España es capaz de cualquier cosa. Nos lo ha demostrado con insistencia desde hace siglos. Europa. ¡Uy, sí, Europa! Estoy harto de oír que la pertenencia de España a la Unión Europea le impedirá hacer ciertas cosas. ¿Como cuáles? ¿Encarcelar a Arnaldo Otegi y otros más por haber impulsado el proceso de paz en el País Vasco y haber conseguido que ETA cesara la actividad armada? ¿Impedirá esto la UE? ¡Ay, Señor, no me haga reír!
Si la UE tuviera algún interés real en exigir un cierto nivel de calidad democrática a sus estados miembros -o bien supervisarla-, ya haría mucho tiempo que España habría sido expulsada. Un Estado que cierra medios de comunicación, que aprisiona por delitos de opinión, que condecora y homenajea militares del régimen franquista, que perdona a los peores delincuentes, que indulta amigos, conocidos y saludados… Con una monarquía y un jefe de Estado que hacen aguas; opacos, oscuros y anacrónicos. España, la campeona del incumplimiento sistemático de normativas comunitarias y el fraude en la adjudicación de fondos europeos… Con un poder judicial injusto y manipulado, adulterado por el interés político y económico. Montesquieu se tiraría desde un puente si viera el panorama español.
La Unión Europea no moverá ni un dedo para parar los pies a España, haga lo que haga. Y España lo sabe. Debería hacer una barbaridad muy grande para atraer la atención de la autoridad comunitaria. ¿Recuerdan aquel magnífico filme de Scorsese? ‘Uno de los nuestros’ se titulaba… Es eso. Si eres de la olla, si eres miembro del club, te protegerán y te defenderán por encima de razones y argumentos. Ahora que hablamos de cine… ¿A que era Groucho Marx quien decía que no entraría nunca en un club que aceptara socios como él? Pues yo no entraría nunca en un club que aceptara socios como España. Y, si acaso entrase, sería con el objetivo prioritario de cambiar las normas y el funcionamiento.
Dicen que el Estado español tiene los ojos fijos en la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Que piensan en la posibilidad de ilegalizarla porque algunas acciones de su hoja de ruta son inconstitucionales o contrarias a la ley. La ANC en el punto de mira. ¿Quieren enviar a Carme Forcadell y compañía a la cárcel? ¿En serio? ¡Adelante! Que lo prueben. Ayer, Miquel Sellarès decía que el primero que actuara con violencia habría perdido. Que encarcelen a Forcadell y habrán perdido. ¿O acaso no es un acto de violencia encarcelar a alguien por un delito de opinión? ¿Acaso se creen que nos quedamos todos en casa mirando en las noticias como la presidenta de la ANC entra en Soto del Real?
Ya hace tiempo que pienso que el Estado español y sus intermediarios en Cataluña buscan algo por encima de todo. Los aparatos del Estado y el unionismo teledirigido quieren que caigamos en la provocación. Presentan la batalla como un combate de judo, en la que no hay nada tan importante como aguantar y esperar el error del contrincante. Aprovechar la fuerza del contrario -la nuestra- para hacerlo caer en la trampa. Todo lo de la fractura social y familiar, todo lo de la violencia en la calle… Todo eso no es ninguna previsión ni el resultado de ningún análisis sociológico, sino un deseo. ‘Antes se romperá Cataluña que España’, dijo aquel individuo que había gobernado en la Moncloa. No era ninguna intuición; era un deseo en forma de amenaza. Como no podemos vencer con argumentos, destruiremos su país. Esa es la idea. Antes lo hacían bombardeando cada cincuenta años, y ahora lo querrían hacer fracturando la sociedad. Les gustaría convertir Barcelona en Belfast… ellos que detestan los muros y las separaciones.
Pero no se saldrán con la suya. Esta batalla también la han perdido. Están desesperados. No encuentran la manera. Hace muy pocos meses que repetían hasta cansar al más paciente que el proceso era una obsesión del presidente Mas, influido por el chantaje de Junqueras. Ahora el referéndum pasa de ser una obsesión del presidente a ser un golpe de Estado organizado por la ANC. ¡Bueno, ya han hecho algún progreso!
Si dan un paso en falso de estas dimensiones -ilegalizar la ANC-, quizá no habrá que esperar al 9 de noviembre. Los nervios les pueden traicionar. Seamos pacientes, no nos dejemos intimidar. Si no caemos en provocaciones y no damos ni un paso atrás, la independencia llegará. Y si no vigilan, todavía la celebraremos por San Juan, día de los Paises Catalanes.
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