Entrevista a Carles Móra, ex alcalde de Arenys de Munt, ahora que llevan quince años realizando la primera consulta sobre la independencia
Hoy hace justamente quince años que se hizo la consulta de Arenys de Munt. Un día histórico para el independentismo. Por primera vez un pueblo de Catalunya votaba si quería ser independiente de España. El resultado fue contundente, el 96,33% votó sí. Con un gesto tan sencillo como una votación cambiaban el rumbo del país y Arenys de Munt pasaba a la historia como el pueblo que había comenzado el actual proceso independentista. Una chispa que llevó al Primero de Octubre.
Quince años después, entrevistamos a Carles Móra, que en 2009 era el alcalde de Arenys de Munt. Su vida ha dado muchas vueltas y ahora es alcalde de Tarrés, un pueblo de la comarca de las Garrigues donde viven noventa personas. Aprovechamos la ocasión para recordar todo lo que ocurrió en Arenys de Munt aquel 13 de septiembre y los días previos. Pero también hablamos de la situación actual del independentismo y de las necesidades de los micropueblos, que se sienten abandonados por las grandes instituciones.
—¿Cómo se acuerda de aquel 13 de septiembre en Arenys de Munt?
—Fue una gran fiesta de la democracia. Lo recuerdo de una forma muy entrañable, muy positiva. Vimos y vivimos cosas que fueron sorprendentes, maravillosas, cautivadoras… Fue muy bonito ver que la gente iba a votar con esa ilusión, sobre todo muchísima gente mayor a la que se despertaban muchas esperanzas que había guardado hacía muchos años en un cajón. Lo recuerdo con mucha ilusión.
—Y cuando ve el momento del independentismo ahora mismo… ¿Le da un punto de rabia o tristeza?
—Sí, una mezcla de todo. Ahora me viene a la cabeza cuando íbamos a la cárcel de los Lledoners. Allí íbamos con mucha tristeza. Se despertaban muchas emociones. La gente solía llorar. ¡Gritábamos unidad! Todo aquello se ha ido al garete. Es muy triste. ¡Evidentemente que te indigna, te molesta y te cabrea! Pero no hay que dejarse llevar por la desesperanza, hay que mantener la ilusión porque si no mandaríamos todo a paseo y no puede ser. Nuestros representantes, y hablo en general, no han sabido recibir el mensaje desde, ya no el de la consulta de Arenys de Munt, sino de mucho antes. Ha habido muchísima gente que ha dado la vida, que ha sido excluido de la vida normal y corriente en sus pueblos. Incluso hay gente que ha perdido trabajos, o que ha sido torturada o ha muerto por la causa de la independencia. Y todo esto parece no tenerse en cuenta. Parece que se haya olvidado. Y esto nos aboca a la tristeza, la indignación y la rabia. Pero no debemos dejarnos vencer por eso.
—Sin embargo, estamos mejor que aquel 2009. Hasta entonces, la independencia era medio tabú. Mucha gente con las consultas descubrió que su tía era independentista…
—¡Sí, por supuesto! [Se ríe] Durante estos años hemos dado un paso de gigante. Pero ocurre que la gente ha desistido porque no ve unidad. Ha visto que nuestros partidos políticos y la gente que nos representaba, en lugar de guarecernos y protegernos, se ha dedicado a pelearse. Tenemos un objetivo común que debería ser compartido por todos. Los políticos deberían comerse todos los sapos que hiciera falta. Deberían ser mucho más maduros de lo que han demostrado ser. Aquí se ha priorizado mucho la silla, el partido, el privilegio… Con Reagrupament hicimos una investigación en la que vimos que los diputados tenían dieciséis privilegios que la gente de a pie no tenemos. No puede que ocurra esto. Los diputados no pueden tener privilegios, ni uno. Los políticos deben estar dispuestos a sacrificarse, a moverse, a manifestarse a rebelarse… Si el Tribunal de Cuentas hace algo que nos perjudica, debemos manifestarnos. Pero ¿quién debe hacer esto en primer término? Los políticos. No podemos pedir siempre al pueblo que se manifieste. Los primeros que deberían levantar el culo de la silla y moverse sin tregua, de forma insistente y tozuda, deberían ser nuestros representantes. Yo les respeto, nunca me he metido con nadie, pero creo que no han hecho suficiente. Deberían tener una actitud beligerante y unida, no desfallecer y empeñarse en ir de aquí para allá. Es necesaria una actitud que haga creer que todavía es posible. Que debemos seguir luchando por la independencia, que es un objetivo alcanzable. Pero necesitamos que nuestros representantes lo capitaneen. Porque cada vez que los vemos apoltronados y conformistas la gente se desanima mucho. Y por eso hay 800.000 personas que son independentistas pero no votan.
