluntarios y reversibles. Hizo gala de una intensa amistad con nacionalistas vascos como Aguirre, Lasarte, Basterretxea, Tellagorri, Ruiz Añibarro, Basaldúa, Zabala, López Mendizabal, Cunchillos e Irujo, sobre todo con éste último. Este aspecto ha sido subrayado en algunas publicaciones a cargo de Iñaki Anasagasti y un servidor. Precisamente a estas relaciones voy a referirme a continuación.
Aunque Castelao transitó por Euskal Herria en sus viajes hacia Europa, sólo estuvo en dos ocasiones. Una en 1932, para ir a Gernika, invitado por el tolosarra Ramón Aldasoro, diputado de Izquierda Republicana, y llevar a Galicia un retoño del árbol, y la otra, el 2 de abril de 1933, para participar en un mitin organizado por ANV en Bilbao, con visita a la Casa de Juntas gerniquesa y firmar un pacto de solidaridad con ANV y ERC, en nombre del PG.
Realmente, el comienzo de una inquebrantable amistad con los nacionalistas vascos se produjo en el primer bienio republicano (1931-1933) al encontrarse en las primeras Cortes con los diputados peneuvistas, con los que las afinidades en la estructuración territorial del Estado español eran evidentes. En esa etapa se consolidaron estas relaciones, sobre todo después del Pacto de Compostela o Galeuzca, firmado el 25 de julio, Día de la Patria Gallega, en Santiago, confirmado en Bilbao en Santiago del mismo mes y ampliado mediante compromisos varios en Barcelona durante el viaje triangular que remató el 12 de agosto en la ciudad condal. Castelao participó activamente en ese viaje en la elaboración de los compromisos finales adquiridos y desde esas fechas se convirtió en el más firme defensor del Galeuzca como medio imprescindible para configurar una confederación ibérica republicana y democrática basada en la soberanía de cinco repúblicas libres (España, Galicia, Euskadi, Cataluña y Portugal), unidas mediante pactos voluntarios y alterables. Castelao, por activa y po pasiva, insistiría siempre en esta fórmula y propiciaría acciones en esa dirección con pactos escritos y momentos culminantes en 1941 y 1944-1945 en Buenos Aires, lugar donde falleció el 7 de enero de 1950. Las páginas del periódico Euzko Deya de Buenos Aires y la correspondencia entre él y José Antonio Aguirre, José María Lasarte y Manuel de Irujo son fidedignos testimonios de sus desvelos galeuzcanos.
Los vascos nacionalistas emigrados y exiliados adoptaron a Castelao como un lider carismático, así me lo dijo el 28 de diciembre de 1971 en el confesionario de la iglesia de Donostia un fraile capuchino desterrado en Buenos Aires, Fray Juan de Zumárraga. Tras la caída del régimen franquista, que dejó una fértil estela sociológica en España, los vascos adornarían plazas y calles con monumentos dedicados a su insigne personalidad y la mayoría de sus obras están traducidas al euskera.
La larga serie de recuerdos a Castelao comenzó en 1977 con la creación en Trintxerpe del Fatoto cultural Daniel Castelao en 1977, que tendría el añadido de la nominación de una calle en 1980 y de una placa en la misma rúa en 1986, centenario de su nacimiento y en coincidencia con él la inauguración a cargo del lehendakari José Antonio Ardanza el 2 de octubre de un monumento en Eibar en honor a su figura. Antes, en 1985, Iñaki Anasagasti había publicado una extensa obra, Castelao y los vascos, donde desgranaba minuciosamente sus relaciones con los vascos en el exilio a partir de 1940. En octubre de 1994 sería bautizado con su nombre un parque en barrio donostiarra de Intxaurrondo, al lado de un crucero levantado el año anterior. El 19 de mayo de 1996 fue erguido en el parque Europa de Txudinaga un monumento sufragado por la Diputación de Bizkaia presidida por Josu Bergara. En coincidencia se celebraría un programa de conferencias sobre su egregia personalidad a cargo de reconocidos especialista en la sede de las Juntas Generales de Bizkaia. Un programa semejante sería organizado en el Centro Koldo Mitxelena de Donostia en julio de 1996. En el año 2001, con motivo del centenario del Centro Gallego de Barakaldo, fue erguido un monumento conjunto a Rosalía de Castro y Castelao, en cuya inauguración intervino el lehendakari Juan José Ibarretxe, y al año siguiente mi libro, Castelao e o Galeuzca, analizaba su insistente intervención en este movimiento. Finalmente, el 15 de julio de 2006 en el barrio donostiarra de Intxaurrondo fue inaugurado un magnífico monumento a Castelao, diseñado por Xosé Antonio Vilaboa, con participación del lehendakari Ibarretxe y el alcalde, Odón Elorza. En el 2021 me atreví a una excursión descriptiva en forma de libro sobre la presencia de Castelao en Euskadi. En algunas de estas iniciativas gocé del inmerecido honor de colaborar y/o impulsarlas, al igual que en el apartado de la traducción de sus escritos al idioma de Lauxeta.
Pero si abundan los monumentos físicos a su figura, no es desdeñable la dilatada lista de sus obras traducidas al euskera. He aquí el repertorio y su correpondiente traductor: Os vellos non deben namorarse (Agurreok maitemindu behar ez, por Antonio María Labayen y también por Koldo Izagirre)), Nós (Gu, por Gabriel Aresti), Ollo de vidro. Memorias dun esquelete (Kristalezko Begia, por Koldo Izagirre); Retrincos (Zirtzillak, por Koldo Izagirre), Antoloxía de Sempre en Galiza (Beti Galizan, por Bego Montorio), Os dous de sempre y Cousas (Betiko Biok y Gauzak, por Ramón Etxezarreta) y Alba de Gloria (Egunsenti Argitsua, por la asociación bonarerense Euskaltzaleak, en 1951).
Termino con unas palabras de su discurso pronunciadas en homenaje a Gernika en Montevideo el 29 de abril de 1945 con motivo del octavo aniversario del bombardeo :
“…Pero yo sé que nuestros pueblos tienen un mismo sentido trascendente de la vida y de la libertad, que nos hace conservadores y resistentes para guardar y defender todo lo que hay de eternamente nuevo en lo antiguo y de eternamente original en nuestras tradiciones. Yo sé que nuestro arte popular, siempre lírico y al aire libre – el chistu y la gaita no son instrumentos de salón– dinamizan con ritmo idéntico nuestras canciones y nuestras danzas antiguas, de espadas, de palos y de arcos, que también se conservan en Galicia. Yo sé que no hay pueblo en el mundo que nos aventaje en amor al suelo patrio y a la casa materna, porque para vascos y gallegos nuestra tierra es el paraíso terrenal…”.
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