Capitulación y venta

TRAS la conquista castellana de la parte sur del territorio, el último rey de una Navarra independiente y soberana fue Enrique III de Borbón. De este personaje contradictorio y fascinante, maquiavélico y cínico, existen más de 50 biografías, ni una sola en castellano. Reinó en lo que hoy es la Baja Navarra y el Bearne hasta que en 1593 un azar del destino lo convirtió además en rey de Francia con el nombre de Enrique IV. De él se cuenta que un noble bearnés le manifestó su inquietud por las consecuencias que el hecho de que el monarca navarro pasara a convertirse en soberano francés pudiera acarrear para la independencia del reino. A eso le respondió el Borbón con una de sus más sonoras boutades: “Yo no he ganado Navarra para Francia, sino Francia para Navarra”. Algo tan inverosímil como eso ha sido lo que la dirección de Caja Navarra ha esgrimido ante la opinión pública de la Comunidad Foral para explicar el proceso que culmina mañana, a cuatro días de las elecciones, cuando el consejo general extraordinario de esta entidad acuerde en Pamplona la segregación del 100% del negocio de Caja Navarra a favor de Banca Cívica. A partir de ese momento, la vieja CAN dejará de existir como entidad “de aquí” para convertirse en un accionista más de un ente con sede social en Madrid y Sevilla. Si el invento da dividendos, algo que está bastante por ver, entonces quizás seguirá habiendo obra social. Si no los da, nos contentaremos con haber “ganado” plazas en otras latitudes y estaremos felices y contentos de convertirnos en sucursales del luminoso -y quizás ruinoso- negocio al que nos han llevado UPN y PSN. No he contado como acabaron las cosas en ultrapuertos. Unos años después, el hijo de Enrique de Borbón, el Luis XIII de los tres mosqueteros, firmaba el edicto que unificaba ambos reinos. Los parlamentos de Navarra y el Bearne se opusieron, así que Luis mandó un ejército que puso sitio a la inexpugnable ciudadela de Nabarrenx. Su gobernador entregó la plaza sin disparar un tiro a cambio de una suculenta recompensa monetaria y un título nobiliario en territorio francés. Ahí -y no en Noáin, ni en Amaiur- acabó todo. A la navarra. Estos días nos hemos enterado de las suculentas cifras de dinero que Barcina, Sanz, Jiménez y el resto de consejeros de la CAN vienen embolsándose por sentar su culo en las reuniones en las que han impulsado y/o dado el visto bueno a esta operación que acaba con el único instrumento crediticio público que había en esta comunidad.

 

Publicado por Noticias de Navarra-k argitaratua