—Ahora alguien podría pensar que se ha enfadado mucho con los políticos, pero que forma parte de la política institucional. Y no es así.
—Yo nunca he sido político. He sido un ciudadano movilizado por la política. Y a menudo no comparto de las cosas que hacen.
—Pero hace un año volvió a la política municipal.
—Sí, porque aquí no quería presentarse nadie. Fui a buscar a Pau, Pere y Berenguera. Intenté convencer a todos, eché florecillas a todos y nadie quiso coger la alcaldía. Piense que aquí todo es voluntariado, con una actitud de servicio veinticuatro horas al día. Y entiendo que debe ser así. Hay muchos países en los que la política se afianza con el voluntariado, y para mí son un modelo de seguir. Por tanto, decidí hacerlo, no buscando ningún reconocimiento, sino desde la sencillez más absoluta para intentar servir y luchar por el pueblo. Piense que en Les Garrigues uno de los problemas cruciales que tenemos es el despoblamiento. Nosotros somos de los poquísimos pueblos que no hemos llegado todavía a este punto, pero tenemos que batallar para que esto no ocurra nunca. Por tanto, tenemos mucho trabajo. En Arenys de Munt, el ayuntamiento tenía ochenta y seis trabajadores. En cambio, aquí tenemos una administrativa, una secretaria-interventora dos mañanas, que nos la proporciona el Consejo Comarcal, un alguacil y un peón. Podéis imaginar la diferencia.
—Es muy diferente, ¿no?
—¡Mucho! En Les Garrigues, como sabéis, hay muy poca población, política y demográficamente somos insignificantes. Es decir, no podemos hacer caer ninguna balanza, somos muy pocos. Y por eso quizás nos tienen algo abandonados. Siempre protesto que las administraciones supramunicipales suelen tardar en pagar. Nosotros tenemos necesidades, que a veces son imperiosas y por tanto quisiéramos ser un poco mejor tratados. Es necesario que las administraciones supramunicipales respondan con mucha mayor prontitud, porque nuestras necesidades a veces son urgentes.
—¿Cuántos habitantes tiene Tarrés?
—Aquí vivimos todo el año noventa personas, y empadronados hoy somos ciento veintiséis. Ésta es la realidad de muchos pueblos de Les Garrigues. Tenemos gente mayor, que pide tener servicios sanitarios. Tenemos muchos niños y, por suerte, disponemos de escuelas a nuestro alrededor. Y también tenemos una escuela de bosque. Y mira, a este respecto tengo una queja. Somos el único país que carece de las escuelas de bosque homologadas. ¿Por qué? ¿Por qué somos tan distintos al resto? ¿No tenemos suficiente dinero para homologar las escuelas? ¿Por qué nuestros médicos, enfermeras y auxiliares deben ir tan precipitadamente? ¿Por qué deben ir exhaustos en la vida? Hay tantas cosas que deben resolverse… Piden que nos tengan en cuenta.
—Es alcalde por Junts, y gobierna con Esquerra.
—¡Sí, verdad! Lo tengo muy claro: para ir bien aquí debe haber gobiernos de concentración. De hecho, nosotros ya nos presentamos juntos. Soy el alcalde de Junts, con dos concejales; y hay dos compañeras que son de Esquerra. Y tengo muy claro, y así se lo digo a los demás alcaldes, que no piensen en el partido, que piensen sobre todo en el pueblo. Los compañeros y compañeras, evidentemente, se entregan muy generosamente a la gente de sus pueblos, pero tienen demasiado presente el partido. Aquí sería bueno hacer gobiernos de concentración. Y si alguien quiere ir a la oposición, preguntarle: “Desde la oposición ¿qué quieres hacer? ¿O si gobernaras que querrías hacer? Haz la lista de prioridades que te parezca y entra en el gobierno. Haz todo lo que querrías hacer”. No entiendo por qué quieren estar en la oposición. Desde allí no se pueden hacer las cosas que quisieras hacer por el pueblo. No puedes cambiar las cosas. Es más sencillo: entra en el gobierno y podrá hacerlo. Y así todos trabajaremos por el pueblo unido. Y cuando falten quince días para las elecciones hablas del partido. Pero durante cuatro años creo que es mejor trabajar juntos.
—Pero ahora mismo Esquerra i Junts no pueden ni sentarse en una misma mesa…
—No te lo sé decir, no estoy en eso. Pero sí que gente que ha sido presidente de consejos comarcales o de la Mancomunidad de Agua, es decir, que ha estado en contacto con muchas alcaldías, me cuenta que hay mucha rivalidad. Hay mucho intento de cortar los pies a quienes no son de tu partido. Así no vamos bien. Hay que entender que debemos luchar todos por el pueblo, sea del partido que sea, respetándonos las ideologías que podamos tener e ir todos a la par. Aquella unidad que tanto pido es también muy necesaria en los pueblos pequeños. No tiene sentido enfrentarse en un pueblo de 200, 300, 400 habitantes. Y de hecho, los micropueblos somos la gran mayoría de pueblos que existen en Cataluña. Casi somos quinientos.
—En Arenys de Munt se vio muy claro que el municipalismo puede ser clave en la lucha por la independencia. De hecho, durante 2017, 2018 y 2019 los alcaldes de Cataluña fueron clave, pero ahora se ven muy poco activos. ¿Qué ha pasado?
—Hay un desencanto generalizado. Si las alcaldesas y los alcaldes independentistas se volvieran a unir, si se volvieran a manifestar, si volvieran a coger bastante empuje y tuvieran un frente común, las cosas cambiarían. Hubo unos años que visité muchos pueblos. Llegué a realizar 80.000 kilómetros y más de 500 actos, con las consultas. Y ahí nadie miraba de qué partido era el otro. Todo el mundo actuaba. No estábamos para cuentos. Había gente de Convergència, Esquerra, la CUP, incluso algunos del PSC. Dentro del PSC había gente que nos apoyó. Sin ir más lejos, el muy honorable president Maragall en uno de los últimos libros que editamos, proclamaba que una de las únicas salidas que existía era la independencia. A partir de entonces le hicieron el vacío, le traicionaron. De hecho, fue cuando su mujer, Diana Garrigosa, rompió el carnet del partido ante los medios de comunicación.
—¿Pero por qué ha habido este desencanto?
-Porque se ha visto que los políticos no se dedicaban a la tarea que es primordial y principal, la independencia. Después, ya trataremos que todo el mundo vaya por aquí o por allá según su ideología, pero el reto es la independencia. Y si nos pusiéramos de acuerdo es un objetivo alcanzable. En los 940 pueblos que hay en Cataluña, muchos son de carácter independentista. Por ejemplo, aquí en Tarrés siempre gana el independentismo. Los votos se reparten entre Esquerra y Junts. Y si se fija en el pueblo todo son esteladas. Aquí todo el mundo late por el país. Por tanto, si nos uniéramos todos tendríamos muchísima fuerza. Alguien debe encender otra vez la chispa.
—Arenys de Munt fue esta chispa… Pero supongo que cuando empezó a trabajar en la consulta no podía imaginar qué chispa sería…
—No, no podíamos imaginarlo. De hecho, esto fue una idea que surgió muchos años antes en Arenys de Mar, gracias al historiador Jordi Bilbeny. Y cuando Jordi aterrizó en Arenys de Munt, para nuestra suerte, creamos el Movimiento por la Autodeterminación en Arenys de Munt, donde nos unimos unas cuantas personas. Y ahí a alguien se le ocurrió que meter un papelito en una urna, que es muy visual, podría ser algo muy positivo. La plataforma Salvem la Riera trasladó una moción a la CUP que lo hizo llegar al consistorio. El pleno municipal abrigó y cuidó esa moción como si fuera un bebé, para que no dejara de respirar. Se creó la comisión de la consulta y el pueblo se volcó en ella. Esto es, el mérito es del pueblo. Es a ellos que debe felicitarse. El pueblo se volcó con mucha ilusión. Todo el mundo era importante, desde los que hacían bocadillos a la gente que vino a hacer pancartas, o que diseñaron las estrategias. Todo el mundo unió fuerzas. Es que ésta es la solución, unir fuerzas porque lo que no piensa uno lo piensa el otro, y si no el otro de más allá. Esto puede volver a hacerse. De hecho, estoy esperanzando y confío en que lo volveremos a hacer.
—En todo ello también tuvo un papel importante el gobierno español y la Falange.
—Sí, seguramente sin todo ese alboroto no habríamos llegado tan lejos. Fueron un grupo de torpes. Primero Ciudadanos dando mucho la tabarra, después la Falange. Había un grupo de extrema derecha en Sant Vicenç de Montalt, no sé si todavía existe, que nos dieron mucha murga. De hecho, creo que gracias a esto, fuimos la punta de lanza del independentismo. Los medios de comunicación también tuviste un papel, porque muchas veces fuimos primera página, se entrevistó a mucha gente. Gracias a todo esto hubo mucha gente que se fue añadiendo. No quiero descuidarme nombres. Se redactó un texto, y dos compañeros acudieron a la Universidad Catalana de Verano, en Prada del Conflent, a recoger firmas de apoyo. Estos dos compañeros siempre han pasado completamente desapercibidos, nunca se ha hablado de ellos, pero fueron los artífices de hacer firmar al presidente Maragall y otros muchos consejeros. Aquel escrito que pedía poder hacer una consulta sobre la posibilidad de ser independientes fue muy importante.
—Habla del president Maragall, pero no todo el PSC lo entendió…
—Desgraciadamente, el president Montilla y el PSOE no lo entendieron. La vicepresidenta del gobierno español, Fernández de la Vega, tampoco lo entendió. Esta gente no entendía nada y decía: “No se provocará el efecto dominó”. Siempre decían esto, pero los periodistas siempre se lo preguntaban. Ella intentaba huir, y pasaba muy por alto. Siempre nos quitaba importancia. Pero, seguramente tienes razón y es lo que, en parte, nos puso en flotación, a la vista de todos. También los torpes de la Falange y sus amenazas. Amenazaban todas las tiendas y bares del pueblo. Nos decían que romperían los escaparates. Pero de nada sirvió, fue una gran fiesta de la democracia. Los bares nos dijeron: ¿por qué no organiza una consulta cada mes? Porque agotaron absolutamente todas las existencias e hicieron un negocio impresionante.
—En estos últimos años parece que ha arraigado mucho entre la gente que si los políticos no hacen nada la sociedad no puede hacer nada… Pero Arenys de Munt desmonta este argumento, ¿no?
-La sociedad puede hacer mucho. Debemos exigir a nuestros representantes que se muevan, no debemos conformarnos. Nosotros empezamos ya con los 10.000 en Bruselas, que fue la primera manifestación importante. Aquello era una maravilla, algo impresionante. Y detrás de esto han venido todas aquellas grandes manifestaciones. Se han hecho cosas tan meritorias… Casos únicos en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, podemos volver. Ahora, no podemos ir con el lirio en la mano. Debemos ser combativos. Debemos luchar, y no luchar con armas, sino con toda la fuerza que nos da el convencimiento de que luchamos por una causa justa. ¿Hasta dónde debe llegar el expolio? ¿Hasta dónde debe llegar el menosprecio de nuestra lengua? Vivimos un momento crucial para nuestra lengua. Si no la defendemos, la perderemos en un par o tres de generaciones. Y esto no lo digo yo, sino gente que entiende. Sobre todo ocurre en las áreas metropolitanas. No es la realidad nuestra de aquí, pero puede llegar a serlo dentro de pocas generaciones. Por tanto, tenemos muchas cosas para seguir luchando, para rebelarnos. Hay que ser tozudos y convencernos de que realmente podemos alcanzarlo.
—¿Cómo volver a activar esta gente decepcionada?
—Estar sentado en una silla del parlamento, del senado o del congreso español implica una corresponsabilidad. Implica moverse y comprometerse. Y cuando la gente vea que esa gente vuelve, volverán ellos también. Pero si la gente ve que se actúa por conveniencia o porque toca no avanzaremos. Menos aún si la gente se enfrenta, o ni se habla. Es necesario que se actúe por ese compromiso personal que llega del meollo. Debe haber alguien que vuelva a congregar las multitudes. Debemos convencernos de que realmente los protagonistas somos nosotros y que tenemos que volver a salir a la calle. Hay que dejar claro que salir a la calle es lo mejor que podemos hacer. No podemos hacer, por ahora, nada más. Además, es necesario utilizar estrategias eficientes. Es decir, no ir a tientas, sino utilizar estrategias que sean eficientes. Esto implica tener buenos diseñadores de estrategias, y que las veamos claras; que la gente se implique y vuelva a ponerse a ello.
—¿Y para ello sería necesaria una renovación dentro de los partidos políticos independentistas?
—Hay que hacer fuego nuevo, esto es clarísimo. Pero los que por ahora están ahí tienen la obligación de demostrar punto por punto que aman el país. Y amar al país no significa salir sólo por la Diada. Quiere decir salir cada día que tengamos un agravio. Es decir, en cualquier ámbito que tengamos un agravio, deberíamos movernos. Imagínate que todo este grupo de diputados nos provocan, nos afligen con un agravio, y esta gente se mueve, se manifiesta y hace declaraciones. Pero no las típicas declaraciones sentados y… No, no, que se muevan, que se muevan, que se muevan. Delante de donde sea. Si deben ir a Ginebra, que vayan a Ginebra. Si deben ir a Estrasburgo, que vayan a Estrasburgo. Pero no una vez. Una vez fuimos. No, constantemente. Que se hagan pesados. Que escriban y dirijan a todos los medios de comunicación de todo el mundo. Que paguen gente que trabaje en redes. Qué lo expandan por todo el mundo. Que el caso de los catalanes sea realmente un caso flagrante, y que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, lo conozca. Pero, por supuesto, esto desde una silla no se puede hacer. Esforzarse cada día. Si no, no haremos nada.
—¿Hasta qué punto la represión ha dañado a esta generación de políticos?
—Ha habido mucha represión y hay mucho miedo. Pero, claro, si no quieres polvo no vayas a la era. Debería haber una manifestación total y absoluta de todos los políticos profesionales ante los jueces que no quieren acatar la ley de la amnistía. ¿Dónde están estas reacciones? Solo hay declaraciones ante los medios. Y ni eso, porque tampoco es que estas declaraciones sean muy contundentes. ¿Cómo es posible que se permita que algunos jueces menosprecien el poder legislativo? ¿En qué país ocurre esto? No debe consentirse. ¿Y dónde está la reacción; la reacción pensada, pero airada, rabiosa, contundente de nuestros representantes? No la veo por ninguna parte.
—Ha vivido de cerca esta represión, con su hijo.
-Sí, con un informe completamente falso. Se inventaron que había agredido a un policía pero lo único que hizo fue levantar las manos para que los Mossos no embistieran a la gente mayor. Era el día en que debía haberse hecho president al muy honorable Carles Puigdemont. Durante cinco años, ha tenido la losa encima. El fiscal le pedía cuatro años de cárcel y una multa de 50.000 euros. Y al final, como vieron que le habían acusado acusado sin prueba alguna, tanto a él como a otros, les cayó un año de cárcel, me imagino que por no quedar en ridículo por todo lo que habían hecho antes. Ahora ha sido amnistiado. Pero, como él, existen miles. Esto es una gran injusticia. Y lo que tienes que hacer es no tener miedo y seguir lidiando para que la cosa salga adelante. Y nunca desanimarte, porque nos quieren desanimados. No debemos dejarnos vencer. Quien se deje vencer está perdido, sea una persona o sea un pueblo. Si nos dejamos vencer, estamos perdidos.
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